ArtículosIniciosemana del 12 de NOVIEMBRE al 18 de NOVIEMBREWinston Estremadoiro

Aclarando andinocentrismos sobre el Beni

Me acordé de mi profesor de historia en la Universidad de Houston. Creo que fue de cáncer, pero quisiera pensar que Charles Bacarisse murió en su velero, en aguas tormentosas de la bahía de Galveston, donde alguna vez le acompañé en domingo de sol y mar. Conservo el ejemplar del Hispanic American Historical Review de agosto 1966 con su apellido tachado, que me regaló llamando mi atención a un artículo de Lewis Tambs, “Rubber, Rebels, and Rio Branco: The Contest for the Acre”. Su traducción debería ser lectura obligatoria en Altos Estudios Nacionales, quizá denominado así por su sesgo altiplánico. Una versión liviana daría luces a la “jumentud” escolar sobre la Bolivia ignorada cuyo resto territorial es dos tercios platense y amazónico, hoy ahíta con dieta falaz aderezada de indianismo aimara-centrista y conservacionismo pachamamista.

Me impele un artículo de la revista dominical de un diario paceño sobre un ferrocarril tragado por la selva: el Madeira-Mamoré. Es pieza de espléndida fotografía pero de desorientada, o incompleta, prosa.

No es cierto que “la Guerra del Acre le quitó a Bolivia territorio que pudo ser la puerta hacia el Atlántico”. Si bien se perdió el Acre a la rapacidad carioca, el río que da nombre al actual estado brasileño es quizá demasiado angosto y largo para llegar al mar por el río Amazonas. Además, depende de Manaos, donde se gestaron los dos intentos, en 1899 y en 1903, de escamotear el territorio boliviano mediante migrantes brasileños interesados en la goma o caucho. Igual que en Texas y en el Litoral boliviano. Cuidado que la historia de la Hevea Brasiliensis, nombre científico de la goma, se repita con la nuez de Brasil, como se identifica falazmente a la castaña cuyo mayor productor es Bolivia. ¿Acaso no continúa la política de las fronteras móviles en Itamaratí?

En realidad es la desidia andino-centrista adonde hay que apuntar. Según imaginario masoquista del país, Melgarejo recibió un generalato y un caballo por la cesión en 1868 de territorio entre la boca del río Madeira y la mitad de su curso en la orilla norte, que pertenecían a Bolivia. La compensación más valiosa fue la obtención de facilidades portuarias en Porto Velho y derechos de navegación en el río Madeira y su desembocadura al Atlántico por el río-mar, el gran Amazonas.

No estaban el Mariscal Sucre y sus curtidas tropas colombo-venezolanas que en 1825 amenazaran entrar a Brasil, en reacción al intento del gobernador de Mato Grosso de anexar Chiquitos, cuando el voraz lector de mapas que fuera el Barón de Rio Branco advirtiera invadir Bolivia si no se avenía a la cesión del territorio acreano. El ferrocarril Madeira-Mamoré fue parte de pago por el Acre, amén de dos millones de libras esterlinas. Incluía un puente sobre el río Madeira, que uniría Guajará Mirim con “la banda” boliviana, y continuaría hasta Riberalta, donde una ancha avenida preveía la llegada del tren que no arribó.

La Columna Porvenir de civiles agrupados en la Perla del Manutata, salvó Bahía, hoy Cobija en recuerdo del puerto en el litoral perdido. Fuera idea de Nicolás Suárez, tal vez debería llamarse Villa Racua en honor del ixiameño de flechas incendiarias en la Batalla de Bahía, que la salvaron de ser brasileña. El entusiasmo boliviano de unir por tren La Paz con la capital del territorio del noroeste, Riberalta, llegó hasta terraplenes ferrocarrileros en La Cumbre, que podían entreverse, en ruinas, hasta los años setenta.

¿Qué pasó con recursos del puente y el tren hasta Riberalta? En 1958 se confabularon cruceños y paceños en el Congreso y los destinaron al ferrocarril Corumbá-Santa Cruz. Es origen de magro porcentaje del once por ciento de regalías cruceñas, que se destinan, tal vez a desgano, para que los malgaste una Trinidad donde, a decir de una itonama, “todo se define, ya que el presupuesto se maneja en la capital departamental”.

¿Cuál es la última muestra del indianismo aymara-centrista y el conservacionismo pachamamista? Pues la reticencia a uncir el carretón energético boliviano al fórmula uno de la determinación brasileña de construir represas hidroeléctricas en el río Madeira, aprovechando el choque orogénico del llamado Macizo Brasileño con las estribaciones de la Cordillera de los Andes, que dan origen a cachuelas. Pronto serán concluidas las de Jiraú y Santo Antonio, quedando pendientes de la necedad pachamamista las de Riberão y Cachuela Esperanza, la una binacional y la otra toda boliviana. Una parte menor energizaría el norte boliviano, y la mayor parte se vendería a Brasil. ¿Se quejará Bolivia del río internacional de curso sucesivo que es el Madeira-Mamoré y de las hidroeléctricas brasileñas?

La parte más importante no sería la energía vendida a Brasil, cuyas regalías llenarían las arcas departamentales, quizá para revivir iniciativas ancestrales mojeñas que domaron el aciago ciclo de sequía e inundación en el gran Paitití. Serían las esclusas paralelas a las usinas eléctricas, que permitirían a Bolivia llegar al mar por el Amazonas, dejar de llorarle a un altanero Chile y hacerle el quite a un sinuoso Perú. De paso, revivir el turismo con el tren Madeira-Mamoré por el que se vendió el Acre.

Brasil estuvo de acuerdo con las esclusas navegables, hasta que el falso pachamamismo introdujo conservacionismos truchos en las negociaciones. Es la continuación del andinocentrismo que ha plagado la historia boliviana, en detrimento de la mayor parte de su heredad territorial, que es platense y amazónica.

Ref. Fotografia: Victoria. Esta pintura de Pando muestra a Racua lanzando una flecha incendiaria vía ElDía.

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