LA TRAMPA DEL ESTATISMO
En economía es conocida la teoría de la “trampa de liquidez” planteada por Keynes. Según este enfoque hay momentos en las economías nacionales que los agentes económicos privados no están dispuestos a gastar su dinero, menos a invertirlos, lo cual lleva a una contracción de la economía, que cuando se agrava deviene en recesión y hasta en depresión económica. Ante esta situación los economistas keynesianos consideran que los gobiernos deben impulsar el gasto fiscal, para de esta manera impedir que se desacelere la demanda interna. En mi opinión esto lleva a la “trampa del estatismo”.
Si el aumento del gasto fiscal impide que la demanda agregada caiga y con ello la producción y el empleo, se habría conseguido el objetivo de impedir la recesión. Para ello el Estado tiene que prestarse los recursos de los ahorristas, para de esta manera impedir su atesoramiento. De esta manera, se cae en lo que se denomina déficit fiscal, los gobiernos gastan por encima del nivel de recaudaciones por impuestos. ¿Cómo lo hacen? Acudiendo al endeudamiento público, que gustosamente los ahorristas privados están dispuestos a financiar. El problema surge cuando la gente vuelve a gastar su dinero. Por tanto, la demanda se incrementa aun más, convirtiendo la fase de recesión económica en una de auge. En este escenario los ahorristas en lugar de volver a invertir sus recursos en nuevos proyectos empresariales, prefieren seguir prestando al Estado, dado que estos préstamos son seguros. Además, estos préstamos denominados bonos, que se venden continuamente en las bolsas de valores, tienden a subir de precio por el continuo aumento de su demanda.
El aumento del gasto público, que debió ser circunstancial, se convierte en permanentemente creciente, con lo que endémicamente se tiene déficit fiscal lo que, a su vez, continuamente aumenta la deuda pública.
Al incentivar a que el ahorro privado se dirija para financiar el gasto público se desincentiva la creatividad empresarial y con ello el desarrollo económico. Es conocido que estos recursos bajo la administración del Estado no gozan del atributo de la eficiencia, que está presente entre los privados, porque ya no rige la competencia al momento de asignar los recursos ni el objetivo de rentabilidad. El continuo déficit fiscal con su correspondiente expansión de la deuda pública denomino “trampa del estatismo”, porque, en definitiva, está impidiendo un mayor crecimiento económico. Es fácil caer en déficit fiscal, lo difícil es bajarlo.
El planteamiento keynesiano se impuso en el mundo después de la Gran Depresión económica de los años 30, que comenzó en EEUU y luego se difundió por todo el planeta. Hasta el día de hoy no hay consenso si la política fiscal expansiva impuesta en el mundo hubiese sido la respuesta adecuada para superar la gran depresión. Hay economistas que sostienen que la gran depresión fue superada sólo con el advenimiento de la dramática segunda guerra mundial.
Pero quedó la creencia que una buena política económica que impidiese las recesiones económicas y, por tanto, asegurase la continua expansión de la producción debía ser acompañada con un creciente gasto público. Como esto no fue posible acompañar con un genuino paralelo financiamiento con impuestos que recaigan sobre los ahorristas privados, los países incurrieron en déficit fiscal, lo que llevó a lo ya dicho: continuo endeudamiento público. Hoy, el problema es el elevado nivel de deuda pública, principalmente en los países económicamente más desarrollados y, en particular, en los países europeos. Cayeron en la “trampa del estatismo”. Y salir de esto implica las impopulares políticas de austeridad.
A partir del año 2012, América Latina ingreso a un proceso de desaceleración económica, luego de haber vivido un periodo expansivo, gracias a los buenos precios de las materias primas que la región exporta. Como esto se acabó también se acabó el periodo de bonanza.
Bolivia es uno de los países que se destacó en este periodo porque sus tasas anuales de crecimiento económico se ubicaron entre las primeras de la región. Si se analizan los componentes de la demanda global interna se puede colegir que subió tanto el gasto privado como el gasto público. De manera particular, hay que destacar que el gasto público fue muy fuerte en los años 2013 y 2014, lo cual se puede calificar de un “gasto pro cíclico”, que aceleró demasiado la economía y eso explica las altas tasas de crecimiento del 6,8 por ciento para el año 2013 y del 5,4 por ciento para el año 2014. Desde el punto de vista estrictamente económico este proceder no fue el adecuado. Se puede justificar un gasto público creciente cuando está flojo el gasto privado, siguiendo el razonamiento keynesiano, lo que no se dio en Bolivia. En economía cuando se refiere a gasto esto engloba tanto el consumo como a la inversión.
Los gobiernos buscan administrar la demanda interna para impedir el auge o la recesión concentrándose en la pública. Si se reconoce que el país vivió un periodo de auge, impulsado por el gasto fiscal, no es aconsejable insistir en este proceder. Lo razonable es reconocer que la economía se debe frenar, -como lo están haciendo los países de la región- y no continuar fomentando el auge, porque estamos cayendo en la “trampa del estatismo”.