ArtículosIniciosemana del 21 de AGOSTO al 27 de AGOSTO del 2017Winston Estremadoiro

Sobre dónde nació Germán Busch

Tengo sus dos libros anteriores, que dan a luz a un novedoso tipo de historia en nuestro país. Apenas pueda tendré el tercero, que confieso no he leído todavía. Hablo del último estudio de Robert Brockmann, “Dos disparos al amanecer, vida y muerte de Germán Busch”. Pero meto la cuchara en el tira y afloja sobre si el héroe era beniano o cruceño.

Uno, porque quizá toca rasgos que sobre Bolivia me inquietan desde que hace mucho tiempo leyera “Estructura de clases y conciencia social” del gran sociólogo polaco Stanislaw Ossowski. Dos, porque el tema afloró en una charla con mi esposa, riberalteña ella, como yo. Tres, porque la disputa me parece pueril.

Pueda ser que los cruceños hayan adquirido conciencia social o imaginario de nuevos ricos. Una muestra es tal vez preferir una identidad asociada con mujeres vistosas, debidas en parte al auge de cirujanos plásticos cuyos estudios son más lujosos que las iglesias cruceñas, en vez de la pujanza de gentes que aun aisladas del occidente boliviano, optaron por uncir su carretón a Bolivia en la Asamblea Constituyente de 1825, no como los dos paceños que votaron unirse al Perú.

Otra, las ínfulas farsantes que hacen antipáticos a los cambas, en especial a los ojos de collas rencorosos, me recuerdan a “chucutas” de terno que en vacaciones fascinaban a chicas locales y promovían sin querer que se aporreara a los pitucos paceños, en “desafíos” que en ese tiempo eran sin patadas y sin pegar al caído. Me fuerzan a la aclaración de que soy beniano, al revelar el acento mi origen “oriental”: “¡ah!, camba bueno”, dice alguno. ¿Quién sos vos para juzgar?, pienso.

Otra más. Ahí tenemos la animadversión estatal centralizada en la sede de gobierno al pujante departamento de Santa Cruz. Postulo que está centrada en el andinocentrismo altiplánico que maneja los destinos del país a espaldas de los dos tercios del territorio patrio de las estribaciones allende la Cordillera Oriental de los Andes.

“Otrosi” (así, sin acento en la “í”, pronunciaba un estudiante de Derecho), está la negación de otros como ellos, porque ignoran de la colonización del Oriente boliviano por cruceños. ¿Habrán leído “En busca de ElDorado” del historiador cruceño Hernando Sanabria Fernández? Falta nomás hacer cruceño a mi tío Hernando García Vespa, fundador del Comité Pro Santa Cruz y nacido en Magdalena, Beni. ¿No era que el camba nace donde quiere?

En Riberalta mi esposa Rosario Rioja Roca conoció a la anciana que era doña Elisa, hermana de Germán Busch. Tan fuerte la presencia de esa dama, que casi todas sus nietas llevaron su nombre: Elisa, María Elisa y Berta Elisa. Doña Elisa fue la madre del general Alberto Natusch Busch, cuya hija fue nombrada como su mamá. Jura mi esposa que Alberto Natusch Busch se parecía mucho a su tío carnal Germán Busch. Ojala el talentoso historiador Brockmann continuara el hilo teutón de sus personajes, y le hiciera justicia al general Alberto Natusch Busch, a quien la historia jugara tan mala, triste e injusta pasada. ¿Se acordarán los parientes cruceños de Germán Busch de doña Elisa y su progenie beniana en Riberalta?

Prefiero confiar en el lustro que le tomó a Robert Brockmann investigar sobre la vida y muerte del camba que fuera Germán Busch. Los reclamos de parientes cruceños son pueriles. Me adhiero también a la versión del historiador en sentido de que el doctor Pablo Busch abandonó a madre e hijo poco después del parto. Irrelevantes también son las contribuciones de Germán Busch al progreso cruceño. ¿Acaso el ferrocarril Corumbá-Santa Cruz no se hizo en parte con recursos de otro que debía sortear las cachuelas del río Madera llegando hasta Riberalta? Un tren de la muerte fue reemplazado por otro de los contrabandistas por el Tratado de Roboré en 1958.

Prefiero imaginar que doña Raquel Becerra rompió aguas y empezó los dolores de parto del bebé Germán en El Carmen, que del río Iténez tiene solo el nombre porque está sobre el río Blanco, antes de empezar el ajetreo de sortear la cachuela de Chapacura en el límite geográfico de la línea imaginaria, sin rayas ni trancas, que separa Beni de Santa Cruz. El bebé nació en tierras benianas, quién mejor para saberlo que la mujer que lo dio a luz. Es lógico que fuera registrado, y bautizado tal vez, en el chiquitano San Javier, poblado cercano al río Blanco, curso hidrográfico que entonces era la carretera que a punta de remo unía las tierras de Moxos y Chiquitos. Germán Busch era y será “el Camba” y separar Santa Cruz de Beni y Pando es divisionista. Bien harían los cruceños en recordar un Santa Cruz de la Sierra de carretones tirados por bueyes vadeando callejuelas de arena barrosa y con casas de viejas tejas con plantas, y aceras desiguales con horcones labrados a hachazos.

Prefiero pensar que el progreso cruceño debe algo a las centenas de miles de migrantes potosinos, orureños, paceños, cochabambinos, etc., en una urbe que ensalza como ley la hospitalidad del cruceño. Quizá los 15.000 residentes riberalteños tienen algo que ver con el auge, aunque quizá algún beniano pase de nacido en Porongo. ¿Por qué no remachar el nuevo centro de gravedad del país en Santa Cruz de la Sierra, sin divisionismo ni arrogancia pueril?

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