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Canallas

Eduardo Bowles

Mientras Carla Lorena Ríos, una atleta de élite que ha sido seleccionada para representar a Bolivia en una competencia en España vende tortas en las calles para pagar su pasaje, Max Mendoza sigue cobrando una “beca” de 22 mil bolivianos mensuales del Comité Ejecutivo de la Universidad Boliviana (CEUB), pese que no tiene mérito alguno, salvo que es un masista militante, compadre del cocalero Morales y cómplice de todas las matufias que se cometen a nombre de la autonomía en el sistema público de educación superior.

A Carla Lorena no la quieren ayudar, ni el viceministerio de deportes, ni su propia federación, que seguramente está plagada de sujetos como Mendoza, dirigentes atornillados en sus puestos, “ganaplata” que viven como reyes, cobrando viáticos, recibiendo comisiones y asistiendo a eventos de todo tipo con dinero del estado. No es la primera vez que esta deportista, que ha logrado varios récords en atletismo, recurre a la solidaridad de la gente y hace poco, la raquetbolista Angélica Barrios, que había obtenido un título internacional, se quejó porque las autoridades nacionales exibían sus logros como si fueran propios, pese a que sistemáticamente le han rechazado el respaldo financiero. La joven está pensando representar a otro país, tal como ya lo han hecho otros bolivianos en el pasado.
Max Mendoza es el presidente del Confederación Universitaria Boliviana (CUB) y es considerado autor intelectual del atentado ocurrido hace unos días en la Universidad Tomás Frías, de Potosí, donde murieron aplastadas cuatro estudiantes. Ese crimen fue cometido para beneficiar a Mendoza, pues querían evitar el cambio de autoridades estudiantiles y evitar así una nueva elección en el CUB, donde peligraba su continuidad.
Mendoza, de 52 años, es un “palo grueso” dentro del MAS, lo apodan “el abuelo” porque es estudiante universitario desde hace casi 30 años y para el oficialismo ha sido clave su incidencia en las universidades públicas del país, para que los rectores, decanos, docentes y estudiantes sean fieles aliados del régimen, a un alto precio, por supuesto.
Precisamente, la tragedia de Potosí, no sólo ha servido para poner al descubierto a este canalla y a las autoridades que les dan de comer, sino para evidenciar toda la connivencia que existe entre las universidades estatales y el gobierno. La autonomía ya no existe, el MAS la ha destruido y la ha puesto al servicio de la corrupción, el despilfarro y la politiquería que reinan en el estado plurinacional.
Lamentablemente, los canallas se cuentan por miles en las universidades, cuyas aulas están llenas de aprovechadores, entre estudiantes crónicos, dirigentes de la peor calaña, docentes y autoridades que son cómplices de esta situación. Por desgracia, los jóvenes que sí van a estudiar, los que quieren forjarse un destino con esfuerzo y capacidad están mirando esta “cátedra” indecente y tenebrosa y se dan cuenta que el estudio no es importante ya que en este país más vale ser un canalla.
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