Cuadro clínico
Si eso en el agro, lo mismo en el sector urbano, o donde fuere, que la regla y no la excepción está en latrocinio, jugarreta política, zancadilla para encaramarse sobre el otro en el mundo del Talión o del todo vale. ¿República, Estado? De ninguna manera: mercado o mercadillo donde se venden, ofrecen y distinguen los objetos que no se han producido por trabajo, que vienen de la ilegalidad -jurídica o no- que es instrumento de abuso como todo el resto.
Encima de ello, la increíble cháchara de los que mandan, desde lo más alto hasta el fango, con un idioma que con dificultad podría llamarse castellano, más bien castefallo, como dice mi padre. Galimatías, trabalenguas, acertijos accidentales tal vez de la ignorancia y la osadía que la acompaña. Incluso los más renombrados exponentes de la intelligentsia plurinacional balbucean el idioma, plagándolo de errores gramaticales y más. Rimbombantes declaraciones de bolchevismo, jacobinismo, espartanismo, cambio, revolución, para dorar -decorar- un asno con mapa de país que trashuma por un universo que no parece, para nada, del siglo veintiuno.
Algo bueno habrá, sugiere algún iluso. Nada bueno sobrevive en caldo infecto. Acá se cuecen más que habas, mezcladas con ponzoñas y renacuajos, casi marmita de hechicero, andino en este caso, para esquilmar una tierra de aguante inverosímil. Como para creer en futuro, o en océanos que ningún vecino cederá por miedo al contagio.
Escucho a los fiscales, más con ánimo antropológico que interesado en sus demandas y explicaciones. Leo las declaraciones de un senador cochabambino pagado de sí mismo hasta el extremo y no sé por dónde encarar las oraciones. En primera instancia me parece que se burla. Luego caigo en cuenta que habla en serio e imagino ese cerebro enrevesado, lleno de colinas y quebradas pero sin el rostro que Cesare Lombroso pondría en semejante humanidad.
Siguiendo el víacrucis boliviano, en un libraco tamaño medieval porque ya no alcanzan las libretas, me cuentan que un amigo, imbuido del alto espíritu que prima en este momento, avizora una posibilidad de lucro en un lote en apariencia abandonado. Convoca a otros conocidos e instruye que llegado el caso deben testificar su presencia antigua en tal espacio. Acto seguido contrata peones y se lanza a desmalezar y limpiar. Parece un sencillo usucapión. Pero quien no está ávido al menos está alerta en el país, y el vecindario sale endiablado previendo la jugada y aleja al agresor.
Extorsión, juicios chutos, pruebas plantadas, narcotráfico, contrabando, lavado de dinero… detalles que se multiplican por mil, con una fuerza armada que se paga mejor que nadie por si acaso, y los escasos, o tal vez muchos, que trabajan para comer arañando el centavo, dan un panorama sombrío. El Enfermo, con mayúscula porque se supone que es un país, permanece recostado, doscientos años en cama, con fiebre, desarreglos viscerales y un diagnóstico que debiera decir “terminal” pero que se llena de interrogantes.
8/5/13