“Desde adentro” es el título del libro de Juan Carlos Guedes Bruno, uno de los 39 acusados sin prueba alguna en el juicio terrorista-separatista por el gobierno del autócrata presidente Evo Morales, contra la dirigencia política y cívica autonomista del Oriente.
La carátula del complot terrorismo-separatismo define a los ‘Hunos’ -recordando a Atila- y los ‘Otros’ más actuales para aplastar, diría el ‘Vice’, a los opositores del proyecto de poder centralista y autoritario que los define. Al concentrar todos los poderes hace 7 años, con este proceso Morales ha violado el Estado democrático de Derecho, ha quebrantado las garantías constitucionales que protegen a la ciudadanía de los abusos de poder, ha impedido una imparcial administración de justicia y conculcado los Derechos Humanos de los 39 acusados entre otros derechos, los civiles y políticos.
“Desde adentro” (Primera Parte) es el testimonio del autor sobre todas esas violaciones que van desde la captura, tortura, aplicación de ruleta rusa, intentos de asesinarlo, interrogatorios fuera de ley, presidio preventivo, imputación, acusación y cárcel en espera de sentencia en un juicio cuyo plazo procesal sobrepasó con grosería el tiempo permitido según la ley, que establece como máximo 36 meses, y sin embargo van 48, desde el 16 de abril de 2009.
En todo ese tiempo sufrió el acoso de hombres del ministerio de gobierno con ofertas deshonestas para involucrar al dirigente cívico Branko Marinkovic y otros. Entre los meses de marzo y abril de 2010, a uno de ellos les dijo muy molesto: “No me joda, ya estoy de las propuestas de ustedes; primero fue dinero y palo para acusar a Branko, ahora a las cooperativas, qué les pasa carajo … mátenme si quieren, pero déjenme en paz”. (p.109)
Guedes apunta que “El inicio de toda esta trama tiene posiblemente su punto de arranque con lo que la ciudadanía cruceña conoció como ‘el cerco a Santa Cruz’, en septiembre de 2008.” Y cita al dirigente de la Confederación Sindical de Trabajadores Campesinos de la época, Fidel Surco, quien declaró que “Nosotros los colonizadores no descartamos el cerco y bloqueo a Santa Cruz para que la ciudadanía identifique a sus enemigos, que en este caso son los cívicos y el prefecto Rubén Costas”. (p.17)
El nombre otorgado al juicio como terrorismo-separatismo y presentado como un plan para asesinar al presidente Morales, sembrar el terror y dividir Bolivia, expresa la naturaleza del mismo: aniquilar a la dirigencia política y cívica autonomista de Santa Cruz, Beni y Pando. En esos impulsos aniquiladores se inscriben los únicos actos terroristas cometidos en este oscuro caso: terrorismo de Estado con el atentado a la casa del Cardenal Julio Terrazas y al asalto al hotel Las Américas, donde se produjo la ejecución sumaria de tres extranjeros.
Uno de ellos fue Eduardo Rózsa Flores, de padre húngaro, artista y pintor que impulsó las artes en Santa Cruz de la Sierra, y madre boliviana, infiltrado por el gobierno en las filas autonomistas. Era el jefe del grupo, que terminó con las tres con las la detención de dos sobrevivientes.
El pasado 16 de abril de 2013 se cumplieron 4 años de aquellos hechos y el gobierno no presenta prueba del delito, porque sencillamente no existe materia justiciable para culpar a ninguno de los acusados. Para confirmar la falsedad de la acusación, Guedes refresca la memoria con datos de archivo, de los que hoy nadie habla: “Dos atentados con explosivos antecedieron el asalto al hotel Las Américas. El primero fue el 28 de abril de 2008, cuando arrojaron un artefacto en la casa del entonces viceministro de Hidrocarburos, Saúl Ávalos, y luego el 15 de abril en la casa del cardenal Julio Terrazas, en el pasaje Seminario. Se dijo que el material fue el explosivo plástico C-4, pero los abogados defensores observaron que era el mismo tipo usado en Yacuiba en un atentado al canal Unitel, el 7 de junio de 2008 en el que estaba involucrado Peter Nava un militar de la casa de gobierno encargado de la seguridad de Evo”. (p.33)
En todo el calvario que relata Guedes, la figura del acusador fiscal Marcelo Sosa cobra relevancia por su servil actitud, como fiel mandado de sus mandantes desde la cúpula poder, aunque hoy está sumido en un laberinto de contradicciones por las pugnas internas en el bloque oficialista. Los ‘Hunos’ que pretenden que siga en el cargo, porque, para guardarse las espaldas, ya que no puede concluir el ‘caso’ pues no existe el cuerpo del delito, Sosa los nombró a todos en una conversación grabada por el mismo y puede dar muchos datos más. Y los ‘Otros’ porque quieren mayor protagonismo y piden celeridad.
En todo caso, los Hunos y los Otros buscan una condena a como de lugar.
La voz sentida de Guedes, empieza un anónimo que resume el espíritu del libro: “En tiempos de tiranías e injusticias, cuando la ley oprime al pueblo, el rebelde ocupa su lugar en la historia.”
Y luego van cobrando vida otros testimonios, como el de Gelafio Santiestevan, que nombra a “los actores en esta grotesca parodia de un Estado de Derecho”.(p.131-35)
El del coronel de Ejército, Moisés Salces, sindicado de ser el enlace del supuesto movimiento subversivo en su departamento, el Beni, rinde homenaje a todos quienes hicieron posible “el país que es autónomo”, a pesar de Morales.(p. 137) O el de Alberto Melgar, otro beniano, que recuerda lo que decían los funcionarios del Ministerio de Gobierno: “eres un preso político, aquí no tienes ningún derecho” y pregunta si “será justo pagar tan alto precio por pensar diferente. Juzgue usted”. (p.162)
Le sigue Juan Kudelka, quien exige respuesta a ¿Porqué estoy preso… privado de libertad sin haber cometido jamás un delito”. (163) Y continua Alcides Mendoza, quien recuerda las torturas físicas y psicológicas recibidas: “Cabrones hijos de puta… no han querido colaborar, ahora verán lo que vamos a hacer con ustedes y sus familias…” (p.168) Se lee también el conciso pero revelador relato de Mario Tadic, uno de los sobrevivientes del asalto al hotel Las Américas: “Cuando a mi me sacan del hotel, escuché que estaban vivos … ¿qué paso después? no lo sé, pero los quejidos eran de vivos, los muertos no se quejan.” (p.170)
Y por último el testimonio del joven Zvonko Matkovic Ribera: Este caso de terrorismo, burdo, absurdo, totalmente jalado de los pelos, no es más que la segunda parte del otro caso, vergüenza nacional, denominado Porvenir, contra Leopoldo Fernández, envuelto en mentiras y dudas, con el solo objetivo de arrodillar a toda una región. (p. 171)
Yo también pregunto ¿quiénes deben juzgar a quiénes?
(20130422)