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El horno no está para bollos

Marcelo Ostria Trigo

Sin duda el país está ya en un verdadero proceso de cambio. La ciudadanía, cada vez menos escuchada en sus demandas, ha comenzado a expresar su protesta. Primero fueron los médicos que rechazaban un artículo del Código del Sistema Penal recién promulgado y, luego, se le unieron otros colectivos exigiendo la abrogación de ese cuerpo legal. Simultáneamente, se avivó el rechazo al írrito fallo del Tribunal Constitucional sobre la reelección presidencial sucesiva, desconociendo el referendo del 21 de febrero de 2016 que confirmó la disposición constitucional que limita a una sola reelección de los mandatarios y otros funcionarios.

La culminación de una protesta generalizada en un país, es el resultado de lo que señala el columnista uruguayo Juan Martín Posadas: “Las evoluciones de una sociedad, los pasos que toma su gente, no se producen a los saltos o de forma intempestiva: van madurando y tienen una coherencia, no siempre fácil de interpretar”. (Interpretar los hechos. El País, Montevideo, Uruguay, 28.01.2016). Esto es cierto. En Bolivia se fue incrementando paulatinamente la insatisfacción ciudadana por el desconocimiento del oficialismo de las libertades democráticas, la notoria ineficiencia y derroche de recursos públicos, la inoculable corrupción y la negativa de aceptar uno de los elemento esenciales de la democracia: la alternancia en el poder.

No hay duda de que la generalizada protesta en Bolivia tiene, como afirma Posadas en el caso uruguayo sobre los movimientos en el agro de su país: “…un componente político. No es partidario, pero es claramente político y es parte de un proceso mayor y más amplio”. Y, sobre el carácter político de la protesta boliviana, surge la contraofensiva oficialista, ignorando que ésta es política y también partidaria.

La prolongación de la crisis por la promulgación del Código Penal -ya derogado en un retroceso impensado para muchos partidarios del Gobierno- y el rechazo a la reelección indefinida muestran que el país ha entrado en otra fase política; que la tendencia cada vez mayoritaria en la ciudadanía es que hay mucho que cambiar y no precisamente con la inspiración del llamado “proceso de cambio”.

Cuando hay señales de creciente insatisfacción y rechazo a medidas de un gobierno, y este tozudamente procura ignorar la fuerza ciudadana, se aviva la resistencia. Entonces, como señala el decir popular, “el horno no está para bollos”, pues las tensiones se avivan y se expone la paz y la democracia en un país.

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