Hecha la ley, hecha la trampa
Dicen los sociólogos que el cambio propiciado por el avance tecnológico viene aparejado con el rezago en el cambio social. La gente es lenta en adoptar nuevas innovaciones y prefiere el encierro de sus viejos hábitos. Nada mejor para ilustrarlo que la revolución de las comunicaciones. El siglo pasado empezó siendo el de las guerras y terminó como el de la globalización de la información. Ambos están ligados, ya que no hay mayor impulsor de invertir en tecnología que el afán humano de matarse los unos a los otros. Ejemplo es la comunicación globalizadora llamada Internet, ¿acaso no fue creación militar de la Segunda Guerra Mundial que se les fue de las manos a los milicos gringos?
Ojala que de la sartén de los militares no se caiga en brasas capitalistas, o peor, en el fuego de la dictadura. Ambos quisieran meterle mano. Ejemplo de lo primero es la batalla por el control de la música, que aunque saque roncha a los recaudos que protegen derechos de autores e intérpretes, está destinada a ser de acceso general con las computadoras que copian cedés ilegales de inicio –quizá tanto como los periódicos de papel que tarde o temprano cederán el paso a los diarios digitales. Muestra de lo segundo fue la declaración de un vicepresidente que alardea de 25.000 libros. Anota los nombres de quienes ofenden la dignidad presidencial en las redes sociales, nueva forma de relacionamiento que trajo la Internet, a los que no salen de sus casas por temor a un cuchillazo por un celular, o ser violadas y asesinadas. ¿Será que de “q’ananchiri” lector involucionó a Robespierre amenazador?
En Bolivia somos afectos a las soluciones facilonas. Hay millones de analfabetos. La destreza demagógica de los que mandan no encarga a miles de jóvenes desempleados que enseñen primeras letras a sus compatriotas y de paso conozcan la realidad del país, tal vez en opción al servicio militar obligatorio o al colmatado premilitar. En vez de ello, importan misioneros cubanos y de sopetón hay analfabetismo cero, cosa que desearían tener los países avanzados. Detectaron que las deficiencias educativas en la escuela eran las computadoras inexistentes, y el gobierno de 36 naciones originarias y Torre de Babel idiomática compró miles, quizá ya obsoletas. Soplan que el cuello de botella está en maestros que no conocen el alfabeto cibernético, porque quizá lo único que se internaliza de las miles de laptop del magisterio es la efigie del amado líder y gran timonel en sus tapas. No creo que Cuba enviará misiones al respecto, ¿no meten a la cárcel a blogueras disidentes en su país?
Está claro que además del rezago cultural que conlleva el analfabetismo –sin hablar de la variante funcional de la mayoría de personas que prefieren la caja boba de la tele a un buen libro- hoy en día rige una nueva forma de atraso: la escasa o ninguna familiarización con los avances cibernéticos. El burro por delante: yo mismo, que paso demasiado tiempo delante de mi laptop, lamento apenas conocer su sistema operativo, manejo un poco el potencial que ofrecen los procesadores de texto, araño planillas electrónicas y a porrazos me lío con presentaciones de Powerpoint. Creo que ser sabio es saber buscar la información, así que laborioso coleccioné libros y folletos, apuntes y periódicos; ahora confieso mi adicción a “gogglear”, que lo que no es lo mismo que plagiar. Yo, que vendí libracos para pagar mi universidad, hoy desdeño la doctoral Enciclopedia Británica por la democrática Wikipedia. Anhelo tener una “tableta”, que en mis tiempos no pasaba de ser la cafiaspirina, pero lejos estoy de los teléfonos inteligentes y su léxico innovador.
Tales disquisiciones tienen que dar paso a la liviandad, porque de lo contrario, reviento. El otro día tropecé con una noticia insólita, aún en este país alucinante: la creación en Chulumani, de la Asociación de Autos Indocumentados, cuyo presidente fue posesionado por su equivalente de la agrupación de Personas con Capacidades Diferentes. Si este último andaba en silla de ruedas, o nació atormentado por el Síndrome de Down, vaya y pase. Si no, me sacó de mi lúgubre fantasía para llevarme a otras más risibles, no por ello menos censurables.
Imaginé que el ejemplo será imitado por la Asociación de Matuteros del Valle de Azapa, que llenan de manzanas, uvas y kiwis los mercados bolivianos. Les importa poco que el vallecito ariqueño sea irrigado con aguas desviadas unilateralmente y sin aviso previo del río Lauca, como pretende Chile con proyectos de Silala. No faltará, si ya no existe, la Central de Bagalleros de Yacuiba, especialistas en pasar frontera a productos sin pagar impuestos aduaneros, que deben reverenciar la foto del mandamás de los 30 camiones del contrabando al Brasil por Cobija. Harán fuerza con los de Villazón, Puerto Suárez, Llica y Desaguadero; al igual que sus colegas de Chulumani se unirán para doblar el codo al Gobierno, pulseando con otros pueblos yungueños para clamar por la cabeza de la Juana de Arco aduanera, y volver a los sospechosos de siempre.
El estandarte de las nuevas asociaciones es “el apoyo con votos al Presidente Evo”, dicen. Vaticino éxito a las amnistías reclamadas por sus delitos aduaneros, más tomando en cuenta los próximos comicios, en los que el ahijado del dictador de Sabaneta debería superar el porcentaje de votos del padrino caribeño. Hecha la ley, hecha la trampa. En un país de votos adulones, como ironiza Pipo, ¿será el sacrilegio la figura legal que supla la del inconstitucional desacato?
01112012