El proceso político boliviano sigue una rica trayectoria desde la creación de la República en 1825, pasando por el periodo de los Caudillos Bárbaros hasta las dictaduras militares de los años 60 y 70 del siglo anterior. Sin embargo, también tuvo periodos democráticos en los que sólo podían votar los sectores pudientes, alfabetizados y del sexo masculino. Esta era la llamada democracia censitaria que perduró hasta mediados del siglo XX.
La democracia plena recién se inicia durante la Revolución Nacional del 52 con el Voto Universal y otras medidas estructurales, reconocedoras de los derechos civiles y políticos de los bolivianos, como la Reforma Agraria, la Reforma Educativa, la Ley General del Trabajo y la Seguridad Social entre otras, que lograron una mayor inclusión ciudadana en el desarrollo social, económico y político del país.
La Revolución Nacional se interrumpió en 1964 para dar inicio al periodo de las dictaduras militares que fueron el brazo operativo de la Doctrina de Seguridad Nacional, impuesta por el imperialismo norteamericano para frenar la injerencia de la revolución cubana en nuestro continente, con las guerrillas urbanas y rurales entre procesos fuertemente populistas que significaban atrayentes caldos de cultivo para la expansión de las ideologías socialistas y comunistas de moda en esos tiempos.
El periodo de las dictaduras militares duró hasta octubre de 1982 y eso es lo que celebramos actualmente después de 30 años de democracia, aunque en lugar de recordar con nostalgia lo sucedido desde entonces, deberíamos analizar qué hemos avanzado como sociedad y Estado, a qué niveles de desarrollo hemos accedido y qué nos falta para realizarnos como pueblo, a la luz de lo que sucede en un proceso de cambios todavía no identificados en la actual coyuntura política.
Las luchas por la democracia, de las que fuimos protagonistas directos muchos de mi generación, habiendo sufrido en carne propia: exilios, cárcel y persecución, son la mejor escuela que tuvimos para entender de manera nítida que al pueblo boliviano no le preocupa tanto el carácter de las ideologías, sean estas de derecha o izquierda, sino la falta de políticas que interpreten sus aspiraciones y respondan a sus necesidades que, en nuestra realidad de país subdesarrollado, son todavía necesidades básicas que permanecen insatisfechas sobre todo en materia de salud y educación.
Desde ese punto de vista, vemos con frustración que el actual proceso democrático, protagonizado autoritariamente y de manera centralista por el Estado Plurinacional, se va distorsionando hasta llegar a resquebrajarse, dando lugar a una ficción democrática que se expone mediáticamente con altos costos para el pueblo, pero encubre un sistema político totalitario que no admite disensos, es discriminador con la región que no controla políticamente, como Santa Cruz, y tolerante con sectores sociales que se colocan al margen de la ley, como son los cocaleros y avasalladores de tierras.
A 30 años de la última dictadura militar hemos retrocedido y lamentablemente nos encontramos ante un “despotismo democrático”, que en el Siglo XIX Alexis de Tocqueville anticipó en su obra: “La Democracia en América”, afirmando que: “uno de los peores riesgos para la democracia es la tiranía de las mayorías” y a eso hemos llegado actualmente: saltando de una dictadura militar a una dictadura democrática. ¿Hasta cuándo?//
Santa Cruz, octubre de 2012