Los matices de la vida
La literatura hispanoamericana del siglo XIX aborda lo indígena con un carácter exótico, lúdico. Se muestra al indio como un personaje gracioso, inocente, y por supuesto, inferior. En el siglo XX, aquella corriente empieza a cambiar, los intelectuales tratan de hacer que sus lectores conozcan la realidad en la que viven aquellos desfavorecidos por los avatares históricos.
Entre muchos destacados, está el boliviano Alcides Arguedas y el peruano Ciro Alegría. El esquema básico es la denuncia sobre el maltrato y las condiciones de vida infrahumanas que padece el vapuleado nativo americano. En el paceño Arguedas, encontramos un especial énfasis en las barreras culturales que propician los abusos y un fuerte determinismo biológico; en el peruano Alegría, el tema recurrente es la sublevación y su consecuencia, la represión. Por último, una característica compartida entre ambos, es la polarización de los grupos sociales en bandos: los criollos y los indios.
A pesar de que los autores mencionados se limitan a iluminar la realidad indígena desde fuera, sin duda, son grandes referentes del género. No obstante, la verdadera renovación se dio con el peruano José María Arguedas, quien de niño, debido a maltratos de su madrastra, es adoptado por criados indígenas, aprende quechua y conoce la realidad desde adentro. Lo destacable de su literatura es que no divide la historia entre malos y buenos, opresores y oprimidos; inteligentemente señala matices para demostrar que en toda situación hay excepciones. El mejor ejemplo es “Yawar Fiesta” de 1941.
Sería saludable seguir esta enseñanza, enterrar los paradigmas que no nos dejan avanzar, buscar matices, entender que los dramas y las injusticias sociales están plagados de excepciones. Esa es la salida más inteligente y altruista que podemos usar para conseguir la reconciliación y la convivencia. La verdad, tan escurridiza ella, se la puede encontrar si buscamos la excepción que rompe la regla, no el discurso de moda o la polarización. Lo esperanzador es que esto implica dejar sin recurso retórico a tanto “libertador” y creador de falsos ismos, que hace siglos solo busca generar fricción y acomplejamiento. ¿Estaremos listos?