El Papa, la política y el cambio
Se puede ser crítico y popular, y a la vez serio y sensato, cuando se promueven cambios de conductas en la sociedad. El Papa Francisco así lo ha demostrado en los actos de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) celebrada en Brasil. El Sumo Pontífice, abogó insistentemente por una pacífica convivencia social basada en el diálogo. «Entre la indiferencia egoísta y la protesta violenta –dijo el Papa– siempre hay una opción posible: el diálogo. El diálogo entre las generaciones, el diálogo con el pueblo, la capacidad de dar y recibir, permaneciendo abiertos a la verdad. Un país crece cuando sus diversas riquezas culturales dialogan de manera constructiva: la cultura popular, la universitaria, la cultura artística y tecnológica, la cultura económica, de la familia y de los medios de comunicación».
Así, el Papa habló de política, seguramente porque esta puede envenenar a la gente o ser realizadora, promotora de justicia y, aun con diferentes modos, de la paz y la armonía de las sociedades. Política realizadora, si no se impone con la violencia, ni se busca el apoyo ciudadano con el negativo expediente de la desacreditación mutua de oficialistas y opositores que tantas veces pretenden destruirse. Al alentar una conducta de respeto convergente entre todos los sectores de la sociedad que se manifieste en el diálogo, el Papa no cayó en el frecuente facilismo de condenar la política, sino que incitó a sus actores a rehabilitarla. El Papa no tomó partido; cumplió con el postulado de paz.
Esto no fue solamente dirigido a los políticos –dirigentes y activistas. Nuevamente se dirigió a la Iglesia: llamó a los obispos y sacerdotes a recuperar la sencillez para “salir a la calle al encuentro de la gente”, la verdadera actora de un cambio duradero y justo. «Los jóvenes en las calles quieren ser protagonistas del cambio. Por favor no dejen que otros sean protagonistas del cambio».
Pero en esto del cambio no podían faltar las interpretaciones torcidas. Se vuelve a una vieja afirmación: “Jesucristo fue el primer socialista” y, por ello, el cambio que promueve el Sumo Pontífice, sería el mismo que buscan los socialistas. No hay tal. La sensibilidad social, o sea la caridad cristiana, la solidaridad y la protección de los pobres y desvalidos, no son patrimonio exclusivo de nadie. Es una conducta, moralmente elevada, que nada tiene que ver con el colectivismo marxista o el socialismo del siglo XXI.
“Analistas internacionales de temas religiosos interpretaron la frase de Francisco como «un cambio de tono, pero no de sustancia» (Mariano De Vedia. Cambios, pero no de doctrina. La Nación. Buenos Aires, martes 30.07.2013). Aunque lo que precede aclara lo del cambio promovido en la Iglesia, también es aplicable a los cambios que promueve el Papa Francisco en la sociedad: abandonar la violencia y privilegiar el diálogo, por ejemplo, y esto no es socialismo.
Tres presidentes y un vicepresidente de nuestra región lo escucharon. ¿Habrán recogido este mensaje papal de acogerse al diálogo leal? De no hacerlo, se confirmaría que se insiste en el autoritarismo y la discrecionalidad. Si se lo escucha, ellos podrían contribuir a la reconciliación en sus países, incluyendo a todos los ciudadanos en ese deseado cambio por la democracia, la justicia y la libertad.
En Cracovia, Polonia, cuna del Papa Juan Pablo II y sede de la próxima Jornada Mundial de la Juventud en 2018, se esperará que se haya avanzado en el diálogo y el entendimiento para lograr el cambio democrático y que se haya conseguido “enardecer el corazón de la gente”.