ArtículosInicioPercy Áñez Castedo

El esperado desengaño

El político que juega insensiblemente con la prebenda, el compadrerío y el acomode a lo circunstancial, es fácilmente comparable con el amante que enamora, ilusiona y endulza el oído de su víctima con lindas palabras que invocan al amor, al respeto, la dignidad, la libertad, y en fin, a todas las causas por las que cualquier persona tiene tremenda debilidad y que por ello no cesa de buscar fatigosamente durante toda la efímera vida.

Digo que el canalla político y el infiel amante son hermanos, porque ambos repudian y niegan con vehemencia ciertos actos, y juran en nombre de quien sea conveniente para ocultar su verdadero pelaje. Este dañino personaje, cambia de parecer y actitud según le convenga, y cuestiones como el honor le resultan poco prácticas, siempre actúa de una manera turbia y sus acciones nunca son lo que parecen.
El alcalde de Santa Cruz parece reunir aquellas oscuras peculiaridades, pero no solo, por lo que algunos todavía crédulos, creen que se trata de un giro copernicano en cuanto a sus preferencias políticas-partidarias, sino por su desafiante y constante atrevimiento contra las personas que lo rodean.

A decir verdad, las preferencias partidarias de un individuo que políticamente está acabado, tanto por su avanzada edad como por el constante auto atentado al que somete su propio prestigio, me traen sin cuidado. Será él, quien lidie con las duras consecuencias que ya han padecido otros peones políticos que buscaron el acomodo más fácil y jugoso; y no es raro, cualquiera aborrece la falta de coherencia entre palabras y actos, y será el voto quien demuestre que la palabra tiene un valor incalculable, y que quien la viola es un cobarde.

Fernández no solo representa el ejemplo ya mencionado de mal político y mal amante, sino que también encarna la conducta de una persona que ha caído bajo la terrible influencia del alcohol (no digo que sea alcohólico, simplemente que actúa como uno), pues no es normal ese su actuar tan absurdamente belicoso y prepotente del cual se vanagloria para que creamos que está loco; no está loco, simplemente está borracho de poder.

Pues esto es lo que sucede con don Percy Fernández, un individuo que en los últimos meses ha tratado de humillar a muchas personas, especialmente a los que pertenecen al gremio periodístico; y posteriormente, como el alcohólico, se arrepiente, o mejor dicho, sabe que debe arrepentirse y pide disculpas de una manera no digna de un caballero. Quien lo mire o escuche no sabrá si sentir lástima o molestia, puesto que tratando de humillar a alguien se ha humillado a sí mismo.

Probablemente el susodicho cree que los ciudadanos siguen enamorados de él y que puede esconder las tremendas deficiencias administrativas de su gestión con berrinches infantiles e indignos. Habrá que dejarle claro al señor alcalde que la ciudadanía cruceña entiende muy bien la diferencia entre brutalidad y franqueza, la diferencia entre hablar sin pelos en la lengua y humillar, y que la caballerosidad no consiste en pedir perdón, así a la rápida como por obligación, sino en no cometer nuevamente el mismo equívoco.

Es innegable que ayer y todavía hoy seguimos concibiendo a la política de esta manera, muy a menudo aceptamos la corrupción y los comportamientos turbios como un mal inevitable; seguimos entendiendo a la política como un campo de acción distanciado de la ética y valores humanos tan importantes como el honor, la palabra, el servicio, el respeto; y, precisamente por eso, no han podido nacer líderes que tengan la capacidad de llevar adelante un cambio estructural en la pantanosa mentalidad gobernante, en la cual se ha institucionalizado la barbarie, que cada día nos trata de hacer más pobres y miserables de espíritu. No permitamos que mañana nuestra historia se la siga contando con el presente atemporal, cambiemos de página, cambiemos de tiempo, no toleremos más abuso y más engaño.
(22092012)

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