La OEA en su laberinto
La Carta de la Organización de los Estados Americanos y la Carta Democrática Interamericana, han sido olvidadas. Y nuevamente se ha puesto en evidencia que los organismos internacionales, como afirmó el colombiano Alberto Lleras Camargo al renunciar a la Secretaría General de la OEA en 1954, “son lo que sus miembros quieren que sean, y no otra cosa”.
En el último tiempo, con la complicidad del actual secretario general de la OEA, algunos gobiernos representados ante de la organización han resuelto que ésta sea sólo un club para proteger a tiranuelos populistas. Mientras tanto, otros que se precian de ser respetuosos de los derechos humanos, las libertades democráticas y las instituciones nacionales, nuevamente han escogido el camino de la claudicación frente a los embates de los autócratas de la ALBA y de sus seguidores que, perteneciendo a la OEA, y participando de sus deliberaciones, simultáneamente la descalifican –con el libreto de Fidel Castro: la OEA es el “ministerio de colonias de Estados Unidos”–, y propician su desaparición. Son las que se regodean con un remedo: la UNASUR.
Nicolás Maduro, ha resuelto impedir brutalmente que los venezolanos manifiesten su protesta por la desesperante situación económica y por la total ausencia de las libertades democráticas que sufre el país. Esto no se puede ocultar. Pero en la OEA, los populistas, sus socios y los indolentes y cobardes, creen que, impidiendo que la valiente y admirable líder venezolana, María Corina Machado, les cuente lo que padecen los venezolanos bajo la férula del chavismo, desaparecerán las historias reales del terrorismo de la autocracia venezolana.
En las votaciones para que la sesión en la que se proponía hablar María Corina Machado sea cerrada hubo dos patéticas intervenciones: la de la delegada de Maduro que, al votar por ocultar la verdad, cínica ella, dijo: «Lo hacemos por transparencia», y la del representante de Brasil: «No tenemos por qué permitir que la OEA se convierta en un circo, no tenemos que montar aquí un espectáculo para que lo vean de afuera», justificando que nada salga de lo urdido entre las cuatro paredes de la OEA. Un ex abrupto torpe que daña la admirable tradición de seriedad de Itamaraty.
Jamás la OEA ha volado tan bajo. Cooptando el organismo con el beneplácito de su secretario general, los populistas han quebrado una organización que un día fue decente. Quizá sea nomás una buena idea terminar con ella pues está contaminada con la hipocresía de varios de sus miembros.