Bolivianismos en la politiquería corrupta
Otra vez recalé en un canal chileno, por dedo más lento que los dos dígitos del que buscaba y la rapidez del mando a distancia. Un panel discurría, con buen humor y alguna sorna, sobre los modismos de su jerga popular que ha legitimado el nuevo Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua (RAE). Ya había pensado en el ‘amigovio’ –mezcla de amigo con novio- que una hija mía, de avanzada ella, definió como ‘amigo con derechos’, que, claro, son sexuales –y sensuales si gustan los prolegómenos que los gringos llaman ‘foreplay’.
Faltaron varios bolivianismos. ¿Qué hacemos con el popular ‘chorteja’ –mezcla de chola y corteja- en este país de mayoría de concubinatos por usos y costumbres de “cultura ancestral”, que yo, materialista cultural que soy, atribuyo a falta de billetes? Porque no me digan que se pagan con ave marías los gastos de una boda criolla, sus tres días de jolgorio con comilona, cocteles de varios colores, cohetería, ‘conjunto’ y todo. Hasta sufren los “haylones” (otro bolivianismo), ahora que los matrimonios se miden por el prestigio del sitio del evento, las fotos (mejor si salen en la revista dominical y la agraciada (no hay novia fea) en la carátula, el vestido blanco (mentiroso), el traje de luto del novio (apropiado); la liga, las flores, la torta nupcial, la calidad de la comida gourmet, champán y vinos finos, whiskies de 12 años y, maldita sea, un ron que aborrezco así fuera yo abuelito.
Un bolivianismo que debería figurar en el diccionario de la RAE es “coimision”, mezcla de coima y comisión. Por extensión “coimisionero”, vocablo que nada tiene que ver con altruistas misioneros, ni con la común posición sexual: define a quienes ejercen esa forma de hacer fortuna sin trabajar con probidad. Cala bien en prácticas que rayan desde el “timbre de aceleración” del billete inserto en papeles de algún trámite burocrático, hasta el depósito millonario en alguna cuenta ‘caymanera’, ahora que Suiza flaquea con el sacrosanto ‘secreto bancario’.
“Cherchez la femme”, dicen los franceses y alguna novela policíaca. “Cherchez l’ argent”, busquen a la plata, no a la mujer, en la politiquería boliviana que resalta el beneficio personal, tan diferente a la política que tiene al bien público como norte. No es fenómeno reciente, ni circunscrito a la triste realidad nacional. Ya Jesucristo decía “el que esté libre de pecado, lance la primera piedra”, aforismo que no atañe solo a la mujer adúltera que algunos islámicos apedrean a muerte. Busquen a la plata y encontrarán gemas como la quema de hectáreas de pastizales en Capuraya y totorales en la laguna de Quenamari. ¿Dónde está la plata? Pues la tienen los vivillos que lucran vendiendo lotes a recién llegados a ‘la clima’ valluna desde el frígido altiplano. ¿Que en el Chapare usan autos chutos para revender gasolina? No sean lelos, no es para recargar tanques de ostentosos Hummer que abundan en chozas de cocaleros pobretones; es para fabricar cocaína, de la que la gasolina es un precursor necesario. ¿Que la Iglesia Católica critica el uso de bienes públicos en las elecciones? Quizá ignoran que el caballo del Corregidor siempre gana la carrera con la ayuda del abuso de bienes estatales, prebendas y talegazos.
Un ejemplo reciente ayudará a ilustrar el fenómeno: la ‘tumbada’ (otro bolivianismo) de Papelbol. Vaya y pase que no haya árboles de fibra larga adecuados para fabricar papel en Villa Tunari. Ni que una especialista en defenestrar mediante el acoso judicial, pero bisoña en lides empresariales, fuese premiada con manejar las curiosas empresas estatales, una de las cuales es Papelbol. Sin embargo, intriga que develó el escándalo Sol de Pando, un periódico de Cobija, la capital menos poblada y la segunda más insegura del país (después de Santa Cruz de la Sierra), en lo que queda del Acre vendido a Brasil.
Andrés Fermín Guzmán Heredia, fue un “habilidoso político y gestor comercial” según lo califica su hábil reportero. No hago leña del árbol caído porque está muerto, al descalificarle como sinuoso politiquero y paradigma de ‘coimisionero’: su foto debería colgar en las oficinas de émulos suyos, ahora que está de moda honrar a impostores. Su hoja de vida, ¿o debería decir prontuario?, aloja perlas corruptas. La entrega del LAB a los Canhedo, propietarios de la quebrada VASP; la compra de un curul como Senador suplente por uno cuyo lema era “el poder es para hacer negocios”; tránsfuga politiquero que de adular a Tuto pasó a ‘llunquear’ (otro bolivianismo) a Evo y trabar estrecha amistad con el San Expedito de su gobierno. ¿Tendrá razón el reportero al vincularlo con Quintana y Becerra para tumbar a la constitucional gobernación de Pando y asesinar a campesinos aleccionados en la Masacre de Porvenir? En la ‘gestión’ que encomendó a OAS, una corrupta empresa brasileña, la construcción de la carretera asesina del TIPNIS. Guzmán Heredia, cosido a balazos por el chofer de un millonario al que habría extorsionado $200.000 verdes, ¿no atiza la afiebrada musa para escribir de un clásico triángulo amoroso, sin dar bola a su preferencia sexual para no pecar de homofóbico?
La pregunta del millón con respecto a Papelbol es ¿cómo una fabricante brasileña de maquinarias, zarandeada por problemas legales, económicos y tecnológicos en su país, obtuvo “un contrato directo para armar en Bolivia fábricas de cartón y papel, consideradas empresas estratégicas del Estado”? “Cherchez l’ argent”, para arriba, digo yo.