ArtículosInicioWinston Estremadoiro

Distracción de la atención pública

Nos regodeábamos con mi esposa de lo bien que nos fue en el sur de Chile. Conocimos, bueno, picoteamos, siete localidades de la Región de Los Lagos y la Isla Grande de Chiloé. De yapa, visitamos San Carlos de Bariloche en la vecina Argentina. Al retornar, preferimos navegar por la inmensa bahía de Valparaíso y almorzar deliciosa reineta regada con buen vino chileno, al congestionado Santiago y una función de teatro. Un incendio forestal de proporciones ensombrecía el cielo, y el bus nos hizo pasear por Viña del Mar a través de una ruta alternativa.

¿Y a mí que me importa?, pensará alguno. Bueno, amanecimos con la nueva de dos erupciones del volcán Calbuco, cuyas impactantes fotos nos condolieron de nuevos y viejos amigos, afectando a lugares que visitamos. Todo Puerto Montt –donde evocando a Los Iracundos saqué una foto de mi esposa ‘sentada frente al mar’- se vino a Osorno, contaba una amiga.

Los chilenos son gente disciplinada que acata medidas de seguridad requeridas en un país de 90 volcanes activos, frecuentes terremotos y tsunamis. Por eso causó risa la alharaca de un temblorcito que hizo cerrar el Palacio de Justicia de Cochabamba, detener procesos, audiencias y motivar alarma de burócratas asustados. Cómo no atizar el fuego de injustas sindicaciones de retardación de justicia, si una flatulencia telúrica menor ocasiona semejante alboroto, pensé.

Sostengo que el equivalente de los desastres naturales chilenos está en los recurrentes sacudones de la politiquería criolla. Ambos atrasan el progreso de sus respectivas naciones. En el caso de Bolivia, hay que sortear nubes distractoras de la propaganda oficial, que llenan los titulares cada 1 de Mayo con a veces descocadas y siempre demagógicas medidas para adular a los trabajadores.

Una noticia medio escondida que debiera sacar roncha, es el terremoto de un coronel de ejército que se marchó a España en calidad de refugiado político. Ningún ‘vende ambaibas’, que es como en mi tierra llamamos al humilde recolector de tal fruto silvestre, el coronel-doctor Germán Cardona prefirió autoexiliarse a seguir apañando el manoseo que coopta la institución armada a designios políticos fugaces.

Militar disciplinado y letrado, combinación no siempre apreciada en su institución, siguió el conducto regular enviando a las autoridades castrenses un informe ‘ultrasecreto’. Cavilo, uno, pretendía mantener al entorno gobiernista al margen; dos, quizá tenía la ilusión de reservarlo para los ojos de jefes. Se empezó con negar el documento, algo ridiculizado por los sellos de “recibido”. El Gobierno rechazó su tenor y llamó esquizofrénico al disidente autoexiliado; sus colegas le tildaron de loco, tal vez por enfrentar a maquinaria gubernamental experimentada en trabajos sucios.

Cuando el río suena, piedras lleva. Hace años cundía el rumor de vuelos secretos del aeropuerto de Chimoré –ironía que fuera construido por los gringos- a Venezuela. Quizá de allí llegaba una tajada menor de los rifles Kalashnikov que Hugo Chávez compró a Rusia; de aquí tal vez embarcaban ‘ladrillos’ no de albañiles, sino de pichicateros. Algo remachado por develamientos del disidente referentes al llamado ‘cartel de las estrellas’, a la revista brasileña Veja que hace tiempo desgrana ‘pepas’ sobre el Gobierno y el narcotráfico.

Sin embargo, el pedregón que podría tumbar el puente de alegaciones gobiernistas tiene que ver con el bullado caso que vinculó terrorismo de extranjeros con separatismo cruceño. Sobrevino el asesinato de tres de ellos en el Hotel Las Américas, y seis años de tira y afloja judicial para casi cuarenta procesados, varios de la crema y nata de la locomotora económica del país. ¿Es que fue un eslabón más en la tramoya del Gobierno para debilitar la fortaleza de Santa Cruz, en el asedio de lo que entonces era el epicentro de la oposición, toda vez que Pando había sido ocupado militarmente? Beni aguanto hasta el 3 de mayo y su balotaje para dirimir si se avenía a un manejo gobiernista, o seguía opositor.

El informe del Cnel. Cardona dirigido al comandante general del Ejército, sindica que las armas presentadas como evidencia fueron retiradas en ambulancia del Ministerio de Defensa, del arsenal de la Octava División con asiento en Santa Cruz de la Sierra. En la operación intervinieron personas claves del régimen. Días después fueron expuestas por la Fiscalía y el Ministerio de Gobierno para sustentar su tramoya judicial.

Son demasiados los perdigones que perforan el cántaro de barro de las alegaciones del Gobierno.Coinciden declaraciones de un Senador opositor, hoy exiliado en Brasil; alegatos de un supuesto financista desde Uruguay; confesiones de quien fuera adulado perro de presa del Gobierno, hoy también en Brasil. Se tiene a Cardona al otro lado del charco, sin que le pongan trabas gobiernos afines al partido de gobierno en Bolivia. ¿Qué pasará si los presionados a auto-inculparse en el caso terrorismo empiezan a revelar detalles desde Hungría, Croacia e Irlanda?

El fondo del embrollo del caso Cardona es que esclarece la servidumbre del estamento armado al presente régimen de gobierno. Sin embargo, es bueno recordar que las Fuerzas Armadas son perennes; el ejercicio del poder político es transitorio. O debiera serlo, a menos que la democracia esté mutando a una dictadura.

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