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LA UTOPÍA DE CHÁVEZ

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Eran 16:25 del pasado martes cuando Nicolás Maduro, el vice de Venezuela escogido por el mismo Hugo Chávez, anunciaba oficialmente la muerte del caudillo y mentor bolivariano. Se acababan así las especulaciones sobre su estado de salud. Resultaron ciertas las noticias filtradas a un médico en Miami que las difundía por twitter al mundo, y las del diario ABC de España. Ya no harían falta más desmentidos ni señalar confabulaciones desde la derecha cavernaria o a cuenta del imperialismo. Sin embargo, deberá pasar todavía bastante tiempo hasta conocer las verdaderas condiciones transcurridas por el paciente entre el 11 de diciembre 2012, fecha del viaje con carácter de urgencia para su cuarta operación en La Habana, y el día de su fallecimiento. Está por dilucidar hasta la hora y las condiciones de su viaje de retorno desde Cuba. ¿Fue acaso el 27 de febrero, en estado grave, como se dijo de manera oficial, de La Habana al Hospital Militar en Caracas, o fue recién 7-9 horas antes del anuncio de Maduro del día 5/3?

Mauricio D`Alessandro  en “El hombre que no puede morir” (www.icees.org.bo) resume magistralmente los intereses detrás de la decisión final. Cuba no puede prescindir de la ayuda chavista; sabe además de la oposición creciente en Venezuela a las ayudas por simple afinidad  ideológica. El costo para el país y su gente es muy alto: una crisis económica sin precedentes, vivida en plena abundancia de petrodólares. Por otro lado, el Bolívar fue devaluado  40% durante la agonía del presidente, mediante decreto “firmado” por alguien a quien no veían ni oían  desde hacía  meses, tan acostumbrados como estaban a sus anécdotas y arenga política a través del  “Aló, presidente”, por horas y horas.  Aún así, se considera que la devaluación  real de la moneda es 400 %  por encima de lo ajustado. Y, ya se sabe, tanto la devaluación como la inflación, una de las tasas  más altas del mundo, la pagan en primer lugar los pobres: los predilectos de Chávez.

Se ciernen nubarrones sobre el financiamiento a cientos de programas impulsando movimientos sociales a favor del proyecto “Socialismo Siglo XXI”.  Las simpatías no siempre son gratuitas. Se suma al petróleo casi gratis a países del Caribe, los fondos dedicados a  proyectos   menos transparentes, con Irán, Libia, Siria, etc. La cifra descomunal que deja como herencia es impresionante: casi 100.000 millones de dólares (MD) como deuda pública del Estado más  la deuda de PDVSA, cuya caja funcionó de forma “constitucional” a disposición del Ejecutivo. Por si esto fuera poco,  más de 600.000 MD de ingresos por petróleo  no fueron suficientes  para cubrir el costo de los sueños del presidente. Quedan por   contabilizar “contratos” con Brasil, Ecuador, Bolivia, Argentina,  préstamos y emprendimientos políticos conjuntos.  En descargo se cita la eliminación  de analfabetos  e indocumentados en la tierra de Bolívar,  Rómulo Gallegos,  Uslar Pietri, Andrés Bello, entre otros muchos.  Tarea, ¿para un gobierno o para una generación?

¿Y la mujer? Están entre los más  pobres, marginados, desprotegidos y desposeídos del mundo.  Eso tampoco le importó a Chávez.  Sus alianzas  con gobiernos teocráticos, dictadores, ultraconservadores, fundamentalistas, así lo señalan; allí, donde las mujeres no tienen derechos.  Son mujeres más de la mitad de los 1.300 millones que viven en extrema pobreza en el mundo,  y  son  2/3 de los analfabetos: la feminización del hambre y la violencia es patente. En Bolivia, uno de los Estados predilectos de Chávez, es una vergüenza que la Asamblea Legislativa Plurinacional esté en  pleno 2013 discutiendo aprobar una ley para poner raya a la violencia de género; solo falta discutir cifras a las pateaduras, puñetes, hachazos y puñaladas permitidas legalmente a los hombres contra sus mujeres; peor aún, se comprueba que miembros de las Fuerzas Armadas  y de la Policía Nacional son los principales infractores, de hecho y por omisión. En cinco años de denuncias no dieron bola a Hanalí Huaycho, la periodista asesinada, por fin, con 15 puñaladas de su esposo, un oficial de una unidad especial. No es el único caso: senadores, diputados, asambleístas, concejales y todo tipo de autoridades y “gente bien”, envueltos en actos de violencia familiar, laboral o política con carácter de género. El colmo, se ha instalado la pregunta, ¿hay que prostituirse para conseguir un empleo?

En éste país revolucionario, los derechos políticos para las mujeres, son un canto a la bandera. Entre los cívicos, en segunda fila. Si es en política, suplentes. El MAS escogió dos mujeres para dirigir las Cámaras de la ALP, un avance, pero trascendió al final que era por imposición machista: Nélida Sifuentes, senadora del MAS denuncia tener el apoyo de las bases, sin embargo fue Evo quien decidió a favor de Gabriela Montaño. Si  Rebeca Delgado, ex presidenta de Diputados, creyó poder opinar por ser del MAS, se equivocó, a la congeladora en un santiamén; pero si  fuera por decir  “burreras”, no quedarían hombres en la Asamblea. Huele a abuso de género.

El Día Internacional de la Mujer, 8 de marzo, coincide con las honras fúnebres de Chávez. La oportunidad para cantar logros en los derechos fundamentales con carácter de género, no de si “les pega más o se les pega menos”. Paradoja. En  la Brigada Cruceña otra enmarañada pelea campal por la presidencia,  trasciende, se hace pública. Inconcebible. No se concibe que una mujer, apoyada en parte por otras mujeres, aspire al cargo. Alguien, no se sabe quién, aunque se sospecha,  ya eligió al candidato, sin contar en talentos y capacidades. Desconcierta la virulencia entre correligionarios y los epítetos contra una compañera de bancada que pretende algo muy simple, ejercer su derecho a postularse al cargo. Si la CPE ni las leyes se lo prohíben,  menos pueden pretenderlo “otros” poderes.

Por fortuna la disputa favorece a  nuestra democracia: solo en el respeto irrestricto a los derechos del otro ganaremos una democracia de mejor calidad  y, con ello,  pasaremos “de la indignación a la esperanza” (M. Castells), una mejor sociedad. Parte de ello es que los gobernantes no se pueden perpetuar  hasta la muerte de un sucha, como lo intentó Chávez.  Jon Lee Anderson (www.icees.org.bo) lo resume de ésta manera: “Chávez deja muchas preguntas sin respuesta,  y sólo una certeza: la revolución que trató de llevar a cabo nunca sucedió”. Sembró odio, violencia, confrontación. Para bien o para mal, la utopía se va con él.

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