Voces de ultratumba y el Chapulín colorado
En la tiendita de la avenida Colfax el letrero reza: tamales, chiles, chapulines. He visto en documental comerse tacos de chapulín, los bichos caminando por los carrillos bañados de saliva, huyéndole a la muerte devoradora, saltando y escondiéndose en las grietas de concreto. Quizá ni eran chapulines sino otro insecto, pero que se comen, se comen, y su destino poco tiene que ver con el personaje popular de la tevé mexicana, porque estos son condenados a ser machacados por los molares, y el otro, por el contrario, parece inmortal. O la paradoja es adrede: fortaleza del a quien menos se teme.
Ayer, domingo, atenazado por la nieve en mi refugio, miraba en filme la pasión de Bobby Sands y los irlandeses en el fatídico 1981. Detuve la cinta un momento, porque quería bucear un poco sobre los noticieros del mundo. Supe que a Messi lo decoraría Evo, favores que se hace a sí mismo el presidente (dicen que las divas no pueden vivir sin asegurarse día a día lo bellas que son), porque a la Pulga, como llaman al fabuloso número 10 argentino, poco bien le hará una lata colgada del pecho. Ni imaginar cuando llegue el Dakar, el “turista” (más anda de viaje que de gobernante) andará instruyendo a gil y mil sobre las delicias del socialismo plurimillonario y dopando a los concursantes que accedan con bolos de coca con los que dejarán de ser corredores de autos y se convertirán en físicos nucleares. Dice ¿quién dice? que la hoja sagrada ilumina el cerebro. Por eso andamos a oscuras.
De algo serio, dramático, se esté o no de acuerdo, como la lucha de los nacionalistas irlandeses al circo, a los payasos que se apoderaron de la revolución por todos lados. Ya ni Mujica, el uruguayo, se salva, desde el momento en que se humilló haciendo guardia ante el féretro del bufón de Caracas, que ahora ni se sabe si estaba lleno o andaba de parranda, con el rostro compungido, hermanado con la viuda de la Rosada y la decepcionante Dilma que sigue recibiendo instrucciones del potentado que un día fue tornero.
De ahí pasaron al mar, en un sueño que imagina las costas no cubiertas de bañistas sino de camiones cargados de coca. Piénsenlo: el fervor de la revolución convertido en oro, para al fin poder ser lo que se dice odiar: asquerosos capitalistas, ricos, perfumados, “blancos”, burgueses, odiando en el fondo el destino que los hizo aymaras, porque la cháchara de la cultura ancestral y etcéteras no se la cree ni el Chapulín; menos él que nadie.
Volvemos a él, vestido de rojo y con antenas, con un corazón en el pecho parodiando al supermán gringo, su versión mexicana y popular. Bueno, resulta que Maduro… el candidato de la derecha, perdón izquierda, venezolana, mirando a un correligionario disfrazado como el personaje, y con bigotones que emularían supuestamente al chofer, vociferaba por los micrófonos la respuesta ante el famoso ¿Y ahora, quién podrá defendernos? “Nicolás, Nicolás”, aullaba, transformándose en héroe, superhéroe al que solo le faltó volar por sobre la multitud y tirar regalitos como Evita.
Aparte, y siguiendo el discurso, cerré los ojos y escuché al bocón redivivo, el recién, o no tan recién fallecido Chávez, en la boca de su sucedido, heredero, Nicolás Maduro. Algo dice de sus capacidades dramáticas, y de que el teatro es también como un bus y quizá resultase. Buen imitador, pésimo político. Futuro presidente, qué burla, qué burla al destino de tanta gente que se hizo matar por esta farsa.
Cuando cambio de canal, y veo a los irlandeses agonizando, en imágenes repetidas de Gólgotas en suelo ocupado, no puedo dejar de pensar que siempre son los facinerosos los que recolectan la ganancia, que incluso después de muertos sobreviven, haciendo tintinear las maquinitas de dinero como en Las Vegas. No todo chapulín que camina va a parar al asador.
25/03/13
Publicado en El Día (Santa Cruz de la Sierra), 26/03/2013
Foto: Arte popular mexicano