El técnico no es el culpable
Leía sobre el raro comportamiento del sol. Según decían los científicos, debería portarse de acuerdo al pico del ciclo solar de once años, que preveía aumento de llamaradas y manchas. Sentimental que soy, cavilé que la tranquila faz de nuestra estrella, quizá es forma planetaria de honrar a José María Bakovic, mientras aturde el fuego cruzado del lavaje pilatuno de manos de sus detractores, que no devolverán la vida a mi amigo.
Quizá por escapismo, atraqué mi navío en la bahía de las noticias deportivas. Sus aguas estaban encrespadas con notas de que Bolivia cumplió su peor campaña en las eliminatorias del próximo campeonato mundial de fútbol en Brasil. No era para menos. A los fracasos en la Copa América, en la que Bolivia resbaló media docena de veces a magros puntos insuficientes para pasar a la siguiente ronda, siguieron cinco eliminatorias mundialistas –veinte años– donde el país primero peleaba por la cola con Venezuela; luego ése país, hasta entonces afín con Cuba en ideología y en preferir bates de un deporte sinónimo del “imperio” norteño, empezó a descollar en el balompié –práctica universal, aunque inventada por gringos del otro lado del charco del Atlántico norte.
Una vez más, empezaron las andanadas de buscar culpables. Que la solución del problema de la selección nacional no pasa por un gran técnico dirigiéndola, ya que el meollo está en la formación de sus divisiones inferiores. Un director técnico nacional afirmó que “vendrá el próximo culpable” a reemplazar a Xabier Askargorta, como antes fueron desechados Erwin Sánchez o Gustavo Quinteros; (a dos días, él mismo fue desechado como pañuelo de papel usado, luego de que su equipo perdiera dos partidos): el problema está en la estructura del fútbol nacional. Que el titular por siete años de la Federación Boliviana de Fútbol (FBF) ganaba diez mil dólares mensuales, y por el cargo adicional de tesorero de la Confederación Sudamericana de Fútbol, quince mil dólares más. ¿Cuánto ganaba el “mil oficios” que dirige la Liga Profesional del Fútbol boliviano, que ahora quiere saltar del barco que se hunde? Al entrenador de la selección nacional le entraron más de veinte mil “verdes” mensuales por dirigir una victoria, cinco empates, cuatro derrotas y ninguna clasificación. ¿En qué quedó la mentirosa austeridad que redujo sueldos a montos menores a los del salario presidencial, mientras su hija vestía carísimos vestidos de marca?
Terminé cavilando que en el país se tapuja la nada involuntaria condena a muerte de José María Bakovic, o se esconde la cómplice consigna protectora de los culpables del atropello indígena en Chaparina. El “imperio” puede ser nalga expiatoria de nuestros males, sin que tal potencia se mosquee. Se pueden “nacionalizar”, léase expropiar, transnacionales extranjeras. Pero en el deporte más popular el Gobierno no toca la lucrativa transnacional del fútbol y sus agentes locales, así fuera corrupta. El cuco es que excluyan al país de justas internacionales; que los mandamases no puedan asistir a la fiesta del fútbol en Brasil, con asientos preferenciales, “garotas” y banquetes; que los estadios nacionales no exhiban fotos de rodillazos, pero sí del hombre-símbolo llevando la pelota como si fuera un crack.
Y recalé en una nota de Heinz Dieterich, ideólogo del Socialismo del Siglo XXI, sobre el gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela. Enumera las contradicciones del modelo chavista desde 2010, que evidencian el fracaso del incompetente sucesor del carismático bocón. Los indicios en nuestro país –inflación embozada: ¿es lo mismo 6 panes que dos mini-marraquetas por un peso?; la importación boliviana de harina del “imperio”, es versión esmirriada de 4.6 mil millones de alimentos importados de emergencia en la Venezuela de Maduro; si Evo es imagen andina en espejo del dictador de Sabaneta, cuyo “modelo de desarrollismo progresista” se agotó en 2010, ¿no estaremos en Bolivia en camino a “la erosión creciente y el camino hacia el abismo”?; tanto papo eleccionario de Evo ‘el buenito’ contra ‘la derecha’ conspirativa, ¿no será versión masista del chamanismo como razón de Estado, que usa Maduro al implorar la protección de San Francisco de Asís?
Dieterich cavila que “como el modelo no tenía nada de socialismo”, Hugo Chávez “nunca tuvo la intención de destruir a la burguesía. Sólo quería que aceptara la legalidad de su gobierno”. Encima, la posible cuna colombiana del sucesor enciende chovinismos contrarios al sueño de la patria grande de Bolívar. En suma, el cambio fue un simple relevo de pillos: la llamada Boliburguesía. “Igual que Perón, Correa, Evo et al”, remarca. ¿Qué ocurrente nombre le pondremos en Bolivia –‘cocaburguesía’, ‘aymara-burguesía’, ‘burguesía del relevo de rateros’– a la versión evista de la ‘nueva burguesía nacional’ del MNR de 1952 o a la fusión de sabios de Lovaina con cleptómanos –‘lovainómanos’– del MIR de los años ochenta?
En Bolivia, mi pálpito es que todo cambiará para seguir igual. En el fútbol, donde el técnico no es el culpable, seguirán los platudos que lucran con el potencial de niños y jóvenes, ofreciendo sus servicios a equipos que paguen bien; no fomentarán el deporte, ése del alabado “mens sana in corpore sano”. En la política, donde no se puede sunchar con una pestaña al hombre-símbolo, los poderosos de turno cerrarán filas para proteger a los abusivos del poder, así les hiciera cómplices de tramoyas asesinas. Seguirá la corrupción como común denominador en ambos ámbitos de la realidad nacional.
(20131024)