El caso de un alcalde
Harold Olmos
Un alcalde mexicano ha inaugurado una forma de control de empleados del Estado que, de ponerse en vigor en otras partes, estaríamos ante una iniciativa monumental. El burgomaestre Carlos Tema, de Cuahutemoc, en el estado de Chihuahua, se vistió como muchos indigentes de las ciudades para ver con sus propios ojos el comportamiento de los empleados municipales y cómo cumplían sus obligaciones. Dice la crónica (EL DEBER, 10-07, de la versión producida por el gigante mexicano Televisa) que el alcalde sufrió una gran decepción que lo llenó de amargura, pues se encontró con un sinfín de malos tratos hacia el público que ahora pueden inclusive empañar o quizá promover su futuro político.
No esperó mucho para reaccionar y las secretarias pasaron gran parte del día dirigiendo y entregando memorándums de despido, con anuncios de juicios para los casos más graves, pues él había sufrido en carne propia la desatención y descortesía de los funcionarios.
La crónica original debe haber sido rica en detalles, pero uno puede figurarse la fuerza del mensaje. Imagínense la sorpresa de un secretario general, de un encargado de secciones, o de cualquier ejecutivo municipal al saber que el propio jefe del municipio (170.000 habitantes) lo había visto respondiendo con despotismo a los reclamos de un empleado de rango inferior o de algún ciudadano portador de una queja.
Se desconoce si la iniciativa de indudables contornos éticos se ha mantenido o si ha sido llevada a otras áreas, pero uno sí puede pensar en cuán diferentes serían los resultados de las obras de cualquier Estado, en este caso el boliviano, si las autoridades superiores tuviesen el celo del burgomaestre mexicano por el comportamiento de sus subordinados.
Con ese fervor ético incorporado a otros niveles posiblemente no habríamos tenido casos de enormes sobreprecios en obras del Estado, compras millonarias sin licitación ni los complejos industriales con sobreprecios, los fraudes con precios hiperinflados para irradiar coimas, el caso Zapata y sus negocios chinos, ni los juicios manipulados de una justicia corrompida. En fin, todo esto para sugerir que Carlos Tema sea invitado a venir a Bolivia para narrar su experiencia. “Venda en los ojos que tapaba gran parte de su rostro, lentes negros, una chompa y un gorro grises y una mantilla” el día que sorprendió a los empleados, el alcalde Tema ha exhibido una forma de promover el buen trato, controlar la ineficiencia y evitar la corrupción.
Fuente: eldeber.com.bo