ELOGIO A LA DECENCIA
Quiera Dios que las expresiones de apoyo a la presidente de la Cámara de Diputados, Rebeca Delgado, no vaya a perjudicarla políticamente dentro de su partido, y que esto no vaya a terminar en una sañuda hostilidad del MAS en su contra como se ha vuelto habitual en este Gobierno, donde las pruebas en ese sentido sobran. Nosotros estábamos inhibidos de escribir sobre la diputada Delgado, precisamente para no darle más pretextos a quienes desean destruirla, con el membrete soviético y totalitario de desobediencia, derechización, o, mucho peor, de traición a la causa. Sin embargo, pensamos que callar en estos momentos no es ni constructivo ni justo, sino pusilánime.
La presidente de los Diputados criticó acremente la abusiva y peligrosa ley de Extinción de Bienes en favor del Estado, empujada con algarabía en la Asamblea Legislativa por el MAS, y se enfrentó a uno de los gurúes de la actualidad, el insondable ministro de Gobierno, Carlos Romero, hoy agobiado con el desbarajuste de la justicia extorsiva imperante en Bolivia. Rebeca Delgado le plantó cara al ministro Romero y éste la ultrajó de palabra a falta de argumentos, para después proceder, de manera forzada, a emitir una disculpa tan pueril que era mejor habérsela guardado.
Esto de Romero y algunas otras acciones de la presidente de la Cámara Baja contó inicialmente con el respaldo de muchos de sus colegas parlamentarios y de algunos jerarcas del partido oficialista, además de los opositores por supuesto, hasta que, claro, habló S.E. Y ya sabemos que cuando S.E. dice algo todos se le cuadran o todos se van al infierno. No dijo mucho S.E. pero los caudillos totalitarios no son generalmente muy explícitos, porque una de las tareas de sus súbditos debe ser adivinar, sin equivocarse, qué es lo que quiere decir el jefe.
Esa declaración de S.E. ha sido suficiente para que los parlamentarios masistas, los compañeros y colegas de Rebeca Delgado, reculen en sus posiciones. Ahora hablan de “evaluar” la conducta de Delgado lo que es una censura clavada. Aparecieron los caguetas de siempre y las posibilidades de que la presidente de los Diputados salga airosa del difícil trance que atraviesa, disminuyen hora a hora. Salvo que suceda un milagro en el buen sentido – los milagros políticos en la Bolivia Plurinacional no son frecuentes – el tiempo de Rebeca Delgado a la cabeza de la Cámara Baja se reduce.
Ha llegado a tal extremo el interés de la ciudadanía por la insólita actitud de esta mujer inteligente y valerosa (no quiero perjudicarla con mayores elogios), que hasta he visto, desde Santa Cruz, que corren apuestas sobre si es ratificada en su alto cargo o si se tiene que marchar derrotada. Don Francesco Zaratti, hombre de muchos méritos y gran cordura, ha retado a una apuesta por nada menos que 1.000 dólares americanos, que la señora Delgado será ratificada. Me parece que lanzó su propuesta imprudentemente, antes de las declaraciones de S.E., porque ahora, si alguien le ha tomado la palabra, está perdido y tendrá que amollarse con los mil billetes verdes. Yo no recojo la apuesta por dos razones: una, porque no sé si ya le han copado su reto; dos, porque no me gusta jugar con tanta ventaja. Si el jefe ha dicho que la señora Delgado ha cometido algún error, por pequeño se sea, es mejor que no se presente a la reelección porque la van a barrer. Quedará sólo con los pocos votos de la oposición y los de algunos masistas suicidas o miopes.
Nadie más que nosotros para desear que Rebeca Delgado permanezca en sus funciones donde puede poner orden y sensatez en medio de tanta mediocridad. Pero la experiencia de estos últimos siete años nos dice que eso no será posible. La decencia es una actitud que molesta en las filas del MAS, porque, a punta de amenazas y golpes bajos, los han acostumbrado a otro tipo de conducta, que pasa, sobre todo, por doblegar la cerviz ante el poderoso.
Existen muchas mujeres valiosas por su coraje e inteligencia en Bolivia y eso nadie lo discute a estas alturas de nuestras vidas. Las vemos a menudo enfrentarse al poder o simplemente darse su lugar en la sociedad ganándoselo en base a trabajo y capacidad, no buscando favores o recurriendo al escándalo. Son madres y esposas sacrificadas que cumplen su función en la vida y que representan responsablemente a las mujeres de bien. Un caso que destaca entre estas damas es el de la señora Rebeca Delgado, ajena a feminismos trasnochados aunque a veces aplaudidos inocentemente por algunos incautos.
Ella es un ejemplo, ahora que pululan personajes con intenciones chabacanas y pueriles de enfrentar al sexo opuesto; gente plagada de complejos de marimachos en busca de publicidad para sus alharacas; para colmo con odios regionales y de raza, llenas de resentimiento contra los varones por sus propias frustraciones. Muy lejos de todo eso que sale a la luz diariamente, nos encontramos frente a una mujer equilibrada e íntegra que sabe conducirse con dignidad y decencia.