ArtículosClaudio Ferrufino-CoqueugniotIniciosemana del 7 de OCTUBRE al 13 de OCTUBRE

Pachamámicos

Hace una semana, la prensa dio a conocer la noticia del “descubrimiento” de un pueblo narcotraficante cerca de la frontera con Chile. Uno de tantos, porque Bolivia va en vertiginosa escalada de convertirse en el país donde más número de gente común y corriente se involucra en el negocio. El sueño de la plurinación hecho realidad, al arbitrio de caciques y toado tipo de patrones, con feudos que semejan microestados dentro del conjunto mayor y la espeluznante sumisión andina a la autoridad, servilismo que viene desde muy atrás. Al fin llegó la revolución, dicen, el alza de los caídos y desheredados. Exaltación de la estulticia y la mugre, donde el fin no es el idílico y tonto ideal igualitario del de Tréveris, Marx, sino hacer dinero a más no poder y a cualquier costo, para malamente imitar a los contrarios, el borrascoso imperio que flota en algún lugar del norte, como Última Thule, que sirve de pretexto a los vivillos en palacio para llenar las arcas propias a niveles insospechados. Total, la destrucción de lo que fuera una república no le interesa a nadie. Los iluminados van comprando su futuro, invirtiendo en el capital para una holgada vejez.

En este pueblo “originario campesino”, según tildan los mediocres teóricos de un inexistente cambio a cualquier cosa que lleve sombrero y abarca -españolísimos elementos además-, se encontraron en un templete mestizo imágenes y quince quirquinchos (Chaetopractus nationi) muertos envueltos en serpentinas, dólares y moneda nacional ¿o la moneda también es plurinacional? Esta especie está considerada en peligro de extinción, y resulta que son los mentados defensores de la madre tierra los máximos depredadores de un suelo y una fauna violados hasta el cansancio. Ya acabaron, y se debe a los dudosos ritos aymaras, con el gato andino (Leopardus jacobitus) y ahora van por otra, en extraña mixtura de quién sabe qué antiguas remembranzas, cristianismo, fetiches, capitalismo y fiesta. Esa paja de la Pachamama no me la creo, que si uno arroja un par de monedas de oro en medio del poblado, los pachamámicos se lanzarán encima, olvidando su falsa afición al terruño, con más énfasis que Aaron adorando el ídolo dorado en el desierto.

Claro mensaje: al diablo naturaleza, medio ambiente, unión del hombre con su entorno. Pura bazofia capitalista. Lo importante está en rebuznar al unísono cuando pasa el amo, y darle duro al expolio de lo ajeno, sobreexplotación descontrolada de recursos, abandono de actividades agrícolas y sigue interminable lista. Acá no se venera la Venus amorfa que nombran Pachamama; se venera el dólar. Lo visto no es expresión de cultura ancestral, es cultura narco.

Sirve bien a los fines de la política de gobierno que apuesta por este estado de cosas. Pervierte los conceptos de revolución, de indigenismo. Se ha montado una empresa multimillonaria, donde los obvios beneficiados se sientan en Palacio. Lo que menos importa es Bolivia, aunque sacrificarla de tal manera tiene límites temporales que tarde o temprano cobrarán factura. La cháchara de eternidad en la silla presidencial del señor Morales da para risa. Lo ayudan las características de la población, cierto, pero el dinero fácil se esfuma con la misma rapidez con que viene si se carece de proyecto, y la tierra, allí donde vive la doliente Pachamama, se agota. Quizá sea tiempo de pensar en un Robespierre real, no tristes remedos, y afilar la guillotina por donde tendrán que desfilar centenas, o miles, para resarcir al menos en espíritu un abuso inenarrable. Así les pese a los cómplices de turno, los miedosos que no leen la historia ni ven sus señales.

Mientras tanto, viva la juerga de la plurinación, asociada y financiada por la transnacional de la muerte. A ella le respondemos, siempre.

06/10/13

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Publicado en El Día (Santa Cruz de la Sierra), 08/10/2013

Imagen: Quirquincho, como aparece en el mapa de Alonso de Ovalle, 1646

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