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Recuperar la ética en la política

Carlos Toranzo Roca

En varios lugares de América latina y del mundo, los gobiernos de las izquierdas, antes de hacer sus revoluciones, previamente a su ingreso al poder, en las épocas de las proclamas electorales, en sus críticas contra sus enemigos, afirmaron que avanzarían al futuro, generando otro tipo de valores, ligados a la ética.

Expresaban que transformarían las conductas de los políticos, porque estaban hartos del manejo corrupto del poder de los partidos tradicionales. Aseguraban que los nuevos líderes, los dirigentes renovados, los nuevos partidos, serían portadores de la transparencia, de la austeridad y la incorruptibilidad. Esos políticos y sus organizaciones usualmente han marcado sus ofertas revolucionarias y arengas preelectorales con los signos de la ética, de la transparencia, con la idea de la creación del “hombre nuevo”, diferente a los corruptos del pasado, distintos a los manejos voluptuosos del poder de la clase política tradicional.

Todos ellos han sido críticos duros de los caudillos de los partidos tradicionales, los han criticado por el exceso de concentración del poder en el gobierno, en sus partidos; han hecho arengas contra la ausencia de democracia interna en la vida partidaria de los viejos partidos. Se han manifestado contra cualquier forma de nepotismo, han enjuiciado a los políticos que osaron poner en la administración pública, en embajadas, a sus parientes, hermanos, tíos, sobrinas, yernos, o enamoradas o enamorados.

Durante varios años en la oposición asumieron el rol de jueces, cubriéndose con el manto de la puridad para enjuiciar a cualquiera que, según ellos, habría cometido un pecado de corrupción o de falta de transparencia y de ausencia de respeto a las normas de austeridad que debería tener un país tan pobre como el nuestro.

En Bolivia, después de 13 años de otro tipo de gobierno, ¿cómo andamos? Hay certeza de que las cosas negativas no han cambiado; por el contrario, los fenómenos de usencia de transparencia, de incremento de la corrupción son mayores que en el pasado. Esto quiere decir que las palabras de oferta de una nueva vida transparente estuvieron muy alejadas a los hechos prácticos de generación de mayor violación de la ética.

Hace años, muchas personas, de populares o acomodados, molestas con las corrupciones de los sistemas políticos pasados, cansadas de los excesos de los políticos tradicionales, hastiadas de los tráficos de influencias, aceptaron la llegada de nuevos gobiernos; votaron hace más de una década por nuevos liderazgos, pero con la esperanza de que la ética pueda acercarse a la política, con el sueño de pensar en el manejo transparente de la cosa pública.

Luego de más de un decenio de haber pensado así, al ver que nada cambió en Bolivia, al observar que la corrupción es mayor, creen que equivocaron su voto, pero entienden que sigue siendo un objetivo inclaudicable acercar la ética a la política.

Lamentablemente hay una distancia sideral entre la palabra y los hechos; es muy grande la distancia entre el verbo y la conducta real de los políticos, incluidos los nuevos líderes revolucionarios.

La realidad del proceso de cambio, lo concreto del uso del poder en estos últimos años nos muestra conductas recurrentes totalmente diferentes a los discursos de transparencia que emitieron esos políticos cuando estaban en la oposición. Hoy, las nuevas normas amparan la violación de la transparencia, pues se adjudican obras públicas millonarias sin ningún tipo de licitación, el tráfico de influencias es la norma.

El manejo del poder niega la austeridad. El despilfarro de recursos públicos en nimiedades es exagerado: museos, palacios, canchas de fútbol, sedes internacionales para ser utilizadas para eventos sociales de los cocaleros, estadios de fútbol sobredimensionados en lugares donde la población cocalera no puede llenar esos estadios, aeropuertos para esos actores, son el pan de cada día.

Pero, los gobernantes, sin sonrojarse, siguen hablando de ser la reserva moral del país y afirman que están construyendo al hombre nuevo. La crisis moral que vive la política en Bolivia es muy profunda, es cada vez más necesario el reto de acercar la ética a la política.

Carlos Toranzo es economista.

Fuente: paginasiete.bo

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