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La horca para Assad

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Aunque me tienta hablar de la burla que le hicieron a Evo I, rey de la coca y emperador del cártel chapareño, me referiré a otra cosa que sí importa: Siria. Sin embargo, unas puñaladas de filosa daga no vendrán de más…

El senador Pinto se les escapó. Ahora podrá hablar con libertad de los nexos del gobierno con las mafias. Eso debe estar preocupando a varios. El cacique se ha callado. No es extraño. Siempre huye o se esconde cuando las papas queman. Abandona su sitial de mayoral y se pone traje de cobarde, que es el que calza a perfección.

La pluricomedia juega a ser Suiza, a contar con servicios de inteligencia superiores, a la profecía y a la divinidad. Juega a todo, con arlequines y saltimbanquis de lo más variado. Y Momo, el amo, el Mamo, arriba de todo, con bastón pequeñito para sus manos de mujer. Engaña con parodias a la europeidad imbécil -no es difícil- y féminas que desdicen la inteligencia femenina, que se bajan los calzones ante conjuros aymaras de dudoso origen. Pues bien, el Idi Amin aymara tuvo su Entebbe. Se habrá revolcado en grititos y amenazas, correteando en paños menores por los pasillos de palacio, perseguido por el alocado caniche de terno italiano. Abandonar el lecho nupcial a medianoche, esta larga luna de miel de los célibes, atenazado, o atenazados, por la penumbra que sube escalones de a uno, como lenta niebla. (Idi Amin es el personaje más cercano al orinoquense, orinoqueño, orinoco, odorico, o como les digan a los de allí, donde en el desierto juegan jurbol en canchas sintéticas, al mejor estilo de Corea. Idi Amin Morales, Evo Amin Ayma, primos hermanos, acusados injustamente, violados en su soberanía por los imperios, antropófagos ellos…)

Dejemos al gobierno allí, en llanto magdalena y en caricias nefandas, lamentando la incomprensión de un mundo no preparado para ellos. “Pero nos tenemos uno a otro ¿o no, amor?” Perdón, me puse a copiar el diálogo de un culebrón mexicano en tevé para una monografía sobre los amantes de… Teruel, que escribo. Nada parecido a la realidad.

Siria. Bashar al-Assad, otro excremento de la naturaleza, igual a su padre y a tantos que rigen destinos en el Oriente Medio. Norteamérica, entre muchos, ha sido siempre condescendiente con las dictaduras. A sabiendas del genocidio judío bajo el nazismo, se negaba a intervenir. No se debe a la necesidad de un policía mundial, como se creía Inglaterra en Crimea en el siglo XIX, sino a que algunos tienen capacidad de frenar los atropellos y otros no. Como se tuvo que intervenir en Kosovo, a diferencia de la aberración de Irak, hay intervenciones humanitarias. Siria debiera ser una de ellas.

¿A qué el juego de investigar el uso de armas químicas? En Siria están acostumbrados a masacrar utilizando cualquier medio. Luego el risueño Bashar aparece en la mezquita acariciándose las orejas, según el absurdo rito musulmán, y su esposa esgrime moderna elegancia. Una normal y poderosa pareja del siglo XXI que duerme plácida porque guía a las ignorantes ovejas que la divinidad le encargó cuidar. En algún lugar se alista una afilada pica para mostrarle al sirio que aparenta ser fino inglés, que aquí las culpas se las paga del modo en que se vive, y que terminará sodomizado como Qadafi que lloraba por clemencia. Qué poco somos los hombres, y qué nada los tiranos.

Putin y los ayatolas amenazan. A Putin y a los ayatolas hay que darles una lección. Y si no la aceptan, darles otra. Demasiada cautela y medias tintas. Un misil teledirigido enviaría a los representantes de dios en viaje sin escalas de Teherán al infierno. Para Assad, lo más dadivoso que se le puede dar, es colgarlo del cuello hasta que muera.
26/08/13

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Publicado en El Día (Santa Cruz de la Sierra), 27/08/2013

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