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La degradación moral del poder

No sólo se trata de una crisis del exceso de clientelismo y del prebendalismo estatal, lo que vive Bolivia es más profundo que eso, se trata de la degradación moral del poder por ausencia de ética, por la pérdida total de los valores que guían la convivencia cotidiana. El poder, los esfuerzos por mantenerlo, la angurria de poder han cegado a los gobernantes, quienes viven no para buscar el bien común, ni para solventar las necesidades de la gente.

Ellos viven para acumular, para endiosarse y hacer creer a la gente que son los predestinados de llevarnos al futuro, cuando en realidad nos han hecho retroceder 50 años en valores o en provisión de los bienes básicos. Pero el poder que es ciego no ve la realidad, sólo mira su imaginario y los obsecuentes se encargan de tapar el sol con un dedo para decir al Supremo que todo marcha sobre carriles y que el mundo le agradece por ser el mejor de los bolivianos y de los latinoamericanos, porque hará la revolución social y moral mundial, comenzando por indicar al orbe que el agua es un derecho humano. ¿De quién? De los bolivianos no lo es.

Llegaron como portadores de los nuevos valores, del hombre nuevo, discursaron sobre la ética, sobre el cuidado de la Madre Tierra, la valorización de los indígenas. En 10 años la corrupción es más grande que en el pasado. El respeto a la Madre Tierra no existe, se impone el desarrollismo extractivista, importa hacer carreteras en parques nacionales para ampliar la frontera agrícola en favor de los cocaleros, centro del poder actual. A los indígenas los reprimieron” y los «interculturales”, es decir los cocaleros les quitan sus tierras.

Se llenan la boca hablando de inclusión social -aplaudida por la cooperación internacional-, expresan que, ahora, el poder y la administración pública está en manos de sectores populares, olvidan decir que en manos de dirigentes sindicales, de dirigentes del MAS, de dirigentes vecinales con prontuarios y con curriculos; ninguno de ellos con el expertise necesario para manejar las competencias de sus cargos. Cooptados con salarios exorbitantes, pero sin tener idea alguna de la administración pública, cooptados con dinero excesivo, como los dirigentes de la COB.

Claro que en el mundo, en todos los países, hay cambio climático, en otros hay sequía, pero sólo en Bolivia los funcionarios no se dieron cuenta de ello, porque trabajan para adular al jefe.

La crisis del agua es fundamentalmente por ineptitud y corrupción de esos dirigentes sindicales que viven al amparo de los de arriba. Al igual que en la época de la democracia pactada, la administración pública está cuoteada, algunos dirigentes o ministros son dueños de muchas reparticiones, entre ellas las que tenían que ver con el manejo del agua. Ahí estaban los que decían ni una molécula de agua a los k’aras. Y los cuoteos acabaron como acabaron. Estamos viviendo la crisis del clientelismo y prebendalismo estatal, generada en la ausencia de valores.

La degradación moral muestra claramente cómo con sofismas nos quieren hacer creer que en el caso Zapata no hubo tráfico de influencias, que en el Fondo Indígena no hubo corrupción sino sacrificio por los más pobres, que el Ministerio de Economía debe amoblarse con lo más caro de los bienes importados porque está blindando la economía con un déficit de 7,8% para 2017, cifra muy neoliberal, por cierto. Que el compro boliviano es válido para los privados. Insisten en hablarnos de austeridad volando en aviones millonarios, pagando viáticos a los dirigentes sociales para realizar diplomacia de los pueblos en lugares donde los gobiernos no observan la ética.

Quieren sembrar nabos en nuestras espaldas, haciéndonos creer que no hay relación umbilical, que no existe cogobierno con las Fuerzas Armadas. Los que están del lado del poder, los que pilotearon al Jefe, tuvieron el derecho a fundar su empresa, saltando todas las normativas, pues quienes tenían que aplicarla eran parte familiar de la empresa y tenían el beneplácito del poder.

Pero, otra vez, los sofismas intentarán hacernos creer que LaMia no existió y no existe, que sus aviones no estaban en los hangares de la FAB, que hablar de eso es caer en una mentira del imperialismo para desestabilizar al poder, que es falso decir que en la aerolínea voló el Jefazo con su séquito de ministros y otros funcionarios. Pero, el acto criminal de esa empresa, favorecida por el poder, las decenas de muertos, han colocado a Bolivia en el centro de las noticias internacionales, pero no para decir que en nuestro país hay inclusión social, sino para expresar que aquí no hay normas, no existen instituciones y no hay Estado, sólo una mirada benevolente del poder ante negociados que han llegado al extremo de sacrificar vidas humanas.

El resumen de esto indica que vivimos la época de la degradación moral del poder.

Fuente: paginasiete.bo

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