De abuelitas, rendiciones y elecciones
Viniendo de una gira por barrios suburbanos, sorteé un bloqueo de avenidas sabe Dios por qué. El provincianismo de otrora pueblos rústicos, hoy, gracias al contrabando o a la coca convertida en cocaína, ha involucionado la arquitectura en “cholets” que dejan chiquito al barroco y diminuta a la recargada versión churrigueresca. Si fuera docente de la materia, instruiría a universitarios que quizá manejan bien celulares inteligentes y no tanto el diseño gráfico, sacar fotos de esos enormes adefesios, donde el alarde clase mediero o ‘choliburgués’ mezcla materiales y estilos, quizá sin tener aún alcantarillas donde disponer óbolos humanos a la Pachamama, léase residuos sólidos.
¿Es que el concepto de lo bello está cambiando? No, es ejemplo de que vivimos en un mundillo al revés. No es del librito de Galeano que hablo, cuya vacuna contra el virus de la izquierda delirante, si bien tardía, debería ser difundida, sin perjuicio de que siga escribiendo en prosa de cariz más irónico. Tampoco del reloj cuyas agujas marchan de retro en el frontis del Congreso; no había sido invento ‘originario’ como quieren hacer creer a los ignorantes, porque hace décadas un cómico alemán usó tal ridiculez para hacer reír a la audiencia. Ni mencionar a la rendición ‘verde-amarela’ al ‘blitzkrieg’ futbolero teutón, que ahora se conocerá como “Mineirãozaso”, en el campeonato mundial de balompié en Brasil, cuyos reverberos están aún por verse.
Hablo de la devaluación de la heroica alusión de Eduardo Abaroa a la abuela de sus enemigos, en su inmolación en el puente del Topáter. Díganme si no es denostar una de las pocas instancias en que el heroísmo boliviano ha tapujado la imprevisión de gobernantes, o la cobardía incompetente de alguno de sus jefes militares, en un país que ha rendido en mesa quizá su única victoria bélica contemporánea: la campaña de Ñancahuazú contra la guerrilla del Ché. El Presidente descartó tal posibilidad, mandando a sus adversarios “a debatir con su abuela”.
Ni caso de regodearse con una tembleque eventual discusión de dientes postizos, porque unas abuelitas los tenían flojos o ya estaban difuntas, y otras no los tenían y quizá ni siquiera hablaban español, pobrecitas todas ellas. Tal dislate sobrevino en fuegos de artificio electorales, donde la oposición instaba a debatir con Evo sobre sus planes de gobierno, quizá pensando que sus veinte doctorados ‘honoris causa’ hubiesen pringado algo de sapiencia, o que la tercera era la vencida.
No era nada nuevo. En las elecciones de 2005 y 2009, el candidato cocalero rehusó debatir planes de gobierno con sus rivales. Con tal astuta viveza criolla –o ¿debería decir ‘originaria’?- y parafraseando a los Beatles, “with a little help from his friends” –Hugo Chávez y Fidel Castro- ganó las elecciones con el 54% y el 64% de la votación, respectivamente. ¿No es ejemplo del mundillo al revés en que vivimos?
“Debatiré con los ‘movimientos sociales’”, dijo el ególatra candidato a longevo Presidente. Uno sería con el gremio de los choferes, cuyo dirigente quiere ser senador, y que poco tendrá que debatir en los programas de gobierno en bien del país. El quid del ‘toma y daca’ diría yo, sería un ‘ofrezco tantos votos si me haces senador’, del uno; aceptaría el otro al asegurarse un levanta-manos más, sellado con un choque de vasos con cerveza de una transnacional. Olvídese el ‘gobierno del cambio’ de reducir o anular la sangría anual de combustibles subsidiados del autotransporte.
Así redujera su caudal electoral porque los bolivianos abrimos los ojos y dejamos de ser estúpidos, Evo Morales ganaría las próximas elecciones. La oposición le tendió la cama, dividida como está, tal vez por la egolatría de políticos que en época de elecciones creen en la lisonja de adláteres. Imagínense, tres taxi-partidos dejan una coalición opositora porque dicen que impusieron un camba valiente como candidato a la vicepresidencia. Un ex presidente se presenta de candidato por un partido en vías de extinción. Otrora aliado gubernamental, la egolatría de uno que se dice sin miedo rivaliza con la ‘evolatría’ del candidato que monta y espolea al caballo del corregidor, dilapidando recursos de todos los bolivianos cual si fueran suyos. ¿Qué algo más que simbólica puede ser la candidatura de un líder indígena del Tipnis, mientras arrolla la primacía aymara en el ‘gobierno del cambio’?
Dicen que los bolivianos somos serios, tristes y solemnes; quizá todavía no cuaja la bonhomía oriental. Tal vez el único recurso que nos queda es de Brasil. En elecciones de alcaldes y concejales, quizá por la desilusión con politiqueros, desde que su Ley Electoral aceptara el voto por ‘Lula’ en vez de consignar el nombre de Luíz Inácio da Silva, se destacan candidatos con nombres tan burlescos como Batman, James Bond, Wolverine y la Mujer Maravilla. Hay motes ocurrentes como Daniel el Cornudo, Elvis no se Murió, la Mujer Pera, Abraham el del Queso y nombres de animales como Sapo, Pato, y hasta un Depende.
De ser posible en las elecciones bolivianas, yo votaría por Tiririca, un payaso que candidateó a una diputación en 2010 y ganó con poco menos de un millón y medio de votos. Hace poco, una encuesta seria de periodistas brasileños lo eligió como uno de los mejores parlamentarios de su país. Aún con rumores de que era analfabeto, asistió a todas las sesiones del Congreso. La pena es que se contagió de la borrachera de poder: está promoviendo a su hijo, el payaso Tirulipa Júnior, como su heredero político.
(20140712)