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Gracias, Rubén

Susana Seleme Antelo

La palabra es lo que nos define como homo sapiens. Hablada primero y luego escrita, nos diferencia del resto de quienes habitamos el Gran Reino Animal.

La palabra gracias, dicha tan usualmente para reconocer una buena acción, se utiliza poco, poquísimo, en el mundo de la política. Ahí abundan las críticas, con razón o sin ella, rayos y centellas, odios, cuando no palabras cargadas de plomo y pólvora. Esa, en realidad, no es la política, si la entendemos como debiera ser. Es decir, el diálogo democrático entre diferentes, plurales y tolerantes frente al ‘otro’. En los tiempos que vivimos en Bolivia parece una utopía.

Hoy usaré la palabra gracias para decirle gracias al todavía Gobernador Rubén Costas Aguilera, quien después de más de 15 años deja la función pública al mando de la Gobernación de Santa Cruz.

Estas líneas son una despedida política agradecida: en estos más de tres lustros, Rubén Costas fue, amén de otros logros, el muro de contención frente a Evo Morales y su partido, el MAS, que miraban a Santa Cruz como botín político. La conquista del territorio y su población fueron una meta para lograr el poder total en el territorio regional, mientras iba por el nacional. Territorio, población y poder, el ‘abc’ de la conquista política.

El muro de contención para que esa conquista no se hiciese realidad, fue Rubén Costas Aguilera. No lo hizo solo. En millonarios Cabildos, marchas y huelgas de hambre, él despertó al León, que no era él: el León fuimos y somos la sociedad cruceña que sintió el rugido de la historia y las urgencias del tiempo autonómico, tan metidos en nuestros genes frente a los centralismos, postergaciones y olvidos de todo tiempo.

Este no es un territorio cualquiera. Santa Cruz tiene riquezas naturales; tierras, principal factor de producción de alimentos; milenarios bosques, ricas maderas, fauna, cuencas de agua, minerales, capital institucional, humano, empresarial, ubérrimas ideas de progreso, crecimiento, competitividad y desarrollo. Su conquista no era para articular esta región al conjunto nacional de tantísimas diferencias regionales e intentar armonizarlas, sino para sojuzgarla, con la práctica autoritaria, centralista, de impulsos totalitarios de Morales y su partido.

Fue con «Revolución del Patujú», de la mano de Rubén, que se hizo autonomía al andar. Y ganamos esa batalla, pues desde la Gobernación y su Asamblea Departamental se logró, aún a trancas y barrancas, que las autonomías estén incluidas en la Constitución Política del Estado desde 2009. Que no están como las hubiésemos querido y como rezaba el Estatuto Autonómico que ganó un Referéndum regional, con 84 % de votos, es un impulso más para continuar peleando por ellas. Con distinta correlación de fuerzas políticas, sí, para exigir mayores competencias y Pacto Fiscal, de modo que las autonomías sean lo que deben ser. Vale decir, “A temas locales, soluciones locales. En vez de un solo gobierno, enorme y abstracto, nueve o diez gobiernos, para que la autonomía regional lleve consigo la multiplicación de la capitalidad. Que la provincia sea lo menos provincia y lo más capital posible”, pensaba José Ortega y Gasset ya hace casi un siglo, en 1926.

Eso quiso Rubén Costas, y por eso carga 34 juicios abiertos en su contra en los 14 años de Morales presidente, amén de arraigos e intrigas. Empero, deja un departamento consolidado como la primera región productiva de Bolivia: 70 % de los alimentos que consume el país se producen en Santa Cruz. Hospitalaria, incluyente, donde todos sus habitantes, oriundos o llegados, tienen oportunidades de progreso, no para avasallar usos de suelo, quemar bosques y destruir áreas protegidas.

Con Rubén Costas, la gobernación deja a las provincias con cobertura casi total de agua potable y energía eléctrica, gran parte de caminos vecinales transitables, amén de servicios en salud dental y ocular, entre otros.

Y hay que darle más gracias a Rubén, porque fue fiel a su principio de preservar la gobernación de Santa Cruz fuera de las garras dominantes de Morales. En aras a ese supremo interés, renunció a que su partido, Demócratas, creado en 2010, terciara en las pasadas elecciones a gobernadores. Logró algo que en los últimos 15 años fue una especie en vías de extinción en la política nacional: un acuerdo político. Lo hizo con un joven que había dado muestras de valentía política desde el Comité Pro Santa Cruz, Luis Fernando Camacho de la agrupación Creemos. Ese acuerdo tuvo poca cobertura de medios, siendo un acuerdo político trascendente, pues al no dispersar el voto, Camacho es el nuevo gobernador electo de Santa Cruz, sin segunda vuelta. Gracias Rubén.

Antes de llegar a la gobernación, Costas Aguilera fue presidente del Comité Pro Santa Cruz, desde donde puso sobre el tapete, otra vez, la lucha por la autonomía y, como parte de ella, la elección de prefectos. Fue el primer Prefecto electo por voto directo y universal, no por el ‘dedazo centralista’, en diciembre de 2005. Fue ratificado, con 66%, en el Referéndum 2008. Luego fue su primer gobernador por decisión soberana del pueblo cruceño, con 54% en 2009, y nuevamente en 2015 con 60%.

Muchas gracias, Rubén. Lo vamos a extrañar. A su esposa y compañera, Chonina, también.

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