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Pereyra Gómez, Carlos (1871-1942)

Por: Rodrigo Ruiz Velasco Barba

Abogado, político, periodista, diplomático, sociólogo e historiador. Fue uno de los más connotados representantes de la llamada “historiografía conservadora mexicana” del siglo XX. En este terreno, fue un severo crítico de los gobiernos emanados de la Revo­lución mexicana, consumado hispanófilo y detractor del imperialismo estadounidense.

Nació el 3 de noviembre de 1871 en Saltillo, Coahuila. Creció en una familia aco­modada. Sus padres fueron Manuel Pereyra del Bosque y María de Jesús Gómez Mén­dez. Estudió en el Colegio San Juan Nepomuceno de los jesuitas y en el Ateneo Fuente de Saltillo. El 23 de marzo de 1895 se recibió de abogado en la Escuela Nacional de Jurisprudencia, aunque poco ejerció esta profesión. Muy joven fue profesor de español e historia en la Escuela Nacional Preparatoria, y de sociología en la Escuela Nacional de Jurisprudencia. Asimismo, fungió como secretario particular de Justo Sierra Méndez y colaboró en proyectos de investigación histórica con Genaro García Valdés. Su formación fue netamente positivista, y fue afín a la vertiente spenceriana.

Al culminar sus estudios, Pereyra ocupó cargos como funcionario público: en la Co­misión Codificadora de Hacienda del Estado de Coahuila, fue defensor de oficio en la Ciudad de México y agente del Ministerio Público. En 1898 celebró su enlace matrimo­nial con la poetisa veracruzana María Enriqueta Camarillo y Roa. No engendraron hijos.

Hacia el final del porfiriato, desde 1909, ocupó puestos en la diplomacia mexicana, como secretario de la Embajada en Washington, y en Cuba como encargado de Nego­cios y luego primer secretario de la Embajada en 1911. Tuvo también un fugaz paso por la política como diputado al Congreso entre noviembre de 1910 y enero de 1911. El desencadenamiento de la Revolución condicionó su progresión. Con la caída de Porfi­rio Díaz Mori quedó marginado del servicio exterior por oponerse al maderismo; pero regresó para colaborar con el gobierno de Victoriano Huerta Márquez, como subsecre­tario de Relaciones Exteriores y más tarde como ministro plenipotenciario en Bélgica y Holanda. La Primera Guerra Mundial le llevó a instalarse dos años en Suiza y luego, a partir de 1916, en Madrid, en un autoexilio ininterrumpido hasta su fallecimiento, ocurrido el 30 de junio de 1942.

Frente a los vaivenes de la abogacía, la burocracia, la diplomacia y la política, cons­tante fue su dedicación como escritor en dos campos. Desde 1892 hasta el ocaso de su vida hizo periodismo. Comenzó en El Pueblo Coahuilense, de Saltillo, del que fue miem­bro fundador; luego colaboró en otros periódicos de provincia, como El Espectador, de Monterrey, y El Diario de Yucatán, de Mérida; en El Imparcial, El Mundo Ilustrado y El Universal, de la Ciudad de México, y en El Debate, de Madrid. A su vez, publicó textos en revistas españolas como El Escorial y Revista de Indias.

Por otro lado, consagró, a lo que fue su auténtica vocación: la historia, los luengos años que vivió apartado de su patria. Fue un autor extraordinariamente prolífico. Por lo menos escribió 86 libros y como mínimo publicó 36. A esto habría que agregar sus colaboraciones en obras que no llevan su nombre, y otras en las que fue editor o traductor. En sus escritos puede verse su evolución desde un liberalismo positivista –e incluso un filomarxismo– hasta la adopción de un catolicismo conservador e hispanista. Su obra posee un carácter polémico y desmitificador. En particular, contra la leyenda negra antiespañola y en la reivindicación de la obra española en América.

Como historiador americanista destacó también como un campeón de la unidad hispanoamericana y un férreo impugnador del intervencionismo estadounidense. Censuró asimismo la historia oficial del régimen de la Revolución mexicana. A varios de estos gobiernos, entre otras cosas les exhibió por su política antirreligiosa y persecuto­ria, lo que no es extraño dado que, como subrayó Luis Garrido, Carlos Pereyra fue un “hombre de convicciones religiosas”. Este mismo factor ayuda a explicar, en el tramo final de su vida, las simpatías que Pereyra demostró hacia los sublevados durante la Gue­rra Civil española de 1936-1939, esto es, como reacción a la persecución anticatólica desatada por los republicanos del Frente Popular.

Las convicciones mencionadas hacen de Pereyra un autor que coincidía plenamente con la visión histórica prohispanista que exaltaba la obra del catolicismo en la historia de América, y de México en particular, frente a las amenazas de las intromisiones de los Estados Unidos, lo que lo convierte en una de las máximas figuras de la historiografía conservadora católica mexicana.

Fue miembro correspondiente de la Academia Mexicana de la Lengua y de la Aca­demia Mexicana de la Historia. En España ocupó un cargo en el Instituto Gonzalo Fernández de Oviedo.

Su extensa obra está conformada por libros como: Juárez discutido como dictador y es­tadista (1904), De Barradas a Baudin (1904), La doctrina de Monroe. El destino manifiesto y el imperialismo (1908), Lecturas históricas mexicanas (1908), Historia del pueblo mexicano. Patria (1914), Bolívar y Washington (1916), Francisco Pizarro y el tesoro de Atahualpa (1916), Texas, la primera desmembración de México (1917), El crimen de Woodrow Wilson (1917), Humboldt en América (1917), El general Sucre (1919), Rosas y Thiers. La diplomacia europea en el Río de la Plata (1919), Francisco Solano López y la guerra de Paraguay (1919), El pensamiento político de Alberdi (1919), Descubrimiento y exploración del Nuevo Mundo (1920), La conquista de las rutas oceánicas (1920), La Constitución de Estados Unidos de América como instrumento de dominación plutocrática (1921), El mito de Monroe (1921), Hernán Cortés y la epopeya del Aná­huac (1921), Picaresca sentimental: la vida de los Estados Unidos (1923), Historia de la América española en ocho tomos (1920-1926), La obra de España en América (1929), Las huellas de los conquistadores (1929), Breve historia de la América (1930), La juventud legendaria de Bolívar (1932), El fetiche constitucional americano de Washington al segundo Roosevelt (1941), España está despierta (1946, recopilación póstuma de artículos), México falsificado (1949, obra póstuma), entre otros varios.

Rodrigo Ruiz Velasco Barba

Fuentes: Acevedo, Edberto Óscar, Carlos Pereyra, historiador de América, Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos, 1986; Bravo Ugarte, José, “Carlos Pereyra, el historiador de la hispanoame­ricanidad”, Discurso de recepción del R.P. José Bravo Ugarte S.J., en la Academia Mexicana de la Historia, 15 de diciembre de 1944; Garrido, Luis, Carlos Pereyra, México, Botas, 1969; Villarreal Lozano, Javier (pról.), “A Carlos Pereyra”, Cosas de Coahuila, Saltillo, Universidad Autónoma de Coahuila, 2002.

Fuente: AA. VV: Diccionario de protagonistas del mundo católico en México. siglo XX. Universidad Autónoma Metropolitana de México. México DF, 2021. Pp. 541-543.

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