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Re-reelección: entre propaganda, miedo y espejismos

Por: Erika Brockmann Quiroga

“Si los seguidores del proceso creen de veras que nada es posible más allá ni más acá de quien manda… se ha producido un quiebre de uno de los principios elementales de la dialéctica de la historia”, (Carlos D. Mesa, 6/09/15, Los Tiempos). Recurro a esta  genérica pero no casual reflexión para referirme a la polémica propuesta de «re postulación” del presidente Evo Morales.

Y es que desde el núcleo de poder gubernamental se decidió acelerar la constitucionalización de la re-reelección presidencial. El debate en torno a este tema no sólo eclipsa la inminente consulta relacionada a la aprobación de anodinos estatutos autonómicos departamentales, sino que también abona el camino hacia la aceptación de su propuesta por el soberano. Lo hace mediante una costosa campaña basada en el anuncio de faraónicas inversiones en el país, aprovechando la sensación térmica de bonanza que aún persiste, pese al tímido reconocimiento oficial de que llegó el tiempo de ajustarse los cinturones.

El mensaje es claro. Detrás del eficaz despliegue propagandístico se advierte  que Evo es insustituible e imprescindible. Solo él garantizaría el cumplimiento de la agenda 2025.  Sin «el gran timonel” la ingobernabilidad y la inestabilidad política y económica se ciernen sobre nuestras vidas. Es el único capaz para lidiar con las tensiones internas que bullen al interior del MAS-IPSP; es decir, del Conalcam.

Para sus voceros, alternancia democrática significa parálisis y retorno al pasado; en otras palabras, se pone en duda la consistencia de un proceso de transformación, cuya continuidad depende de la presencia providencial del caudillo. Incapaz de pensar políticas de Estado en una democracia plural, moderna e institucionalizada. Se intuye, la tentación de ligar la estrategia reeleccionaria a aquella de reivindicación marítima unitariamente desplegada frente a La Haya. Ello  sería imperdonable.

Desde esta perspectiva se exalta la fuerza determinativa de Su Excelencia cuando se trata de impulsar deslumbrantes,  costosos y ocasionalmente improvisados emprendimientos antes imposibles de realizar. No hay obstáculo legal, técnico ni presupuestario que valga. Evo tiene licencia para autorizar y suscribir contrataciones directas, para arremeter contra el criterio de gobernadores, alcaldes y de poblaciones indígenas y de suplantarlos, ignorando su responsabilidad en la planificación integral y descentralizada de la inversión pública.

El sueño de una Bolivia fortalecida en su capacidad de defensa con lanzacohetes, cazas y radares a adquirirse de Argentina. Tecnológica y energéticamente soberana, con populares teleféricos, tren metropolitano, megaestadios, dispositivos satelitales, hidroeléctricas y plantas nucleares sólo es y será posible con Evo, y mejor si es por siempre.

Nos encandila el despliegue de prototipos, maquetas e infografías relacionadas a obras, carentes de estudios técnicos, medioambientales y financieros. Sucede en medio de la crónica falta de agua, de alcantarillados inexistentes o que colapsan y de precarios y obsoletos sistemas de manejo de desechos sólidos, que nos inundan y desbordan. El sector salud, con la súbita promesa de inversión de más de 1.600 millones de dólares, ilustra este extremo.

¿Miedo al voto de la gente? Tal vez y con razón. En el reino de la mediación prebendal, saturado de  propaganda, espejismos y desinformación, hay razones suficientes para desconfiar de una consulta impulsada en condiciones  de desigual competencia, de falta de fiscalización y de asfixia de voces alternativas. Sobran señales para sospechar del intento de  manipulación de la voluntad popular y, lo peor, del riesgo del retorno a una Bolivia dividida y confrontada en torno a una idea -como diría el expresidente Mujica- monárquica del poder.

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