Hipocresía en la sociedad
Hipocresía generalizada en la sociedad, a todo nivel. Es la impresión inmediata revisando el acontecer y las actividades en la vida ciudadana. Decir y hacer no van de la mano. Discursos rimbombantes para actuaciones mediocres. Sobrevaloración de méritos solo encubriendo adulos manifiestos. Falta de coherencia para mantener en cualquier escenario lo ya dicho en lugar distinto. ¿Por qué con frecuencia no reflejamos en la vida cotidiana lo que realmente somos, como padres, como amigos, como profesionales, como políticos, como ciudadanos? La hipocresía, no se trata de otra cosa, como parte de la cultura nacional, enraizada en la conducta individual y colectiva. El mérito por supuesto no está en el diagnóstico, lo realmente importante sería encontrar y proponer el remedio.
¿Es el papa Francisco la respuesta? Algunos apresurados rechazarán desde aquí la sugerencia, pensando, autor creyente y católico. Un poco de paciencia. El comentario va por encima de las creencias. Es la conducta demostrada durante los primeros días de su pontificado, de su mandato, en términos más seculares; es bueno recordar que además de ser una autoridad eclesiástica es un jefe de estado, el Vaticano. Tras el renunciamiento de Benedicto XVI saltaron a los medios los comentarios, mencionando una pugna interna por el poder dentro de la Iglesia, hasta salió el pronóstico de su desaparición con el próximo papa, que sería el último y de yapa, negro.
Un papa elegido casi a la primera. Salió “fumata blanca” tras la quinta votación, cuando Juan Pablo II, de gran carisma y aceptación entre gente de la más variada extracción cultural y religiosa, requirió más de 30. Se ha filtrado que Francisco alcanzó los 90 votos, es decir, superó con creces los 2/3 necesarios. Casi se podría hablar de una elección por aclamación. Todavía no he leído a ninguno de los partidarios de la crisis interna en la Iglesia, los escudriñadores de la zafia pulseta librada por el poder, etc. volver a escribir dando alguna explicación a error tan garrafal en sus pronósticos. Ya quisieran muchos, sino todos, mandamases de empresas, de partidos y hasta de sindicatos poder decir lo mismo. Sobre si será el último papa o no, tendremos que esperar un poco. Hoy por hoy esta elección transmite una enorme fortaleza del poder en el papado. El Colegio Cardenalicio casi en su totalidad está firme detrás de su guía espiritual.
El reconocimiento del poder temporal, no se hizo esperar. Ningún país importante estuvo ausente en la asunción del nuevo Papa. Quedan orgullosos y contentos príncipes, primeros ministros y presidentes cuando asisten a su toma de posesión entre 30-50 dignatarios de estado. En esta ocasión, a Roma fueron 132, sin contar cartas y espadas, reconociendo la carencia de poder en asuntos temporales pero, al mismo tiempo, absoluta autoridad moral. Los que faltaron, se perdieron el acontecimiento y nadie los mencionó ni notaron su ausencia.
Sobre zapatillas y audiencias. No faltó quien se fijó en el precio de las zapatillas rojas que tradicionalmente lleva el papa, y hasta arriesgó el precio. Sin saber del comentario, aunque vaya uno a saber con tantos caminos inciertos, ese día el papa Francisco calzó los mismos zapatos negros corrientes que usaba como Cardenal. ¿Dónde quedaron los comentarios, casi siempre negativos y no carentes de cierto tufo de envidia, sobre la ostentación de riqueza del Papa? Pasan por alto la dedicación de recursos económicos dedicados por la iglesia a la labor asistencial y caritativa con los pobres, los desvalidos, las personas con , capacidad disminuida, los enfermos, a todo lo ancho y largo del mundo; es fácil de encontrar y difícil de evaluar. Pero deberían ser los Estados los que hicieran el cálculo para saber a ciencia cierta cuánta carga les libera la solidaridad cristiana a su obligación que por justicia le correspondería atender. Suma a todo ello la tradicional atención a la educación, la salud y la promoción de todo tipo de instituciones allí donde haya una necesidad.
Jorge Bergoglio, como Cardenal argentino, había solicitado audiencia a la presidente Cristina Kirchner por catorce veces. Nunca se la concedió. Pero fue la primera en ser recibida y atendida con la cortesía que corresponde por el papa Francisco. Lecciones de coherencia, de humildad y hasta de inteligencia. Todos son elegidos para servir. Pero unos entienden, para servir al pariente, al compadre, al fraterno, al correligionario, y hasta al cómplice. No hay intención de servir al pueblo, a los electores, a todos en definitiva, porque pasada la contienda electoral todos somos iguales. Pasará el tiempo y es posible que aparezcan por Roma hasta algunos de los prontuariados que hacen campaña contra éste Papa, argentino de nacimiento, universal por vocación.
La respuesta sobre el delito de la paidofilia de algunos clérigos, otro tema reiterativo de católicos críticos poco informados, y algunos no creyentes. Se pasa por alto el recordar que la iglesia no ha inventado esta desviación de la conducta sexual humana, como no ha inventado la homosexualidad, el masoquismo o el sadismo. Los condena moralmente. Pero pone a disposición de la justicia ordinaria a los infractores. Sin embargo, se desconoce que a nivel mundial uno de cada nueve chicos/as sufren abuso sexual, y que uno de cada cinco es abusado por personas o familiares cercanos. Cuánta hipocresía. Tenemos que luchar contra la paidofilia, esta lacra social, con todo el aparato judicial y la sociedad entera.
La política se define como servicio. Se degrada atropellando a los que piensan diferente, utilizando la división y la confrontación como estrategia, cuando la corrupción es el signo de la gestión y la mentira se convierte en el arma preferida. El papa Francisco inició su labor pastoral, con una frase que le ha de salir del fondo de su vida espiritual: “el odio, la envidia y la soberbia ensucian la vida”. Si la hipocresía de arriba permea a los de abajo, ojalá también la virtud en los de arriba nos lleve hacia una sociedad más justa, más solidaria y en paz.