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«Apoderarse del alma de los niños»

Marcelo Ostria Trigo

El socialista español, Rodolfo Llopis (1895-1983), decía: “Para mí, el ciclo revolucionario no termina hasta que la revolución no se haga en las conciencias. Y esa es la labor que tiene que hacer la escuela. Porque yo no concibo un revolucionario que no sea algo educador, y un educador que no sea revolucionario. La escuela tiene que ser el alma ideológica de la revolución (…). Hay que apoderarse del alma de los niños. Ese es el grito, el lenguaje pedagógico de la revolución rusa”.

Esto me indujo, en marzo de 2016, a escribir: “Pese a que sabía de estos designios para apoderarse de las mentes de las personas, descritos en la distopia 1984 de George Orwell, me horroricé”. También “recordé  que, en más de 70 años, el comunismo ruso no pudo robar del alma de las personas el ansia de libertad y que en más de medio siglo, en la isla caribeña de los Castro tampoco se pudo doblegar, pese a detenciones y torturas, a los que buscan la libertad y la democracia” (El Deber).

No parecía, entonces, que apoderarse del alma de los niños iba a proponerse en Bolivia. Pero ya es así. La Dirección Departamental de Educación de Cochabamba sugirió a los profesores que en su programa de estudios destaquen “los logros del Gobierno de Evo Morales” y que incluyan “lecturas de los discursos del Presidente”. Esto no quedó ahí. El propio ministro de Educación afirmó: “La gestión y los logros del Gobierno (de Evo Morales) es parte de la historia y debe mencionarse a los estudiantes”. Y lo sectario: “que las personas contrarias a mencionar los beneficios de la administración del Movimiento al Socialismo (MAS) tratarían de borrar lo ocurrido en Bolivia”. Desconoció que “los profesores se quejaron por considerar que se tratará de adoctrinamiento en favor del Movimiento Al Socialismo (MAS) y que ya en una ocasión quisieron imponerles el libro ‘Evito’”. Esta intención muestra que persiste la idea truculenta del español Rodolfo Llopis: adoctrinar a los niños en las escuelas. 

Señalar hechos del pasado no es malo, pero usar la educación para exhibir, sin sentido crítico, supuestos logros de un gobierno, es propio de las dictaduras. El ministro no ha entendido que “El adoctrinamiento en las aulas es una práctica antidemocrática” y que “los profesores que tratan de convencer a sus alumnos de su particular posición ideológica o política están desempeñando de forma incorrecta su rol como docentes. El trabajo del profesor consiste en enseñar, ayudar a los niños a que piensen de forma crítica y a que desarrollen su identidad, el sentido de quiénes son” (Andrew Hargreaves).

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