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Los dos queridos del Presidente

No se revolverán los huesos de Augusto Céspedes, cuya prosa admiro y con poco éxito emulo su ironía, si en la presente nota parafraseo el título de su tercera novela, “Las dos queridas del tirano”. No hurgo tampoco algún símil con el dictador Melgarejo, personaje central del libro. Pero quedará para el análisis sesudo, no necesariamente mío, de lo bueno, lo malo y lo feo (me perdone Sergio Leone), de la historia de vida de Evo Morales. El salto de un campesino orureño, luego músico de banda en una urbe que alterna la adustez de sus calles altiplánicas con el gozo de vivir –“joie de vivre” le dicen los franceses- de su gente. De la carrera del devenido a cocalero en el movimiento horizontal por el territorio que el sacudón de 1952 posibilitó a los indios (desde entonces “campesinos”, con esa condescendencia prejuiciosa de eludir llamar as de espadas al as de espadas), que trepó a jefe sindical chapareño, luego diputado nacional, y finalmente el más dilatado mandamás del país, hoy picado por el mosquito del prorroguismo.

Sin embargo, pareciera que la historia corre más rauda que mi inspiración y se anuncia el retiro de uno de los dos queridos del Presidente: Álvaro García Linera, el Vice. En efecto, el primero de los “dos queridos” (ninguna alusión a preferencia sexual ni situación amorosa, que la heterosexualidad rijosa de Evo está clara en su prontuario) anunció que no se postulará a la vicepresidencia en 2019. Analistas dicen que si se atuviese a la Constitución de ellos en función atropelladora de Gobierno, tal no sería posible de todos modos. Claro que ese es un punto muerto, desde que el mismísimo Evo Morales apresta argucias para re-a la enésima potencia-postular a la primera magistratura.

García Linera declara que se dedicará a la batalla ideológica: capacitar cuadros masistas para formar nuevos líderes. Según Franz Flores Castro, en términos futbolísticos es como formar patea-pelotas en las divisiones inferiores. Sería entre gallos y medianoche, conociendo su pasado terrorista dinamitando torres de energía eléctrica; la financiación quizá se obtendría mediante asalto de remesas universitarias, porque el Castro que queda andará de puntillas para no espantar al elefante del “imperio”, y Nicolás se cae de maduro. Igual de fantasiosa que la pobreza espartana de Fidel, o la mentira de Evo abriendo un boliche en el Chapare, que ya no tiene quién toque el charango. Con la renuncia de García Linera, Evo perderá a uno de sus mayores adulones y “cerebrito” que tal vez le “soplaba” las respuestas, aunque sus títulos fueran “chutos”.

Entonces empezaron a filtrarse conjeturas. Bastante plausible es que el supuesto “paso al costado” de García Linera sea una argucia para eludir limitaciones constitucionales al prorroguismo. Adeptos a los “pendejos” que somos, ¿cómo no reconocer la astucia política de que en 2019 el candidato a Presidente sea el Vicepresidente y viceversa, y asunto resuelto? Los “movimientos sociales” tendrían que tragar sapos de su antipatía al sabihondo; Evo sería el poder detrás del trono. Inclusive el Vice arremete contra Mesa, el más temible de los eventuales rivales; no lo consideraba “pusilánime” cuando trabajaba en su canal de televisión. ¿Y la oposición?, dividida como siempre. ¿Y el pueblo?, bueno, se presume que la gente es zonza y en su espalda se pueden sembrar nabos, como decía Salamanca.

Cambio de símil indicando que el otro buey del carretón de Evo Morales es Juan Ramón Quintana. Hoy es carreta sin ruedas chirriantes: la Venezuela de Hugo Chávez y la Cuba de los hermanos Castro, insolvente la una y sin el carisma del barbudo mayor la otra. A Juan Ramón rehúso casarlo añadiendo “de”, o uncir de estirpe nobiliaria adjuntando “la” a su apellido. Él es el real Robespierre de la falsa revolución de Evo, a estas alturas tal vez urdiendo otra matanza como la de Porvenir, que se achaque a la oposición para suscitar votos compasivos a los designios prorroguistas del jefazo. Ahora está abocado a desprestigiar a periodistas.

Sin embargo, es errado encasillarle como un sórdido intrigante de guillotinadas del proceso. Juan Ramón Quintana es una formidable pieza del engranaje oficial, así fuera una increíble zoncera el que no supiera de la amante del Presidente ejerciendo tráfico de influencias desde un despacho de su ministerio. Es letrado, sin mentir sobre logros académicos. Es leal, sin excesiva adulonería al jefazo. Es osado, sin haber descerebrado a algún opositor, como el Che Guevara en las mazmorras de La Cabaña. Es efectivo, al anexar al carretón oficialista Pando y después Beni, con el gobierno paralelo de la Autoridad Para el Desarrollo de las Macro-regiones y Zonas Fronterizas (Ademaf). Más que nada, es el nexo con el módulo capitalista mundial de un régimen que presume de socialista: hay mucho que escarbar en su relación con algún multimillonario que respaldó a Evo Morales en el principio (y quizá recibió en retribución San Cristóbal en sus inicios).

Con tales fichas en el ajedrez de la politiquería, más algún alfil por ahí, unos caballos de cocaleros por acá, y la peonada de “movimientos sociales” por acullá, ¿es de extrañar que Evo Morales se prorrogue en 2019?

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