Brasil es importante para Bolivia
Compungido todavía por la partida del payaso de la mirada triste, Robin Williams, me llovió sobre mojado el accidente aéreo en Santos, Brasil, donde pereció Eduardo Campos, candidato a la presidencia por el Partido Socialista Brasileño (PSB). Rememoré el viaje en helicóptero de São Paulo a Guarujá, balneario playero de Santos tanto como ésta es el mayor puerto de Brasil y de la más grande e industrial ciudad de ése país: el gran desparrame urbano de rascacielos que es la capital paulista, que solita más que duplica la escasa y dispersa población boliviana.
Empezaron a bullir cabos sueltos en mi sesera. A mal haya que el día que lo entierran me ponga a analizar el efecto de su partida en las elecciones brasileñas de octubre; me enterneció que sus restos acompañarán a su tío, “histórico líder socialista brasileño que le introdujo en la política”, fallecido 9 años antes. Confieso cierta debilidad por la utopía del socialismo, quizá porque un pariente fundó el Partido Socialista junto a Marcelo Quiroga Santa Cruz. O tal vez sea porque el ‘tío Tito’, en ‘residencia’ forzada en Cochabamba, materializó la mezcla de felicidad y frialdad, calor y nieve, que es mi enlace de casi 40 años con su sobrina.
Ya lo he comentado. Brasil está cerca de mis introspecciones porque es tan importante para Bolivia como Rusia es para Finlandia. Suomi, otro nombre de ese país multiétnico, en su devenir libró muchas guerras con sus vecinos. En 1939, una con la inmensa vecina del sureste, donde la sangre la puso Rusia, como siempre; Finlandia, la valentía y la mutilación territorial. Como Bolivia, sostengo. A pesar de ello, Suomi remachó una diplomacia que la salvó de ser un satélite soviético más, con la firma de un tratado que convirtió a la entonces URSS en su principal socio comercial, aparte de Suecia y Alemania.
Hoy, la dependencia finesa del comercio con Moscú sufre de la geopolítica rusa, acosada por países occidentales y cortapisas al renacer de pretensiones imperiales al mando de Putin. La dependencia comercial de Bolivia con Brasil es tal vez la misma de Helsinki respecto a Moscú, con la diferencia de que a Brasilia no se le ha subido la cachaça
za a la cabeza eso de ser potencia hegemónica de América del Sur, digan lo que digan los argentinos. Nuestra frontera con Brasil es la más extensa; eso, el comercio bilateral y que Bolivia, cintura del subcontinente, es el camino más corto de Brasil al Pacífico y acceder a mercados asiáticos, deberían ser las líneas de fuerza de nuestra diplomacia.
Por eso me alegré con el titular anunciando la renovación de la relación Bolivia-Brasil. Tres cabos sueltos desde hace 14 años, pero alborotados hace casi una década por el histrionismo militar-mediático de Evo Morales, al ocupar predios petroleros brasileños durante la llamada ‘nacionalización de hidrocarburos’, signaron una nueva era en relaciones bilaterales quizá tatuada por el narcotráfico y el gas natural, aparte de la antipatía de la hoy Presidenta, luego de necios desaires bolivianos aguantados con bonhomía por el padrino del Foro de São Paulo, Lula da Silva.
Hoy quedan otros cabos sueltos en la relación bilateral. Que Brasil construya los caminos que necesita Bolivia, pero sin que los nuevos ‘bandeirantes’, sus ‘empreiteiras’ constructoras, confabulen con tanto maleante nacional de cuello blanco, y roben al pueblo boliviano con sobreprecios sórdidos, como decía mi amigo José María Bakovic. Llegar al mar, prendidos de la levita brasileña a despecho de la soberbia chilena y la ambivalencia peruana. Recuperar la cualidad bioceánica de Bolivia, accediendo al río-mar y al Atlántico con esclusas adosadas a hidroeléctricas en el río Madera: ¡enójense pachamamistas y conservacionistas! Decía Marx (Karl, no Groucho) que “los filósofos han interpretado al mundo; lo importante es cambiarlo”, ¿por qué no añadir al caudal hidroeléctrico boliviano las represas en Cachuela Esperanza y la binacional aguas arriba de Guayaramerín? Si Brasil es el mayor comprador de gas natural, ¿no será el mayor destino de exportar hidro-energía?
Me quedo pensando que las relaciones exteriores son asunto demasiado serio para confiarlas a un experto en el protocolo de ‘ajtapis’. Por más que no me haga asquitos de asir manjares con las manos, y en Galicia haya adquirido una ‘cunquiña’, quizá versión hispana de la tutuma en que se liba la chicha valluna, previa ‘ch’alla’ a la Pachamama. De igual manera, así como celebro el nombramiento de embajador en el Perú de un culto historiador, corcoveo con que la diplomacia boliviana, y sus brazos que son embajadores y cónsules, sean nominados a dedo por el mandamás de turno.
No es mala práctica reciente, pero tiene que cortarse de raíz eso de que más vale un amigo en el banco, que un banco amigo (léase ‘poder’ en vez de ‘banco’). Es insólito que los cargos diplomáticos se hayan convertido en exilio dorado de represores, tránsfugas e imberbes, solo por afinidad política, amistad o parentesco con los poderosos. Viene a la memoria la represora de protestas sociales en Cochabamba, premiada con una embajada; el ejecutivo de la resucitada petrolera estatal pillado con ‘las manos en la lata’, castigado con representación diplomática, primero, y luego como mandamás del proyecto hidroeléctrico, de riego y agua potable del ‘asicuni’ en la Llajta. ¿Y qué del torvo verdugo de Chaparina, ahora embajador en la ONU? ¿Vale tan poco la relación con Brasil, que pusieron a un comentarista deportivo de representante en Brasilia?