
Fuente: La Boliviada
Los años de dominación conservadora en la incipiente república de Venezuela se caracterizaron por la estimulación del malestar general en los pocos sectores productivos y morales que existían para la época, perjudicados por la legislación librecambista y la indiferencia religiosa promovida por los directores gobernantes, concretándose insurrecciones desde variados representantes de la sociedad, desde los antiguos próceres en 1835, hasta conatos de zambos y bandoleros. Como bien referencia Laureano Vallenilla Lanz, del año 30 al 47, que comprende el período mal llamado conservador, no hubo un solo día de paz en Venezuela.1
En esta ocasión se permitirá reseñar una de estas muestras de descontento, resaltante por el contenido ideológico de esta, de marcado tinte no solo conservador, sino pudiera ser catalogada de reaccionario. La palabra reacción da para un uso variado que en ocasiones resulta superflua, para definirla se usara la primera significación que le encuentra el antropólogo Jaime María de Mahieu:
«En sentido propio, esfuerzo de una Comunidad para reencontrar sus condiciones internas de afirmación, vale decir, su orden natural».2
El día 29 de diciembre de 1843, se daba un pronunciamiento en el cantón de Nirgua de la provincia de Barquisimeto (hoy presente en el estado Yaracuy) liderado por los señores Joaquín Pereira, Francisco Trujillo y Bartolomé Linares, la revolución3 tenía como objeto:
«reunir al Consejo Municipal, obligarlo a firmar un acta pidiendo reformas, aclamado la religión, derogar la ley del 10 de abril, y por último, pidiendo un cambiamiento político».4
Esta intentona se fundamentaba en la defensa de la religión católica frente al gobierno liberal y sus instituciones entronizadas desde 1830, dicha insurrección a pesar de ser sofocada por la milicia rápidamente, demostraba los descontentos en los diferentes sectores sociales de la vida nacional durante la oligarquía goda. La procedencia de los principales lideres de esta, según la prensa oligarca, los vinculaban con el partido liberal5, compuesto de hacendados y comerciantes afectados por las leyes de usura, aun cuando ya las editoriales de El Venezolano trataban de desmarcarse de los sucesos.6 El mencionado Joaquín Pereira, además de comerciante también era militar. Lo observamos en marzo 1828 como Capitán de la tercera del batallón de Barquisimeto número 7 en una Representación de Milicias del cantón de Yaritagua, dirigida al Libertador Bolívar en apoyo a su autoridad previo al desarrollo de la Convención de Ocaña.7 Un año y medio después lo vemos ahora como firmante de una exposición en que se desconoce la autoridad del Libertador dada en Puerto Cabello.8 Al parecer tenia cierto prestigio en el lugar ya que fue motivo de reconocimiento por sus servicios prestados a la independencia en 1840.9 El caso de Pereira es fundamental para entender sus motivos de insurreccionar, como bien se dijo fue afectado por las leyes promulgadas en 1834, siendo un escandalo por su quiebra reseñado en varios periódicos de la época, cuyas deudas alcanzaban un total de 22.000 pesos.10 Otro cabecilla interesante lo encontramos en la persona de Bartolomé Linares, quien lejos de encontrar registro de su inclinación independentista, al contrario, lo observamos en el cargo de regidor del cabildo realista en Nirgua y firmante en apoyo al Manifiesto de las provincias de Venezuela a todas las naciones civilizadas de Europa, documento ideológico que fundamentaba la unión con la península y contrario natural a la independencia, redactado por el caraqueño José Domingo Diaz.11 Obsérvense los antecedentes.
En el acta de la declaratoria se exponían los motivos y objetivos de la revolución, que copiamos:
«En el nombre de Dios Todopoderoso, en la ciudad de Nirgua de Santa María de Nuestra Señora de La Victoria, a los veintinueve días del mes de diciembre del año del señor de 1843. Nos, los que suscribimos padres de familia y ciudadanos del cantón de Nirgua todos reunidos en el salón de las sesiones del Consejo municipal para expresar con libertad, seguridad y energía los votos más sinceros de nuestros corazones, apoyados en la razón y en la justicia para animarnos a romper las cadenas de opresión y libertinaje en que nos hallamos envueltos: para lo cual y bajo los auspicios de la Divina Providencia, nos constituimos con nuestras vidas, nuestros intereses y todo aquello que este al alcanze de nuestras fuerzas naturales destruir, plantando vigorosamente y con una constancia desinteresada nuestros primitivos derechos arrancados con dolor de nuestros corazones por la fuerza y la injusticia de la impiedad de unas leyes libertinas: cuyos principios vejados, oprimidos y combatidos por el torrente germinador del crimen y de la inmoralidad penetra por todas partes levantando el estandarte de la abominación y de la ruina apoyado por unas leyes que reniegan de todo derecho y orden legal, destruye a la sociedad y la convierte en un monstruo que se devora mutuamente: protestamos impávidamente bajo los pactos expresados y con el juramento más puro y solemne, que ante la faz del cielo y la tierra prestamos, sacrificar nuestros intereses, abandonar nuestras caras esposas e hijos por el principio regenerador a que nos constituimos restablecer cual es la religión del crucificado nuestro Señor».12
Entre los causales de la proclamación se exponía la subyugación de la Iglesia por parte del gobierno y su invasión al plano espiritual, la usurpación a los derechos del pueblo y la corrupción, la naturaleza engorrosa e impía de las leyes, el relajamiento de la moral y la tolerancia a otros cultos, que perjudicaban a la sociedad y su correcto funcionamiento:
«Remitimos las causales que nos ha impelido a la justa proclamación: 1° en la experiencia que tenemos para creer en la dificultad para ceder el Gobierno a una solicitud que pugna con sus instituciones ateístas y libertinas probada esta desconfianza con los diferentes reclamos que en varias épocas legislativas y sobre el mismo asunto han ocurrido varios pueblos, cuales han merecido el desprecio y la censura maligna. 2° Que el Gobierno siendo un tirano usurpador de los derechos del pueblo, le es duro sacrificar su voluntad en la que fija sus esperanzas de un eterno matrimonio a costa de los mayores sacrificios del pueblo, y por cuya razón no muy fácil le es ceder a una petición de suma entidad que nada menos desenvuelve toda una reforma de las leyes y la política. 3° Que la tolerancia en materias de religión perjudica en sumo grado a las clases de la sociedad, dándose cabida a los delirios y sarcasmos de doctrinas extranjeras del filosofismo del siglo XVIII; para corromper y destruir las sanas costumbres a despecho y aunque de la moral cristiana. 4° Que no siendo atribución del Gobierno civil mezclarse en el espiritual, en asuntos que le limiten en extensiva propagación, se ha abrogado la facultad de subyugarle con suma restricciones mancillantes a el honor e independencia, despojándole de su libertad y usurpándole sus derechos. 5° Que el relajamiento impávido de costumbres, la discordia civil y la división de clases sociales, la ha propagado el Gobierno con sus leyes libertinas. 6° Que el Gobierno ha faltado a la fe publica que se constituyó cumplir y sostener, y además con sus propias manos ha despedazado la Constitución y hechose todo un tirano. 7° Que el Gobierno presagia en su política solapada sumirnos para siempre en las ruinas de una esclavitud extranjera. 8° Que los pueblos abrumados con la onerosa carga de tantas corporaciones y tribunales judiciales se hallan entre el caos de la desesperación y lamento. 9° Que el Gobierno, cual una sórdida lima, ha destrozado a los pueblos tomándole en sus garras como un león hambriento a la presa. 10° Que el Gobierno dado el crimen y a la adulación, desprecia las recompensas que por justicia le son debidas al mérito y a la virtud. 11° Que la mala administración de las leyes, nada le deja que esperar al infeliz, porque si una ley le favorece, un decreto le destruye. 12° Que los gobiernos filantrópicos de todo país civilizado, sus deberes principales son unir a las masas de la sociedad, en una sola familia, un solo partido; estableciendo la paz, proteger la agricultura, favorecer al desgraciado desvalido, premiar al industrioso, respetar a la virtud para que de este modo se haga una paz profunda y una felicidad verdadera. 13° Que el Gobierno ve con indiferencia consumada los gritos de la humanidad espirante, consumiéndose en el tormento de la miseria, que con su espada y mano de bronce la ha destrozado; y 14° Que sí la Nación venezolana delegó sus poderes para separarse del Gobierno de Bogotá, ha sido bajo la fe de no ser traicionada, y confiada en que las bases que se constituyesen debían ser bases sólidas que dieran estabilidad y garantías a las propiedades. La Nación pues por estos hechos no es responsable ni por las leyes divinas, ni por las humanas al reclamo de sus derechos por las vías que le conduzcan las circunstancias, porque todo esto no hace más que unirse a sus derechos traicionados y usurpados, ella pesa la existencia de la justicia y de su deber por lo que de todo lo dicho se infiere, que el Gobierno ha perdido la opinión y la confianza siendo un deber de los pueblos unirse para constituirse con solidez siendo de necesidad una convención que arregle nuestras cosas e intereses, para conseguirlo nos hemos reunido y para sostenerlos estamos pronto al sacrificio».13
¿Qué responde el jefe civil de la localidad ante esta situación? apréciese:
«los hombres de aquel lugar son imbéciles y tienen una tendencia natural a lo perverso y lo malo; y no es de dudarse que un individuo poseído de las mismas ideas y valiéndose de una época tan crítica como la que hoy experimenta Nirgua, llegue ahí, meta la tiranía, y se haga de una fuerza difícil después de debilitar y que puede traer muy graves resultados».14
Notable como se califica de imbéciles a vecinos que se reunieron a debatir sobre la situación de la patria y las reformas que necesitan sus instituciones. Este episodio demuestra la heterogeneidad y diversidad entre las demostraciones nacionales contra estado de las cosas para las primeras décadas de vida de la nación venezolana.
Vallenilla Lanz, Laureano. «Cesarismo democrático: estudios sobre las bases sociológicas de la Constitución efectiva de Venezuela». Venezuela: Tip. Garrido, 1961. pág. 188.
Mahieu, Jacques. «Diccionario de Ciencia Política». Argentina: Book´s International, 1966. pág.. 304.
Ibid.. pág.. 310.
«Revolución significa “vuelta atrás”: no vuelta a al pasado, por cierto, sino al orden natural desvirtuado por la incapacidad funcional del Estado debilitado u ocupado».
Rojas, Aura. «Insumisión Popular 1830-1848». Venezuela: Centro Nacional de Historia, 2009. pág. 167.
La acusación va por parte del semanario El Promotor, se cita la edición donde viene adjunto el documento de los insurrectos.
El Promotor. Venezuela: Imp. por G. Corser, 1843. 15 de enero de 1844, nro. 39.
Guzmán, Antonio Leocadio. Editoriales de «El Venezolano». Venezuela: Imprenta Al Vapor de La Opinión Nacional, 1883. pág. 21.
Blanco, José Félix. Azpurúa, Ramón. Documentos para la historia de la vida pública del libertador de Colombia, Perú y Bolivia (tomo XII): Puestos por orden cronológico, y con adiciones y notas que la ilustran. Venezuela: «La Opinión nacional, 1875. pág. 291.
Blanco, José Félix. Azpurúa, Ramón. Documentos para la historia de la vida pública del libertador de Colombia, Perú y Bolivia (tomo XIV): Puestos por orden cronológico, y con adiciones y notas que la ilustran. Venezuela: La Opinión nacional, 1878. pág. 38.
Boletín del Archivo Nacional (ediciones 1-4). Venezuela: El Archivo, 1923. pág.. 219.
Banko, Catalina. El capital comercial en La Guaira y Caracas (1821-1848). Venezuela: Academia Nacional de la Historia, 1990. pág.. 201.
Jonama, Santiago. Un indígena de la América del Sur. Cartas al Sr. abate de Pradt. España: Imprenta del editor, 1829. pág. 211.
El Promotor. Venezuela: Imp. por G. Corser, 1843. 15 de enero de 1844, nro. 39. pág.. 349.
ibid..
Rojas, Aura. «Insumisión Popular 1830-1848». Venezuela: Centro Nacional de Historia, 2009. pág. 167.
José Gregorio Sáez