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El peor gafe de la ministra Amanda Dávila

Por: Raúl Peñaranda

Raúl Peñaranda

La ministra de Comunicación Social, la periodista Amanda Dávila, publicó el jueves un tuit insólito que movilizó a las redes sociales. Dijo: «Fanatismo racista contra islamistas, xenófobo y de derecha cavernaria en caricaturas de # CharlieHebdo, pero nunca justificación para masacre”. Y, más tarde, «En # CharlieHebdo los extremismos de izquierda se juntaron con los extremos de la derecha racista”.

Entre los innumerables aspectos que se pueden comentar de tan ligera opinión, deseo tocar uno que afecta directamente a mi persona. ¿Cómo es posible que Dávila ose hablar de xenofobia cuando ella fue la responsable de convocar a una conferencia de prensa para intentar desacreditarme, mostrando un pasaporte chileno de mi adolescencia y mintiendo descaradamente?

Dijo que yo «había ocultado hábilmente mi identidad”, algo absurdo porque mi cédula de identidad señala mi lugar de nacimiento y porque ella lo sabía personalmente. Añadió que yo era una «cabeza de playa de los intereses chilenos” en Bolivia y que estaba intentando afectar nuestra demanda marítima ante La Haya. Ambas cosas son falsas, como se sabe abundantemente. Pero fue más allá. El diario Cambio, que está bajo su supervisión, afirmó que yo viajaba una vez al mes a Chile a recibir instrucciones de la Cancillería de ese país para coordinar conmigo acciones a ser tomadas contra el Estado boliviano. La oficina de Migración, y los sellos en mi pasaporte demuestran que eso es falso, además de estúpido.

¿Puede entonces esa ministra acusar a alguien de «xenófobo” cuando ella es una destacada xenófoba del país? ¿Con qué moral?

El resto del contenido de los tuits es todavía más grave. Aunque afirmó que no se debe justificar la masacre, al calificar a la revista Charlie Hebdo de promover el «fanatismo racista contra islamistas, xenófobo y de derecha cavernaria”, de alguna manera sí lo hace. Y, por lo tanto, en la mente de la intolerante ministra, si alguien es, según ella cree, «racista, xenófobo y de derecha cavernaria” entonces debe atenerse a las consecuencias. Esa es una declaración grave para una persona que representa al Estado boliviano y que, además, se dice periodista. Podría Charlie Hebdo tener la línea editorial que sea y jamás nadie tendría derecho a segar la vida de sus responsables. Es increíble cómo logró ponerse a contramano de la opinión pública nacional e internacional sólo para destacar como una persona que critica a la «derecha cavernaria” y, así, creía ella, agradar a sus jefes.

Y el otro asunto grave, que demuestra la desinformación de la funcionaria, es que Charlie Hebdo es una revista de izquierda radical. No es de derecha. La confusión surge en la mente de la ministra por su pobre reflexión: si alguien critica a los árabes y a los musulmanes, piensa ella, entonces es antiinmigrante y, por tanto, de «derecha cavernaria”.

Lo que la ministra no entiende es que Charlie Hebdo no critica a los árabes ni a los musulmanes. Critica una visión estrecha del islam y, por supuesto, a los movimientos terroristas islamistas que actúan en varios lugares del mundo.

Tan no es de derecha, que Charlie Hebdo es un enemigo declarado de Jean-Marie Le Pen, su hija Marine y de todo el movimiento ultraderechista francés. Tan no es de derecha, que ataca las deportaciones de migrantes. Tan no es de derecha, que defiende el derecho al aborto, al matrimonio homosexual y a la legalización de las drogas. Ha publicado las más duras (y a veces vulgares) caricaturas contra ciertas visiones católicas, judías y musulmanas, pero, además, contra banqueros, policías y políticos de toda laya. Si la ministra no sabía la tendencia ideológica de la revista, debió hacer lo que hacen los escolares: leer Wikipedia.

Lo que nos lleva a comentar otra confusión de Dávila, que surge de leer su primer tuit: Para ella «islamista” es lo mismo que «islámico”, cuando son dos cosas distintas. La primera acepción se atribuye generalmente a la visión radical y violenta de la religión musulmana. La segunda se refiere al islam en general. El Presidente de Argelia es islámico. El cabecilla de Al Qaeda es islamista.

Se puede, con toda ética, estar en contra de los islamistas, pero obviamente no se puede ser «anti-islámico”, porque todas las religiones deben merecer respeto. Para que ella entienda mejor, le añado este ejemplo: no se puede confundir la Inquisición con el resto del catolicismo. En una gestión como ministra llena de gaffes, éste es quizás el peor de todos.

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