¿CON QUÉ CUENTO NOS SALDRÁN AHORA?
Si de demócratas se trata, no podemos olvidar el ejemplo que dio sir Winston Churchill, quién, nada menos que habiendo ganado la guerra contra Hitler, perdió el poder a manos del laborista Clement Attle, en unas elecciones realizadas en Inglaterra a principios de 1945 y no pudo asistir al gran banquete de la victoria final sobre los despojos de la Alemania derrotada. Luego de casi seis años de guerra, Churchill había sido un escollo muy duro de roer para los alemanes, pero, además, el cerebro inquieto y brillante que unió fuerzas para derrotar al nazismo. Nunca los ingleses desconocieron en Churchill su enorme contribución a la victoria aliada, pero la democracia se hace obedecer hasta con los héroes.
Claro, los ingleses no tienen una Constitución hecha a la medida de cada gobernante – no les entraría en la cabeza – y por eso es la democracia más antigua y estable del mundo. En Inglaterra existe una Constitución cuyos orígenes datan desde la Edad Media, pero su actual Carta Magna tiene, cuando menos, unos 300 años, y por eso la democracia inglesa es lo que es.
Esto del respeto a la Constitución nos hace pensar en que es muy importante que los bolivianos vayan tomando conciencia de que S.E. no va a dejar el poder por la vía institucional. Sencillamente, porque nunca se le ha pasado por la cabeza, cuando acabe la presente gestión presidencial, poner un restaurante en Chimoré para vender chicharrones, thimpu, picantes surtidos, ni pacú al horno, con mote y chicha. Eso provoca risa. Después de este período quiere otro. No existe nada más fácil que decir: “aceptaré si el pueblo me lo pide”. Con sólo congregar a los cocaleros de las seis federaciones del Chapare que S.E. lidera, es más que suficiente para hacer creer que la gente clama por su permanencia en el Palacio Quemado.
A estas trampitas y mentiras los españoles llaman “el cuento del tío”, término que se ha generalizado en América y que ya lo entendemos todos. S.E. ya nos hizo el mismo “cuento del tío” el año pasado, cuando en complicidad con el Tribunal Constitucional burlaron ladinamente la Disposición Transitoria Primera de la Carta Magna, que no le permitía candidatear para un tercer mandato, que es el actual. El argumento fue el mismo de ahora, y es que el pueblo, presuntamente, le imploraba su amparo y él, comprensivo, no podía dejar en el abandono a sus hijos.
Como el MAS tiene los dos tercios en la Asamblea no habrá inconveniente en aprobar la ley de reforma constitucional que habilite a S.E. para un cuarto período. Y como tendrá, sin duda, en sus manos el manejo del Tribunal Supremo Electoral (TSE), de pésimo recuerdo en los últimos años, el referéndum que obligatoriamente deberá convocarse provocará en la ciudadanía al momento de votar, desconfianza y miedo. Jamás S.E. irá a un referéndum donde los opositores lo puedan derrotar. ¿Qué camino le queda a la nación en estas circunstancias? Lo único que no puede hacer es desistir del voto. Si se llamara a la abstención o al sufragio nulo, el MAS, como hizo con las elecciones judiciales de tan triste memoria, igualmente contabilizaría los votos válidos y ungiría a su candidato con el 100% de la votación.
Por lo tanto hay que prepararse para enfrentar al ambicioso aspirante a monarca absolutista. Hay que pelear por obtener un TSE lo más idóneo posible, aunque eso es un pensamiento iluso. Y si no se lo detiene en el referéndum se debe plantar cara en las elecciones del 2019, siempre contra el abuso desproporcionado y soberbio del poder. Esperemos que esta vez los jefes de los partidos opositores hayan aprendido la lección de lo que es ceder los dos tercios de la Asamblea Legislativa y que no estén haciendo encuestitas propias y “truchas” para ganarle a quienes deberían estar unidos y no al que verdaderamente se debe derrotar.
Si de demócratas se trata, debemos reconocer que estamos muy lejos de lo que sería un ideal estado de derecho, donde la plebe – convertida en “movimientos sociales” – aplaude y vitorea a su líder que ofrece todo y que ofrecerá mucho más. Mientras tanto la sociedad mira silenciosa cuanto acontece, sin el menor ánimo de una rebeldía en el mejor sentido del término, que haga remover conciencias y corazones. Ciertamente, los bolivianos nos asemejamos a un pueblo anestesiado, que no siete nada y que observa muy poco.