Mare Tenebrarum
MIRANDO DE ABAJO
Tiene razón Eduardo Bowles al llamarlo San Hugo: el coronel Chávez ha alcanzado santidad. Toda su vida fue luchar para alcanzar talla inmortal. Lo ha conseguido. Se venderá desde ahora en estampita, inocuo porque lo habrán privado de voz –y de insulto-. Conformará una tríada deleitosa con las vírgenes de Coromoto y Chiquinquirá y hasta su absurda boina, uno o dos números menor que lo que debiera, perderá ridiculez para dar paso a una sombra que con el tiempo nadie sabrá por qué se encuentra allí en el reducido universo de santos y santones.
Mientras tanto, en Caracas, aquellos que lo seguían a lo perro fiel se han olvidado de él. Saben que ya no vuelve y peor que ningún otro animal, porque creo que ni las hienas devoran a sus progenitores, lo tienen de rehén, de momia, ni le permiten morir, ya que sin su halo la inminente caída se cuenta por fechas próximas de calendario. Un chofer de bus y un tenientillo fascista se abrazan sobre los despojos, escondiendo cada uno el puñalito, el casi invisible lefaucheux para disparar sobre el adversario.
La izquierda alguna vez fue emblema de abnegación, lucha, decencia en su término más amplio. Hoy de eso nada queda. Las nuevas monarquías, los Ortega-Somoza, el castratti ecuatoriano (voz aguda e infantil), la viuda-condesa boquilarga del Plata, el empresario Lula, el timador aymara, los esperpentos de La Habana lo barrieron. Tal vez se salva el Pepe, Mujica, al menos por actitud, aunque todavía los entretelones de la historia tupamara no han sido aclarados y las opiniones son varias. Ya no hay izquierda, ahora todos son ambidextros; ambas manos sirven para robar.
Volviendo al norte. Tanto se habla, opiniones van y vienen, a cual más inteligente, a cual más optimista o fatal. La perspectiva inmediata es que San Hugo no jura, incluso estando el día entero en el teléfono dando instrucciones según Nicolás Maduro. Salta, hace cuerda, escribe, habla, canta probablemente pero nadie lo ve. Espejito, espejito, dime quién más miente, por favor. A eso se había reducido la revolución bolivariana, a una docena de pillos desesperados que no contaron con que la existencia tiene sus bemoles y que nadie, estando vivo, compra eternidad.
Gobernarán, por ahora, los dos lacayos, bien amaestrado uno, chúcaro el otro. Pero si no se jura no hay presidente. La cháchara de que volverá se ha visto antes, es muy antigua, con Garibaldi y con Zapata. Pero la muerte es definitiva, aunque si los hombres son grandes su legado no, y no hablamos del caso. El panorama se tinta de ilegítimo e ilegal. Maduro no puede firmar por Venezuela, y no permiten que Cabello sí lo haga porque sería aceptar que las reglas del juego cambiaron. ¿Cómo lo tomará Brasil? ¿Hará a un lado a Venezuela en el Mercosur? Debiera. No hay presidente, solo un par de maníacos a quienes se les quema el pastel.
El año comienza bien para Venezuela. Hay la posibilidad de que una dictadura infame y populachera llegue a su fin. Como en otras partes de América eso desnuda la acefalía de liderazgo que tenemos. Quizá, sin la omnipotencia del caudillo, se pueda ir alimentando. La democracia es un proceso de aprendizaje, un domeñar de ambiciones sectarias y etcéteras. Idealmente. Pero también empieza mal. No se ha fundado nada allí. Unos y otros querrán seguir mamando. Los gemelos dispares, el “maduro descabellado” que ya inventó la ironía popular, convocan en discurso a las huestes armadas y desarmadas a “defender” el voto. La idea es que incluso muerto Chávez debe cumplir su mandato. ¿Surrealidades caribeñas? No, práctica de la famosa “izquierda” que había estado tan inclinada a la derecha que los antípodas se tocan fraternos.
Cabe esperar. En los pueblos amordazados muchas veces la esperanza o el desasosiego vienen de una máquina respiradora. La realidad depende de una ficción o viceversa. Y mientras no presenten un cadáver, una bola de carne acicalada para meterla en nicho, imperarán suposiciones.
7/1/13