Todo lo contrario de Vivir Bien
Los hechos de violación filmados en la Asamblea Departamental de Chuquisaca vienen a exa-cerbar un auténtico espectáculo de abuso sexual por parte de autoridades (lamentablemente indígenas) y otro espectáculo de lenidad por parte de autoridades en general, que nos llaman a la reflexión; a una reflexión que oscila entre la angustia y la bronca.
En primer lugar por el hecho mismo, que es inaceptable —empezando ya por haber convertido los locales de la Asamblea en un antro de farra—. ¿Cómo se puede explicar que un asambleísta, que se supone ha recibido la confianza de la mayoría de electores —¡y electoras!— de su circunscripción, sea capaz de semejante atropello, y encima utilizando como víctima a una mujer humilde y que lo está sirviendo? ¿De qué bien común, de qué intereses populares, de qué pro-ceso de cambio puede hablar un señor así? ¡Y no fue uno sino dos! Y luego —en lugar de suici-darse que sería la única autocrítica creíble— sale diciendo que él es inocente, y que no recuerda nada porque estaba borracho (sería chistoso si no resultara repugnante).
Por su parte la Asamblea Departamental les concede licencia a ambos, pero no los destituye, habiendo las pruebas que hay. Y el Gobernador de Chuquisaca declara que todo lo ocurrido debió ser una maniobra de la oposición, que los hizo emborrachar mañudamente para luego filmarlos (o sea que la oposición conocía sus tendencias sexuales aberrantes y les creó las cir-cunstancias adecuadas para que las demostraran, ¿eso cree nuestro inteligente gobernador de Chuquisaca?, ¿no sabe que nadie hace ni dice de borracho lo que no lleva adentro cuando está sano?).
Para colmo el Fiscal General anuncia juicio, no a los violadores, ¡sino a quienes divulgaron el crimen!, mientras la ministra de Justicia explica que en este tipo de delitos la Justicia no puede intervenir si no hay denuncia de la víctima. O sea que cuando las víctimas son débiles —y por tanto fácil objeto de chantaje y amenazas— la ley no las ampara. Si así fuera, la preocupación de la ministra debería ser la de modificar esa ley absurda, porque si un borracho atropella a un transeúnte y lo mata, va a juicio aunque el difunto no lo pueda denunciar, mientras que una vio-lación se considera asunto meramente privado, ¿y estamos tan tranquilos con semejante legis-lación?
Realmente una sinfonía de aberraciones. Pero la cosa no se acaba ahí, porque cuando la dipu-tada Betty Tejada reclama una ley para la castración química de violadores —por fin una voz oficial indignada y coherente— la ministra de Información se apresura a aclarar que ésa no es la posición del Gobierno (lo hace con la misma alegría con que afirmaba que el caso de la banda de extorsionadores ya está aclarado, y que están presos todos los que son —como si fuera el Ejecutivo el que tiene que definir ese tema—, ¿a eso le llama informar, compañera Ministra?).
Y al final parece que no pasará nada, como no pasó nada con aquel asambleísta plurinacional de apellido Leaño que había abusado de su hija, ni con aquel concejal Chura Tola, que había desfigurado a golpes a su concubina, ni con el dirigente Flores, de Ayopaya, que está detenido por violador y dice que lo acusaron por pura envidia; y con los muchos casos de los que ni nos hemos enterado. ¿O será que pasa algo? Ésta es la pregunta al Órgano Judicial y al Gobierno en su conjunto.
Pero hay además una pregunta a los compañeros —¡y compañeras!— del MAS: Al seleccionar candidatos para asambleístas y concejales ¿no tienen en cuenta su idoneidad moral? ¿Les da lo mismo la actitud que tienen respecto de las mujeres —incluyendo las suyas—, respecto de las personas más humildes, respecto de los principios elementales de convivencia humana y de respeto a la gente? De ser así tenemos que decirles que están ustedes profundamente equivo-cados —¡y equivocadas!, que es lo más grave— ya que todo eso es exactamente el polo opuesto del Vivir Bien. Y si fallamos en eso, de nada sirven los aciertos en otros campos.