ArtículosInicioIsmael Schabib Montero

AUTONOMIAS Y PODER CENTRAL

Después que el presidente Morales calificara de separatistas y traidores a la patria a los que impulsaban las Autonomías departamentales, un día se declaró autonomista; muchos nos quedamos sorprendidos por tanta mentira, tanto cinismo.

Un ejemplo de Federalismo clásico es el de EE.UU., emergió como una necesidad de seguridad ante la amenaza externa (Inglaterra) de las 13 colonias con las que nació; colonias que inicialmente tenían la idea de ser países diferentes por si solas, se unieron para ser una unidad política más fuerte, pero tenían en mente que ninguna de ellas monopolizaría el poder en desmedro de las otras, incluso hicieron que la capital no dependa de ningún Estado, sino que sea un distrito autónomo, el Distrito de Columbia; George Washington llamaba a la capital “ciudad Federal”, siendo que ya llevaba su nombre.

El sistema político autonomista es muy parecido al federal.

Hemos buscado las autonomías departamentales no para debilitar Bolivia, sino para  compartir el poder en el nivel intermedio, para hacer que este llegue hasta la periferia. Para ser un país más cohesionado. No se concibe una nación donde unas cuantas personas que conforman el Poder Ejecutivo pretendan dar solución hasta a los problemas de una provincia o lanzar algunas medidas que beneficien a una región solamente en el aniversario departamental; la sumatoria de las cosas que se  dejan de hacer  define a un país atrasado con relación a otro. En el centralismo el Poder Ejecutivo es el “coto de botella” en la toma de decisiones.

Pero tenemos que ser realistas, incluso en un país federal los estados que lo componen tienen dependencia del poder central en lo económico.

Que funcionen las autonomías en cualquier parte del mundo depende de la voluntad política,  principalmente, del  gobierno central. En nuestro caso las autonomías parecen estancadas porque el modelo de gobierno populista del presidente Morales es ultra centralista, se las da de revolucionario pero es también ultra conservador, mientras que las autonomías departamentales son una verdadera revolución en paz. Recordemos que conservador no es un gobierno de derecha, sino aquel que no quiere que las cosas cambien porque vive una situación que le conviene; cambiar el nombre a las instituciones no es revolución. Incluso, el gobierno, como estrategia política para perpetuarse en poder, prefiere  que todo lo que se haga (y deje de hacer), que toda iniciativa política y económica parta de él mismo como forma de borrar las autonomías departamentales y busca cualquier pretexto para no asignarle recursos económicos.

A pesar de la noche oscura en que vive nuestro país gobernado por un nuevo modelo de dictadura que utiliza como fachada  algunas formas de la democracia, tenemos que decidirnos  por “tomar al toro por las astas”, tomar el poder central democráticamente, como la mejor solución para que funcionen las autonomías departamentales y hacer de Bolivia un país donde la gente viva satisfecha de su identidad y asuma su realidad política, económica y social.

Los narco-populistas  dan vergüenza por tanta  corrupción, arbitrariedad e incapacidad ¡Vamos por Bolivia toda, ya!

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