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REPORTE PGnet No. 382

1.  EDITORIAL INVITADO. 

 

REPORTE SOBRE LOS VALORES HUMANOS

 

Eduardo Caero Moreno

eduardocaero@gestorvirtual.net

 

Sin entrar en el basto análisis de las corrientes doctrinarias, en lo específico, quedó un vacío teórico que bien se podría decir como Demócrito, todavía agitan los átomos[1]. En este vacío quedaron los valores llamados a regular la conducta humana y social. La búsqueda está orientada a precisar lo señalado por las versiones religiosas o emocionales a diferencia de las racionales, de tal manera que se pueda superar tanto la especulación filosófica como la dogmática. Lo preocupante es que estas versiones no han identificado algo en común que permita unificar a los seres humanos en su condición de especie. 

La cuestión fundamental es cómo utilizar la emoción y la razón y si aún es posible ordenar el pensamiento, no sólo para identificar lo que se hizo entre la conciencia y el ser, sino también entre la conciencia y la materia. Esto llevó a la especulación filosófica de examinar qué es lo primero. Las respuestas determinaron las tendencias ideológicas, sin una precisión acerca de los fundamentos que debían sostenerlas. Ferrater Mora: “establece que es común identificar la noción de fundamento con el de causa formal[2]. La discusión se concentró en saber si la causa formal es el espíritu o la materia. De aquí surgieron dos corrientes ideológicas dominantes: liberalismo y socialismo. La diferencia está en la forma como ambas orientan el pensamiento, mientras el liberalismo dio la prioridad a la interrelación de la naturaleza humana con la inteligencia de la razón y la conciencia; el marxismo estableció la prioridad de la naturaleza humana con el trabajo y el ser social que determinan la realidad objetividad del mundo material. Una tercera corriente surgió con los anarquistas y últimamente los grupos de indignados[3] que al haber precisado una posición distinta, pueden no creer en ninguna de estas formas de pensamiento. Las interpretaciones sirven para indagar lo realizado hasta hoy con los valores. Debido a que en el pensamiento estas teorías no tuvieron la amplitud ni la precaución de perfilar una versión que logre superar sus propias trabas conceptuales.  

Desde los albores de la civilización, se han generado valoresnaturales, morales, religiosos, económicos y democráticos, con una visión positiva y una actitud crítica, orientada a impulsar la comprensión de ellos junto al desarrollo armonioso de los principios. Ambos conceptos (valores y principios), debieran proporcionar fuerza y honestidad a la formación del ser humano, en base a una estructura ética, que rija la conducta de todos los ciudadanos, sean racionalistas, religiosos o indignados y no precisamente por una cuestión moral sino por la necesidad de sobrevivencia del ser humano. 

El concepto de valor constituye en la práctica uno de los eslabones perdidos de la filosofía, junto a la pueril importancia que las ciencias sociales dieron a los valores, habiendo también constatado que fueron los grandes ausentes en la discusión ideológica. A pesar de la atención que los ciudadanos de todos los tiempos dieron a los valores desde los inicios de la humanidad, las interpretaciones han sido tan diversas que se ha perdido la posibilidad de encontrar una definición única para ellos. Por el contrario, existen tantas definiciones como individuos quieran abordarlos y al no haber sido precisados por la filosofía, en el marco de una sistematización, constituye una restricción muy importante en la evolución de los pueblos, los Estados, las naciones y la humanidad en su conjunto. 

Los valores de potencia X, no cualquier valor, sino aquellos que tengan el privilegio de ser seleccionados[4], debieran ser como una carta de navegación que todos los ciudadanos de los países del mundo tendrían que respetar, utilizar y aplicar permanentemente en busca de resultados. Estos deberían ayudar a dignificar las conductas de los órganos de poder, instituciones públicas, organizaciones empresariales, sociales, ecuménicas y también de los líderes e individuos que habitan el mundo, tanto desde un escenario local como global.

La tesis epistemológica del relativismo se apoyó en Protágoras quien admitía toda solución, al protagonismo en la medida del hombre. Pero de lo que no habló esta tesis, es llegar a saber cual debe ser la medida del hombre que abandona comprender lo absoluto y de que privilegio goza para que lo permanente se trunque en lo temporal de su individualidad.

Si el macrocosmos fuese lo permanente al margen de los cambios que se dan en él, algo de lo permanente debe reflejarse en el microcosmos, al menos así lo muestran las fotografías del interior del hombre. El parecido extraordinario debe llevarnos a la reflexión de que lo relativo y lo absoluto no tienen porqué ser excluyentes, pero el convencimiento está, en que no se puede ser relativo para llegar a lo absoluto. Hasta ahora lo relativo no encuentra continuidad en lo absoluto. Por eso el hombre prefiere no hablar de lo absoluto porque sólo existe un camino para encontrarlo. Lo temporal y lo permanente tal como lo expresó Maharahi, están sobre la misma línea, de ahí que lo temporal no puede desentenderse de lo absoluto o permanente. Sería un absurdo decir que lo absoluto sólo llega hasta lo temporal de un individuo. No se puede declarar la autonomía del hombre respecto de lo absoluto, así como no se puede declarar la autonomía de la vida respecto de la muerte, el hombre vive con ella, no sólo a través de los que se fueron, sino que forma parte de nuestro único camino a la eternidad, pero también es el único punto de partida. Todavía la ciencia no pudo declarar la independencia de la vida con respecto a la muerte y aunque esta sea la intención del relativismo, no se puede abandonar lo absoluto y declarar la autonomía con respecto a la naturaleza de la creación.    

Identificar lo absoluto no significa designar un ser eterno, infinito, incondicionado, perfecto e inmutable que sea suficiente en sí mismo de acuerdo a la percepción religiosa o según la interpretación del materialismo dialéctico que «rechazó lo absoluto por concebirla como una concepción no científica. Para la religión lo absoluto es Dios; en Fichte es el Yo; (el espíritu absoluto); en Schopenhauer, es la voluntad; en Bergson la intuición; en la filosofía de Hegel lo absoluto aparece como la razón universal (el espíritu absoluto) —de aquí surgió el método de la intuición intelectual que utilizó el liberalismo—»[5].

Estas opiniones no alcanzaron a interpretar lo absoluto, se convirtieron en la expresión del relativismo de los hombres. Mientras unos intentaban explicar lo absoluto a través de Dios, los otros se empeñaban en descalificar esta concepción por considerarla no científica. Con esto los marxistas rechazaron a Dios y con Él, al liberalismo, pero nadie puede eximirse de la comprensión de los valores absolutos. Osadamente lo hicieron las dos corrientes filosóficas antagónicas pues quisieron desligarse de lo absoluto. La primera lo llevó a lo trascendente y la segunda a lo intrascendente con el argumento de no ser científico. Pero los valores absolutos pertenecen al orden superior del individuo y de la sociedad al margen de estas concepciones doctrinarias.

Por eso lo absoluto está en la heteronomía de la voluntad, le corresponde al propio ser humano la capacidad natural de aceptar y reconocer los valores que son absolutos. No cualquier valor, nos referimos a aquellos que tienen la calidad de ser fundamentos, aunque estos no hayan sido reconocidos son lo que son y siempre serán esto, al margen del grado de evolución que alcance la sociedad humana, sea que los utilice o no. Kant confundió la heteronomía de la voluntad en los valores estratégicos con la heteronomía de la voluntad en las éticas hedonistas[6] y eudemonistas[7], junto a mandamientos, castigos y recompensas que el propio Kant rechazó y a pesar de que es con esto que viene evolucionando el ser humano, señaló que la ley moral, no puede condicionarse al logro del bien personal debido a que pierde su imperatividad. «Kant no quiso hablar de los fundamentos que se sostienen en lo permanente y tampoco se los puede excluir ni tener indiferencia con ellos porque verdaderamente tienen valor para todos»[8], estos valores están en la sociedad sin importar si fueron reconocidos, pues reflejan el grado de evolución social. Estos valores son: Ductilidad, Inclusión, Libertad, Idoneidad, Justicia y Equidad. Las iniciales de estos valores se expresan en la palabra DILIJE que es cercana a diligente y también a dilección esta última significa voluntad honesta y amor reflexivo, tan necesarios para poner en práctica los valores de potencia X  con los cuales se puede dar una definición en los siguientes términos: 

Los valores DILIJE son fundamentos guías de acción y finalidades de la fuente de contacto común del ser humano, de donde se desprenden los principios informativos, ordenadores, creativos y competitivos del proceso de gestión que permitirá evaluar y proyectar la institucionalidad de la nueva sociedad global.

El problema de no utilizar estos valores, radica en que aún no hemos aprendido a estar vivos. Al margen de los logros alcanzados, nuestra sobrevivencia sin los valores, es real pero también es efímera debido a que únicamente el reconocimiento y la práctica de los valores permanentes permitirán hacer sobresalir la utilización de los valores temporales que conocemos y le darán sentido a nuestra existencia en la nueva sociedad global.

 

REFERENCIAS:

[1] La expresión agitan los átomos se debe a Demócrito 460 – 370  a.c. cuando este filósofo admite decididamente la existencia del vacío en el cual se agitan los átomos que constituyen la esencia de toda realidad sensible.   

[2] Ferrater, 2000: 155.

[3] Los indignados constituyen un movimiento social en los principales países industrializados del mundo que  reclaman el cambio del modelo económico por considerarlo excluyente.

[4]       Ver p: 139-142.

[5] Rosental, 2005: 9.

[6] Hedonismo.  En la filosofía moral es la tendencia que identifica el bien con el placer hacia el que se orienta toda actuación humana.

[7] Eudemonismo. Concepción ética que considera la felicidad como fin de la vida. Representantes de esta postura han sido Sócrates, Epicuro, Spinoza y Leibniz. En Kant se encuentra la más convencida oposición a toda ética eudemonística, por cuanto la ley moral no puede condicionarse al logro del bien personal sin perder su imperatividad.

[8] Caero, 2012: 111.

 

¡BUENOS DIAS!

NOTA DEL MODERADOR: Agradecemos al Lic. Eduardo Caero por su contribución. Las opiniones vertidas en esta nota editorial son de exclusiva responsabilidad del autor invitado.

 


2. NOTICIAS DE LOS MIEMBROS.

Este espacio es para todos los miembros del PGnet. Cualquier noticia, sea de  cambio de institución, promoción de funciones lanzamiento de un libro, trabajos publicados en revistas, asistencia a congresos, simposios o conferencias como disertante, etc. serán publicados.

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Rosario Santa Fe, Argentina.

 


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Juan Carlos Aranibar

jcaranibar@hotmail.com

 


DESDE COCHABAMBA, BOLIVIA

 

Gracias Saul,

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maria@somossur.net

 

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