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De sumas y restas

Susana Seleme Antelo

Las encuestas conocidas hasta hora, parecen tempraneras si la campaña electoral acaba de empezar. Además de prematuras, ‘maquilladas’, si nos atenemos a lo que se expresa en la calle y las redes sociales, en las que circulan guarismos diferentes, y otras cifras que de lejos huelen a falsarias.

Recuerdo entonces al profesor emérito Fernando Mires, quien dice que no cree en las encuestas porque “todas parten del supuesto de que la sociedad es un objeto mensurable y cuantificable”. Para Mires, el encuestado es “un ser aislado, quien no argumenta -no opina- y responde, muchas veces, para salir del paso”. Las opiniones, afirma, “no son unidades mensurables ni cuantificables. Ellas están cambiando en minutos, y no dependen tanto de razones o argumentos, sino de acontecimientos que, para que lo sean, deben ser fortuitos”. Precisamente por eso, “pueden definir resultados electorales de modo más decisivo que cualquiera respuesta ocasional.” Y tiene razón.

No obstante, que confiemos mucho, poco o nada en las encuestas hasta hoy conocidas hay una coincidencia: el MAS, el partido del ex, hoy huido y refugiado, gana con un tercio de votos, más o menos, 30%, según le quiten los votos nulos y blancos, o no.

Gana el MAS, y ese ha sido el dato que más ha pesado, el que ha prevalecido, como lo mediáticamente más impactante, por encima de la importancia del mensaje de fondo: que las fuerzas políticas democráticas contrarias al MAS suman entre 55% y 61% de la intención de voto.

Sin embargo, el dato que ha dictado titulares de prensa es que gana el MAS, para remachar que puede ganar en primera vuelta. Y que puede volver, sin siquiera darle rostro a ese retorno. Es decir, hablar, refrescar y machacar la memoria sobre los 14 años de la deriva represiva-autoritaria del cocalero, de su aspiración nunca oculta de partido y pensamiento únicos, de negación de la pluralidad política, con presos, perseguidos, exiliados políticos y también asesinatos y muertos. Amén de corrupción a granel, robo a mano armada a las arcas del Estado, como a las AFPs, es decir a la jubilación de miles y miles de hombres y mujeres, y el narcotráfico viento en popa, deficiente educación pública, peores servicios de salud, entre otras aristas del llamado ‘proceso de cambio’.

Más allá de sus bemoles, las mismas encuestas arrojan otro dato contundente: las fuerzas democráticas contrarias al MAS suman entre 55% y más de 60% de votos. Ese debió ser el titular para ratificar que el tirano huyó porque la sociedad boliviana dijo basta, desde aquel 21 de febrero de 2016, cuando el NO ganó el referéndum contra la pretensión del ‘ex’ de garantizar inconstitucionalmente su reelección indefinida. Acabamos de recordar el cuarto aniversario de aquella gesta, origen primigenio de la movilización ciudadana que hizo huir al tirano, en noviembre de 2019.

Y una vez más, lo mediático prima sobre lo importante, como que en un medio local se descalifica a la actual presidenta constitucional, Jeanine Añez Chávez, ya porque es candidata en las próximas elecciones de mayo, o porque se desplaza a lugares que han sufrido desastres naturales, o porque allí necesita ayuda para caminar entre escombros y barro, y en vez de ayudar, estorba. Sarcasmo machista, sin redención. También mala voluntad, atribuible a una ya definida opción política partidaria.

En todo caso, ¡qué viva la libertad de expresión, claro que sí, luego de tantos años conculcada, pero no a costa de la dignidad de nadie!

El problema actual es que ese 60% de voto democrático se dispersa en dos candidaturas que pelean palmo a palmo el segundo lugar, después del MAS, encabezadas por las alianzas de Carlos Mesa y de Jeanine Añez, la encuesta dixit. Le sigue una tercera, la del cruceño Luis Fernando Camacho, y otras de muy escasa envergadura, según las mismas fuentes.

No faltan quienes catalogan ese voto antiMAS como de derecha, hasta ultraderecha, como si el partido de Morales, sus conmilitones y sus actuales candidatos fueran de izquierda. Al menos, de la que pone el dedo en la llaga a las autocracias, a las dictaduras, a experimentos populistas vecinos, o de un poco más allá y de allende los mares, también.

Algunas de las estrategias político partidarias en la actual liza electoral, solo aspiran a una segunda vuelta, o a formar parte de una ‘coalición de gobierno’ para darle ‘gobernabilidad’ al nuevo bloque en el poder, merced al número de parlamentarios obtenidos.  La pregunta obvia es ¿por qué no se han unido hasta ahora? En las pasadas elecciones, el voto útil contra el candidato Morales, fue contundente. Tanto que el régimen echó mano del fraude, denunciado por la OEA y la Unión Europea.

A dos meses de las elecciones, el objetivo de las fuerzas democráticas debe ser para ganar en primera vuelta, con propuestas claras que lleguen al electorado: trabajo y mejor calidad de vida. Ganará la alianza que mejor represente la Bolivia heterogénea y sus múltiples determinaciones. Una alianza para su recuperación democrática y económica. Pienso que con una mujer y un economista a la cabeza, pueden lograrlo, sin perder de vista, hoy por hoy, quien es el enemigo principal.

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