¿UN ACUERDO POLÍTICO?
Manfredo Kempff Suárez
Algunas personas que tienen influencia en la opinión pública opinan sobre la necesidad de realizar un Acuerdo Político (así con mayúsculas) para aliviar la tensión social existente y poder digerir ese mal bocado que produjo, en mucha gente, la promulgación de la absurda ley masista de convocatoria a elecciones generales el próximo 6 de septiembre.
La presidente Añez no pudo soportar la presión diaria que le venía desde la Asamblea Legislativa, conformada mayoritariamente por el MAS, y también por la exigencia de Carlos Mesa, además de los “movimientos sociales” que encabezan enjambres de conocidos malandrines a quienes Evo Morales nunca dejó de adular y humillar, pero siempre haciéndolos partícipes de su derroche escandaloso, contentándolos con unas dádivas en efectivo, porque la plata les gustaba más que las canchitas sintéticas.
Entonces, la presidente, a quien cada vez se la ve más huérfana de apoyo inteligente y decidido, ha tenido que aceptar los reclamos a una convocatoria a elecciones en nueve semanas más, pese a que, para entonces, si hoy estamos en el millar de muertos, habrán 3 mil o más fallecidos por la peste y se calcula que más de 100 mil contagiados. “Que asuman con valentía la responsabilidad que tienen de haber exigido con tanta insistencia que hagamos elecciones en plena pandemia”, ha dicho Jeanine Añez, refiriéndose a Evo Morales, Arce Catacora y Carlos Mesa, pero eso no es válido porque los tres van a negar toda responsabilidad sobre las elecciones apestadas. No les faltará razón, debido a que desde el comienzo de los tiempos lo bueno y lo malo que hace un gobierno es responsabilidad del gobernante.
La convocatoria a elecciones es disparatada, la conspiración masista para derrocar a Añez es cada vez más evidente, el fatigoso apuro de algunos candidatos por ir a las urnas no se puede esconder, entonces ¿qué hacer? Y es ahí donde surge la idea del Acuerdo Político. Es el colmo que, habiendo huido Morales del país como un malhechor, habiéndose descubierto el fraude de octubre, sabiéndose cada día que pasa de los robos y las inversiones atolondradas del MAS, el Gobierno esté temeroso y casi obediente a una Asamblea que ya no debería existir y que ahora pretende mandar.
Si se convoca a un Acuerdo Político, se supone que deberían participar todos los partidos inscritos para terciar de los comicios. Quiere decir que tendría que estar presente el MAS. Y eso sería un error mayúsculo. Sería abrirle las puertas de la legalidad a Evo Morales y olvidarse de pedirle cuentas a su Gobierno por todos los males producidos. Se reconocería la absolución total al masismo y el levantamiento de toda investigación en curso sobre sus delitos. Porque a nadie se le ocurrirá pensar que el MAS se va a sentar a una mesa a conciliar criterios si su jefe está exiliado y sus jerarcas sujetos a demandas legales.
Otra cosa es hacer un Acuerdo Político para que el MAS no retorne al poder. Es decir que se sienten a limar asperezas y buscar coincidencias, entre Jeanine Añez, Carlos Mesa, Luis Fernando Camacho, Tuto Quiroga, Chi, Patzi y Nina. Y si de ese pacto no resulta una postulación presidencial única, que es imposible realmente, puede salir por lo menos un frente electoral con posibilidades de victoria. Y la decisión de presionar al Tribunal Supremo Electoral para que procese al MAS de una buena vez por desconocer los resultados del 21-F y por el fraude descarado de octubre pasado. El MAS le debe a la nación, fuera de sus incontables dispendios, algo aproximado a 400 millones de dólares, solo por burlarse del voto ciudadano.
¿Acuerdo político? Bienvenido, si se hace entre quienes están enfrentados decididamente con el MAS. Bien, si no participarán quienes tiemblan frente a los traficantes del Chapare. Bien, si tienen memoria de lo que costó que Evo Morales huyera al exilio y quedara una sensación de libertad, que ahora empieza a oprimir el ánimo de muchas personas. Bienvenido, el acuerdo si con eso se evita que el MAS logre aprovecharse de la debilidad de los políticos para derrocar a la presidente. Esa es su intención, que no lo dude nadie, porque ya está en plena conspiración.