Un GPS para la oposición
Francesco Zaratti
A diferencia de los que nos gobiernan coyunturalmente, pretendo ser hombre de palabra y, por tanto, cumplo con la promesa de mi anterior columna de presentar un GPS para la oposición.
La oposición también tiene su meta: reemplazar al MAS en el gobierno de Bolivia. Sin embargo, para alcanzar esa meta no tiene un coche, sino una variedad de vehículos que van desde minibús a escarabajos, desde coches eléctricos a carretas haladas por bueyes. Por tanto, parecería que un solo GPS no es suficiente para que esos coches lleguen juntos a la meta, considerando también que en el trayecto algunos de ellos pueden desviarse atraídos por la chistosa calle “Evo cumple Tupiza no cumple” y entrarse a un ministerio, una arriesgada maniobra llamada “transfugio”.
Asimismo, seguros de conocer el camino, algunos opositores no se fijan en señales recientemente aparecidas y se meten a contramano en ciertas calles. Los que evitan la calle “Economía estatista” no han captado las señales de la Ley de incentivos (que devuelve un porcentaje del IDH a las petroleras) o de la Ley 489 que abre las puertas de la blindada economía estatal al capital privado. Un buen GPS les avisaría de estos cambios ideológicos de ruta y no los dejaría pasar de largo la calle 21 sólo por no saber que ahora se llama 21F-NO.
Los diferentes coches de la oposición corren, además, el peligro de ser atrapados por una patrulla de la policía (o de la fiscalía, da lo mismo) por viajar a velocidad excesiva (sin que se muestren evidencias) o de estacionar en sitios reservados (sin que haya indicaciones). En esos casos serán acusados, conducidos ante la “justicia” (es un decir), encarcelados y sacados de la carrera.
Consecuentemente, parece obvio que los opositores deben viajar en un solo bus y con un solo GPS, así tendrán más probabilidad de llegar exitosamente a la meta.
Sin embargo, el bus tiene un solo volante y muchos choferes que se creen habilitados para conducir el vehículo, tengan o no licencia vigente. Los que no la tienen apelan al antecedente de otro sin-licencia que ha conducido, como chofer de relevo, el carro del oficialismo. La pelea tiene sentido, porque se cree que el chofer del único bus será quien recoja el premio mayor al cruzar la meta.
Adicionalmente, cada opositor quisiera que se use su marca de GPS cuyas indicaciones no siempre coinciden. Algunos querrán que, con base a su GPS, en un cruce el bus doble a la izquierda; otros, por similares motivos, a la derecha; no faltarán quienes no entrarían nunca a una avenida que ha sido transitada por el oficialismo, por más asfaltada y ataviada de llamas pastando en jardineras de césped sintético para producir lana acrílica. De hecho, algunos creen que avenidas como la “Nacionalización” merecen ser reselladas, pero no cerradas al tráfico.
¿Cómo salir de ese atolladero? El GPS que ofrezco a la oposición sugiere que se resuelva rápidamente la elección del conductor del bus.
Éste debería ser una personalidad aceptada por todos; un volante experimentado, con capacidad de mando y con autoridad para merecer la unánime confianza en los momentos críticos del recorrido; un fiel intérprete de las indicaciones del GPS; el coordinador y garante del proceso unificador y, sobre todo, sinceramente desinteresado en recibir el premio mayor. Esta última característica lo haría más confiable aún, por renunciar a un beneficio personal en pro de asumir su responsabilidad histórica ante el país.
Los que sí tienen interés en hacerse de la corona de candidato opositor deberán ganarse ese privilegio, con base en reglas consensuadas, convenciendo a los demás pasajeros de que él es el más indicado para llevar a cabo el programa trazado por el GPS.