LA INFLACIÓN AMENAZA A EUROPA
Las impactantes declaraciones populistas de los políticos europeos contra el “fundamentalismo de la austeridad” que dicen que: “las medidas y los sacrificios impuestos a los ciudadanos sobrepasan los límites de lo soportable», y que «Europa necesita un pacto por el crecimiento», tendrán su consecuencia: la inflación pero no el crecimiento económico sustentable. Ya en Alemania los sindicatos quieren un aumento salarial igual al doble de lo que propone su gobierno. En España dicen que el gobierno quiere imponer “las condiciones laborales de China” y demoler los servicios públicos.
Los políticos europeos y sus economistas no se dan cuenta que su problema – y también de EEUU- es consecuencia de la inundación de dinero en el mundo, hay un excesivo dinero acumulado acompañado de gigantescos insolventes e hipertrofiados mercados financieros. No pueden salir de su encasillamiento ideológico que les hace creer que desde el mundo de la política se puede manejar de mejor manera la economía real de lo que hacen los mercados libres.
Los políticos europeos y sus economistas se están equivocando porque no tienen un correcto diagnostico de la crisis europea. “Europa necesita crecer”, claman todos ellos, cuando hace cincuenta años que es la región desarrollada del mundo con menor crecimiento. Dicen que la receta alemana de imponer austeridad fiscal y una flexible política salarial no funciona. Tienen razón cuanto dicen que cuando más se prolongue la recesión y el desempleo, más europeos se volverán en contra del euro, la inmigración y el libre comercio, pero no dicen que con este comportamiento lo único que harán es prolongar sus problemas sin resolverlos. Es probable que ante la presión social los gobiernos flexibicen la política fiscal y la política monetaria con lo que llegará la inflación a toda Europa. Este proceso vendrá acompañado con el resurgimiento de un fuerte nacionalismo que impida la inmigración, que frene el necesario libre comercio mundial, poniendo, de esta manera, en peligro la existencia del euro. Esta situación no impedirá la recesión económica, el desempleo y la caída de los niveles de vida, por el contrario los acentuará. A su vez, esto tendrá efectos en la economía mundial, reduciendo primero el comercio mundial y luego el crecimiento de la producción, con lo que se aumentará el desempleo mundial. En un mundo globalizando lo que hace un país afecta, para bien o para mal, a los demás países.
Lo que los políticos y economistas europeos no entienden es que la disyuntiva no es entre recesión económica y reactivación económica, sino que es entre “recesión económica sin inflación y recesión con inflación”. ¿Cuál tiene menor costo social? Por supuesto la primera opción. La recesión es inevitable, es el costo social del despilfarro de décadas de gobiernos populistas. La recesión económica que Europa ha de vivir es para largo tiempo, y es el costo del modelo socialista light que construyó durante todo el siglo XX, que hoy es inviable.
La zona del Euro requiere urgentes reformas que se dirijan a acelerar la liberalización y flexibilización de sus mercados, de todos, en particular del mercado del trabajo. Una apertura plena al libre comercio mundial de bienes, servicios y factores productivos. Europa tiene que abrir completamente todos sus mercados a la competencia de otros países y en todos lo sectores. Basta de tratados de libre comercio, se requiere libre comercio. Se requiere una reducción fundamental de los anquilosados aparatos estatales porque es imposible seguirlos financiando con deuda y mucho menos con impuestos. Privatizar toda actividad económica para mejorar la eficiencia y para disminuir los excesivos niveles de endeudamiento público. Todo este cambio estructural tiene un costo y beneficio. El costo es inmediato y se llama recesión económica. El beneficio es a largo plazo y se llama mayor crecimiento económico sostenible sin inflación tanto para Europa como para todo el mundo.
El reciente triunfo del candidato socialista a la presidencia de Francia puede hacer pensar que se hará eco de los discursos populistas señalados, sin embargo, la prudencia ha estado presente en su primera declaración cuando ha dicho: “la austeridad no puede ser una condena”. Es que cualquier economista que estudia como funcionan los mercados –no todos entienden- especializado en economía fiscal y economía monetaria, medianamente informado sobre lo que ocurre en Europa, sabe que llegó el tiempo de la austeridad al Estado del Bienestar. No obstante, se han incrementado las posibilidades de un relajamiento fiscal en Francia, de un mayor proteccionismo económico y de una mayor inflación.
La Paz, 15 de mayo de 2012
*Miembro de la Academia Boliviana de Ciencias Económicas