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Si lo hubiéramos hecho antes…

Gary Antonio Rodríguez A 

“Ayer me dijeron que de vez en cuando preguntas por mí; también me dijeron, yo la vi llorando, cuando hablan de ti… ¡Si lo hubieras hecho, antes de partir! ¡Si lo hubieras hecho, antes de sufrir! Hoy tendrías tanto, tanto amor, y solo te queda, el hablar de mí”. Triste historia ¿no? Esta canción de los 60 fue interpretada por el cantautor argentino Yaco Monti y su lamento puede aplicarse no solo a situaciones sentimentales, sino de toda índole.

La vida nos plantea cada día la oportunidad de decidir que lo que ocurra en el futuro sea la consecuencia de las decisiones buenas o malas que tomemos en el presente. ¡Cuántas veces miramos hacia atrás y vemos que pudimos haber forjado un mejor presente y un futuro mejor aún, y nos arrepentimos de no haber tomado las decisiones más adecuadas! Hoy somos el resultado de nuestras decisiones de ayer y nuestro futuro dependerá en gran medida de lo que decidamos hoy.

La canción en cuestión da cuenta de una relación rota, tal vez por una mala decisión producto de una actitud negativa, un desapego, la falta de confianza o perdón, etc., que la motivó, trayendo en consecuencia remordimiento o un tardío arrepentimiento.

Recuerdo que, en 2007, Cainco e IBCE plantearon diversificar la matriz energética del país produciendo biocombustibles, anticipándose a la terrible ecuación ahora consumada, de una baja en la oferta nacional de combustibles frente a un aumento de la demanda por la expansión económica y la cada vez más costosa subvención pública del precio de la gasolina y el diésel.

El libro Biocombustibles sostenibles en Bolivia, de 400 páginas, se presentó en 2008 mostrando la factibilidad de generarlos en los 9 departamentos del país, en base a cada vocación productiva.

Fabricar “combustibles verdes” renovables para sustituir los “combustibles negros”, fósiles y no renovables, generando inversión en el agro para desarrollar las mejores materias primas o aprovechar las nativas ya existentes, de forma sostenible y sustentable, fue la propuesta, en facilito.

Producir bidodiésel, v.gr., a partir del cultivo extensivo de jatropha (piñón) recuperando áreas impactadas, y aprovechar suelos semiáridos inutilizables por la escasez de agua, con una planta casi perenne que da fruto por lo menos por 50 años, hubiera cambiado para bien la vida de decenas de miles de campesinos garantizándoles ingresos por generaciones dado que la siembra y la cosecha son manuales. De igual manera, se dio la idea de producir bioetanol (alcohol anhidro) para sustituir la gasolina con diferentes materias primas -la caña de azúcar, principalmente- con igual efecto multiplicador socioeconómico, para sustituir importaciones y ahorrar divisas que tanta falta hacen.

Pero, no, no se hizo caso, se escuchó la voz agorera de los “medioambientalistas” que elucubraban afiebradas historias, y a gente ideologizada que decía “no vamos a dar de comer a la chatarra”…

Sin embargo, como la necesidad tiene cara de hereje, diez años después de publicado el estudio por Cainco e IBCE, en 2018 se aprobó la Ley de Aditivos de Origen Vegetal para su producción, uso y comercialización con la finalidad de sustituir gradualmente la importación de gasolina y diésel, garantizando la seguridad alimentaria sin descuidar la provisión de los alimentos. Para el que quiera comprobarlo, en la contratapa del libro decía: “Generar biocombustibles respetando el medio ambiente y la biodiversidad, produciendo más alimentos con equidad social, es posible”.

Tan lamentable demora ocasionó a nuestro país un gasto de más de 14.000 millones de dólares por la importación de combustibles fósiles -desde entonces hasta hoy- y si bien vamos sustituyendo tímidamente la gasolina fósil con bioetanol, en 2021 gastamos más de 620 millones de dólares en ella, mientras que con el diésel nos fue peor pues el gasto sumó 1.500 millones de dólares, y lo grave es que la planta para producir “diésel ecológico” que se construirá el Estado funcionará en 2024, sin que haya aún incentivos para producir a escala la materia prima necesaria.

Aquí cabe lo de la canción -“si lo hubiéramos hecho antes”- pero primó la mala decisión y ahora sufrimos. Igual pasa hoy mismo, desde 2007, con el clamoroso pedido de biotecnología para el agro, cuya negativa hizo que en 2021 Bolivia perdiera de ganar 700 millones de dólares adicionales por la exportación de soya, y este año perderá más. De otra parte, se viene el problema del maíz y su posible escasez, lo que nos obligará a importar…¡maíz transgénico!

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