Ollanta y Nadine, Lula da Silva: ¿quién sigue?
La seguidilla de condenas a Ollanta Humala, ex presidente de Perú y su esposa Nadine y a Lula da Silva, ex presidente de Brasil, pareciera tener un rasgo común: el Foro de São Paulo y el llamado Socialismo del Siglo XIX. Evo Morales clavó sus espuelas a las oligarquías, en la panza aguantadora que sirve tanto para espolear a los que mandan en Chile, como para pinchar a la justicia brasileña que sentenció a Lula da Silva. Ahora se marchó a Nicaragua, donde se realizará una nueva versión del Foro de São Paulo, en la que quizá intentará capitalizar en ser un último Mohicano (con disculpas a John Fenimore Cooper, autor de esa novela de aventuras trágicas).
El diario “El Comercio” de Perú editorializa sobre el Club de los ex Presidentes, anotando que su país se volvió el único en tener “dos ex mandatarios tras las rejas” (Humala y Fujimori) “y otro con orden de captura y en proceso de extradición” (Toledo).En efecto, Ollanta Humala y su esposa Nadine Heredia fueron encarcelados por 18 meses, lapso en que les darán sentencia definitiva por lavado de activos, luego de que Marcelo Odebrecht revelara que su empresa entregó tres milloncitos de dólares para su última campaña presidencial. La prisión preventiva fue determinada por existir peligro de fuga, al establecer el juez de la causa por los menos cuatro indicios de que la “femme” Nadine había iniciado tratativas para la “tocata y fuga”.
Humala es el primer ex mandatario de América Latina entre rejas por casos de corrupción de las que mi amigo José María Bakovic llamaba “empreiteiras”, que se ganaban contratos a punta de sobornos a mandamases de gobiernos corruptos. Bakovic les acusaba de ser nuevos “bandeirantes”. Las “bandeiras” brasileñas, llamadas así porque portaban banderas (no porque eran bandas, que lo eran también), de cazadores de esclavos de antaño y avanzaron ese país sobre media Suramérica.
El alarde de “El Comercio” no es del todo cierto, más aún si la historia no es estática sino como un río que fluye, como la vida misma. Son 16 los ex presidentes con problemas legales, no todos de la Operación Lava Jato que en Brasil destapó la olla podrida. Con mayor justeza se podría hablar de un club de ex presidentes en problemas.
En el gigante suramericano están en trámite las sentencias a Lula (tiene cuatro procesos más, además de la actual con sentencia todavía apelable); a su actual Presidente Temer por corrupción pasiva; a su antecesora Dilma Rousseff por favores a la constructora Odebrecht, nombrar ministro a Lula quizá para darle inmunidad y recibir millonarias sumas para sus campañas electorales de 2010 y 2014; José Sarney, acusado de recibir sobornos; Fernando Collor de Melo, corrupto con prontuario; hasta mi admirado Fernando Henrique Cardoso. En Perú, la lista que empieza con Humala y esposa, continúa con Alan García, Alberto Fujimori, Francisco Morales Bermudez. En Argentina, no sorprende que estén Cristina Fernández de Kirchner y Carlos Menen, como en Colombia y México, Ernesto Samper y Luis Echeverría, respectivamente, no tanto por Lava Jato.
En Venezuela, Hugo Chávez está muerto y Nicolás Maduro se bambolea en el vaivén siniestro de víctimas de a uno por tumultos populares. Ya van más de cien muertos por la represión de matones apoyados por milicos bolivarianos, que poco le deben al gran Simón Bolívar. Ortega en Nicaragua se refugia en un régimen que más se parece a las dictaduras caribeñas de la que “Tachito” Somoza fue abanderado. En Ecuador, Correa, sin salir de la escena política, tuvo la viveza de dar paso al costado y dejar por un tiempo su prorroguismo.
En Bolivia, teniendo a jueces y fiscales en el bolsillo, el jefazo duda entre prorrogarse al estilo Lula con sucesor (Dilma) de por medio, o contar con el apoyo de militares militantes (o comprados) como en la opción venezolana. Será hasta que el pueblo se canse, porque no es lo mismo gobernar sin plata que con la billetera llena de Reservas Internacionales Netas (RIN).
No creo que el rasgo común sea el Foro de São Paulo, ni el Socialismo del Siglo XIX. La corrupción es fenómeno de la clase política en general, pero el régimen presidido por Evo Morales pareciera que ganó el campeonato. Los escándalos rateros tendrían que empezar con la mano en la lata en YPFB, pasar por la telenovela de la Zapata y terminar con dineros escamoteados a “originarios” en el Fondo Indígena.
Lula da Silva ha sido sentenciado por recibir un apartamento triplex en la exclusiva playa de Guarujá, aparentemente por pago de “favores” a la empreiteira OAS, según delación premiada de su máximo ejecutivo Leo Pinheiro. La atención se está volcando a tres obras camineras denunciadas en su momento por José María Bakovic: el traspaso de la Uyuni-Potosí, la carretera Potosí-Tarija y la sobrevaluada Villa Tunari-San Ignacio de Moxos que destruirá el TIPNIS.
Tal vez la gota que rebalse el vaso será gobernar en época de vacas flacas, léase crisis, y la pudrición de nuevos ricos, léase corrupción. Sin duda el comodín del régimen es el narcotráfico; su guardia pretoriana son los cocaleros. Mientras tanto, la gente se cansa de ir a la cama con hambre, mientras otros no se quitan el chocolate de la boca.