ArtículosIniciosemana del 25 de FEBRERO al 3 de MARZOWinston Estremadoiro

Tres tristes tigres y política de Estado

Estaba por dejarme llevar por el torrente depresivo de pensamiento al meandro estancado de la pena, pero me revivió una tarde soleada con amigos compartiendo churrasco y tertulia. No fue sobre el trabalenguas infantil al que nos referimos; también apuesto a que pocos habían leído la novela homónima de Guillermo Cabrera Infante. El tema versó sobre los tres conscriptos presos en Iquique, Chile.

Alguno oriundo de ése país lo relató cual orgía de disparos de “rambos” altiplánicos en su territorio; acoté que quizá en camino a recuperar el mar, en una Bolivia donde se pierde audición no por cañonazos belicistas, pero sí por las camaretas de tres tiros en las diarias manifestaciones. Expliqué a oídos sordos mapochinos, que la analogía del Rambo estadounidense no cala con el carácter boliviano –menos todavía el occidental. En la frontera binacional la única barrera son las minas antipersonales sembradas por un paranoico Chile, quizá previendo revanchas peruanas y bolivianas, tal vez con zarpazo argentino cobrando agravios por la puñalada del apoyo a los ingleses en la Guerra de las Malvinas. Son imaginarios bolivianos, dice mi hija.

Pero la prensa del lunes daba para ir de la sardonia a la risa. ¿Sigue el melodrama de soldaditos bolivianos?, preguntó mi esposa. Ella, que no sabe de asuntos castrenses, observó que no eran oficiales los encarcelados; tampoco tropas especiales del Manchego, ni satinadores de Sanandita, acoté yo. Daban pena los “repetes”: parecían monitos araña agarrados por carabineros corpulentos como orangutanes, en camino a tragicómicas audiencias judiciales.

¿Qué más sardónico que el aliento de Evo Morales a reclutas encarcelados por impedir el trasiego de autos chutos, quizá robados en Chile, mientras Bolivia devuelve medio millar de vehículos a ese país, y otro tanto a Brasil? Pagara como dice que pagará el diputado comunista chileno el alojamiento de los tres soldados bolivianos, mientras el Gobierno nacional insiste que el embrollo se vaya a la vía ordinaria que durará meses. La cosa es que pase lo que pase, el victorioso será Evo Morales, no Sebastián Piñera.

El uno distrajo atención de la gente de atropellos a su propia Constitución, que prohíbe su tercera reelección, abuso probado por repetir la megalomanía que le hiciera imprimir estampillas apenas llegado al poder, esta vez con la glosa de su segunda reelección: ¿y acaso después del dos no viene el tres? El otro está cercado por la creciente certidumbre de que la prisión de los soldaditos bolivianos es tormenta en vaso de agua, cosa que perciben cada vez mayores sectores de la población chilena, más aún cuando existen acuerdos binacionales de lucha contra el contrabando que beneficia puertos chilenos dependientes del comercio a la enclaustrada Bolivia.

¿Qué más risible que nuestro país no haya construido ni un espigón en el mentado Boliviamar, y en veinte años no exista una supercarretera a Matarani y el puerto boliviano en el peruano Ilo? Porque si se despeja la hostil hojarasca verbal entre dos mandatarios vecinos, lo que es claro es que Chile atenderá los centenarios reclamos bolivianos por un acceso soberano al mar, sin compensación territorial que agrande el bocado del Litoral fagocitado en 1879, cuando duela en Iquique y la jingoísta Arica la reducción de comercio boliviano del que dependen.

¿Cómo? Pues primero con opciones portuarias que reduzcan la dependencia boliviana: Ilo, Puerto Aguirre, Puerto Busch, las esclusas en hidroeléctricas del río Madera, concesiones portuarias en Argentina y Uruguay. Segundo, cortar las uñas matuteras, angurrientas y asesinas, en el altiplano boliviano, que han construido republiquetas contrabandistas en Challapata y Sabaya, por ejemplo; penar a matuteros de frutas de Azapa, regadas con aguas desviadas unilateralmente del río Lauca, para vergüenza nuestra y quizá la ignorancia de los contrabandistas “originarios”. Tercero, los empresarios nuestros están acostumbrados a opciones portuarias ariqueñas e iquiqueñas, que tal vez son más baratas. Pues negocien con Perú mayor competitividad y fuercen a los importadores bolivianos a nuevas opciones. Cuarto, Brasil es el comodín que permitirá a Bolivia ganar la partida del acceso soberano al Pacífico: necesita llegar a los mercados asiáticos y no bastan los puertos alternativos en Perú y Chile; a la larga, corredores bioceánicos por Bolivia serán indispensables. Prendida al tráfico brasileño por nuestro territorio está la solución a reticencias obsoletas chilenas a ceder un corredor soberano al norte de Arica.

En esos cuatro puntos, y otros más que elucubren personas más versadas que yo, están las bases de una política de Estado de retorno al mar. Pero sueño en despierto, porque Bolivia está gobernada por arribistas aferrados a conservar como sea el dulce y rentable instrumento del poder político; está enfermo de fiebres pachamamistas de amor a la Madre Tierra y tercianas depredadoras de tumbar bosques e invadir reservas naturales para sembrar coca, ¡qué paradoja!

Me refugié en la alegría de la media docena de goles que mi equipo favorito metió al arco de su enconado rival valluno. Fue un tanto ensombrecida por las fotografías del entierro de un chiquillo que viajó a Oruro a ver a su equipo enfrentar a uno brasileño, solo para que una bengala apuntada como tiro de fusil le atravesara ojo y cerebro; ahora resulta que el criminal fue otro menor de edad, quizá haciendo méritos para ser parte de su barra brava.

(20130301)

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