¿QUIÉN MANDA EN BOLIVIA?
Manfredo Kempff Suárez
Esto ya parece una advertencia inútil, una monserga inservible, pero no es así. Todo el desmadre que hoy estamos viendo es un engaño del MAS. Es una trampa porque los masistas saben que no se van a realizar las elecciones generales el 6 de septiembre, pero lo toman como pretexto para su otro fin, que, a nuestro juicio, es obligar a renunciar a la presidente Añez. Es decir que los bloqueos tienen un destino netamente político. El MAS quiere tumbar a la Presidente, no solo hacerla renunciar a su candidatura electoral, que es muy distinto.
Nunca hemos sido apocalípticos, ni hemos pretendido sobresaltar sin motivo a los lectores. No obstante, ahora parece que Evo Morales hubiera vuelto a mandar en el país, porque no cualquier pelafustán puede organizar 70 bloqueos en un solo día y paralizar la nación. Ni ordenar por teléfono como debe actuar la Asamblea Legislativa. En plena pandemia del Covid, con muertos que se multiplican, cuando la mayoría de las personas se está sacrificando en sus casas para cuidarse, aparece lo que ahora los masistas llaman “el pueblo organizado”, es decir los oportunistas de la COB, el Pacto de Unidad, y otros sectores menores afines a Morales, poniendo un doble candado. Ya no es cosa de permanecer encerrado en la vivienda, sino de quedarse abusivamente cercado en la región.
Los que tenemos alguna experiencia política por los años vividos, sabemos que se está urdiendo un golpe, una clara conspiración que derribe al poder constituido, porque el MAS sabe perfectamente que su candidato, el melifluo Arce Catacora, perderá, debido a que no arrastra a nadie. Solo la atomización de sus adversarios de la “derecha” lo puede salvar. Entonces, hay que convencerse de que al MAS hace mucho que no le interesan las elecciones el 6 de septiembre. Lo que le importa es complicar al Tribunal Supremo Electoral, sembrar malestar, pánico si es posible, y promover una insurgencia popular que lleve nuevamente a Morales al mando, aunque sea fáctico.
El Gobierno, para desgracia se ha desgastado mucho y transita por uno de sus peores momentos. Faltan recursos, cunde la pandemia, y la Presidente, mal asesorada, no depone su impopular candidatura presidencial. Si Jeanine Añez anuncia que dejará de lado su aspiración presidencial y que se va a dedicar a luchar contra la peste, aliviar la situación económica de los bolivianos, y garantizar una transición democrática impecable, se produciría una tregua social y su figura volvería a crecer. El MAS perdería sustento, porque se le arrebataría su argumento de que el presunto gobierno “de facto” se quiere prorrogar.
No se puede hablar con ebrios, drogados, ni menos con activistas que reciben soborno y alcohol. Eso del “diálogo” al que apelan, es un conocido cuento chino. Es tiempo de que se decida quién manda en el país, quién gobierna. Si se obedece a las disposiciones de las autoridades reconocidas o se acepta a las bandas de maleantes que pululan vociferando sandeces por todos los caminos de Bolivia; aquellos que en sus bloqueos y parapetos no dejan pasar ambulancias, medicinas, ni siquiera oxígeno para los enfermos.
Desde un escritorio no es lo mismo ver la situación como desde un despacho ministerial o una barricada. Eso lo comprendemos perfectamente y por eso nunca hemos alentado la violencia. Sabemos que es muy peligroso y que no se debe hacer. Pero estamos convencidos que todo tiene su límite y que lo que realizan los masistas hoy, debe ser reprimido por la fuerza. Ha llegado la hora de que la Policía y el Ejército cumplan con su función constitucional y que permitan a los bolivianos transitar sin peligro y capturen y encarcelen a quienes han promovido ataques contra personas y bienes públicos.
No hacerlo significa olvidarse del delincuente exiliado en Buenos Aires y dar campo a un enfrentamiento entre los masistas borrachos que bloquean y los ciudadanos acorralados, impedidos de trabajar, desprotegidos, que por su propia cuenta ya amenazan con romper a sangre y fuego los cercos al que están sometidos. ¿Eso quiere el MAS cuando sus partidarios gritan “ahora sí, guerra civil”?