QUIERO ESCRIBIR, PERO ME SALE BILIS
Manfredo Kempff Suárez
Cómo no quisiera, semanalmente, referirme a un libro, una canción, una exposición, una linda miss, una buena cosecha de soya, exportaciones del campo, un éxito diplomático o deportivo, un buen discurso del presidente; quiero escribir sobre eso, pero me sale bilis. Me sale bilis (no espuma que sería muy lindo) porque es imposible dejar de lado los disparates que, diariamente, hacen y dicen nuestras autoridades (las de allá y las de acá), que a uno lo dejan frio como a un muerto.
Cuando esta nota se publique, ya habrán pasado los fastos del 23 de marzo que a mí me emocionaban hasta las lágrimas cuando era colegial. Hoy ya se habrá desfilado, se habrá cantado la Marcha al mar, se habrán deposito en la plaza Abaroa los restos de nuestro gran héroe sacrificado en Calama, habrá en el piso flores marchitas y aroma de las coronas de ayer, y el presidente habrá emitido su mensaje jurando que retornaremos al mar, aunque, por supuesto, disimulando sibilinamente que la derrota en La Haya castró nuestro esfuerzo diplomático de más de un siglo.
Arguedas, odiado y archivado de la historia de Bolivia por quienes ni siquiera conocen la tapa de sus libros, tenía mucha razón cuando se refería a la inmoralidad que produce el hibridismo hispanoamericano, esencial para entender nuestra América. La corrupción, que hoy se ha acentuado mucho más que cuando se escribió Pueblo Enfermo, la atribuye don Alcides al mestizaje sinuoso, que, pasado más de un siglo, no solo es andino, sino que, con su expansión, ha abrazado desde el Ande, toda la República. No quiero ampararme bajo el paraguas de lo que pensó y escribió Arguedas; si tenía razón o no, es cosa de ver hacia donde nos lleva en estos años el “pachamamismo” en el poder. Arguedas se quedaría con la boca abierta, porque sus predicciones quedaron cortas.
Morales, Arce, Choquehuanca, Lima, Pary, Chávez, Lanchipa, Mamani, Mayta, Loza, Patty, y otros más, son la crema y nata del poder masista y de la noticia diaria, como Rolando Cuéllar, al borde del analfabetismo, lo es entre los pachamamistas cruceños, obviamente condenado a la expulsión del MAS por ser un camba atrevido y poco creyente en los manes aimaras. Muchos de los nombrados tienen títulos académicos y seguramente que son buenos profesionales en su materia, pero otros apenas saben leer y logran dibujar su firma solo a la hora de cobrar las planillas de sueldos. Jamás, ni en las dictaduras que se remontan hasta Melgarejo, estuvimos en manos de ignorantes de semejante calibre. Ya es hora de decirlo. Y si no lo decimos hoy, ¿cuándo?
Estos sujetos, que obtuvieron el poder por sucesivas estupideces de la “derecha”, que en su momento se tendrá que explicar, van a querer ahora juguetear con Chile y tratar de hacer magia, como quiso hacer Morales inmediatamente de leído el fallo de la Corte de La Haya, que nos mandaba al diablo. Morales no esperó ni unos minutos siquiera para decir, en las mismas gradas del palacio de la Corte, poco menos que había existido un empate, para lo que todavía se tuvo el cinismo de leer un renglón, el último entre las recomendaciones del fallo, que invocaba a la paz y la armonía entre las dos naciones, luego de haberle dado todas las razones jurídicas a Chile y dejado a Bolivia tirada en la lona.
Arce, de vuelta de la posesión de Boric en Santiago, dijo que había hablado con él sobre el Silala y el mar. La mención del mar causó sorpresiva impresión en la opinión pública nacional. Pero en un breve intercambio de abrazos, Boric no le iba decir al apocado Arce que La Haya ya había fallado sobre el tema marítimo y que eso era todo. El nuevo mandatario mapuche (¿se le puede llamar así ahora?) tuvo que verse forzado a aclarar que Chile no negociaba su soberanía y que Bolivia no debería poner “los bueyes delante de la carreta”. Chile ya tiene trazada su agenda: pasaportes, COVID, asuntos migratorios, lucha contra el contrabando y el narcotráfico, libre tránsito y parar de contar. Claro, además está pendiente lo que La Haya determine sobre el Silala, que puede ser otra tremenda decepción.
Pero como los bolivianos nos creemos más vivos que el resto, porque siempre pensamos hacer trampas, va a saltar otra vez que nuestra Constitución dice que Bolivia declara su derecho “irrenunciable e imprescriptible” a recuperar su acceso a las costas del Pacífico y que eso se tiene que respetar. Estoy de acuerdo con que una Constitución determine que la patria no se dejará despojar de territorios que le corresponden; Chile también lo tiene, pero, ¿México manda en su Constitución recuperar los extensos territorios que Estados Unidos le quitó? ¿Y si está el mandato, que importancia tiene?
Para que Chile acepte negociar nuevamente una fórmula de retorno de Bolivia al Pacífico, nuestro país tiene que crecer, tiene que ser verdaderamente necesario para nuestros vecinos y no una mera frontera conflictiva del narcotráfico y el contrabando. Con una nación desarrollada, ordenada y productiva a su lado, La Moneda tendrá verdadero interés en darle una solución a nuestro enclaustramiento. Querrá un vecino amigo. Pasarán algunas décadas sin duda, siempre que logremos administraciones eficientes y superemos estás malas épocas de bloqueos diarios, de una justicia indecente, de latrocinio descarado y de perrunas peleas políticas.