Cuando las mentiras no echan raíces
Por: Susana Seleme Antelo
Hay mentiras que no echan raíces porque son eso: mentiras, como el golpe de Estado en Bolivia en 2019, una mentira ofensiva que el régimen y su larga compañía repiten con obsesión. Contra esa mentira, las víctimas y la sociedad reclaman el fin de la impunidad de un poder judicial que rechaza el derecho a la verdad, a la libertad y a la justicia.
La sociedad boliviana sobrevive algunas de sus peores experiencias, amén de las vividas durante los 14 años del cocalero y ex jefe del régimen, Evo Morales. Siendo aún jefe de su partido, el Movimiento al Socialismo, MAS, anda hoy en franca disputa por el poder con su respondón delfín, Luis Arce C.
Afirma Morales que ese supuesto ‘golpe’ fue contra él, verdadero expropiador de las riquezas generadas por la sociedad boliviana, la civil y la política, que habían trabajado años para que Bolivia se convirtiera en un país proveedor de gas natural, haciendo lo que se debe hacer: exploración, prospección, explotación y buenos convenios de exportación con países vecinos. Hoy, el gas ya se acabó porque fue inepto, violento, corrupto y arrogante.
La realidad es que la intención de romper el orden constitucional provino del propio Morales. Con sus más allegados y sus asesores caribeños urdió el fraude en las elecciones, 2019; violó el artículo 168 que permite solo una reelección continua: él iba por la cuarta; desconoció el Referéndum de 21 de febrero de 2016, que le impedía postularse una vez más; acometió su hipócrita renuncia, seguida de la de funcionarios próximos a la sucesión constitucional, mientras instruía a sus más afines que pidieran la suya. Amañada y malévola maniobra abortada, porque la sociedad se arropó en la legalidad constitucional.
Y ahí estuvo Jeanine Añez, segunda vicepresidente del Senado, para asumir la presidencia interina, truncando los planes del cocalero. Por eso desató sobre ella toda su venganza. Fue secundado por el actual régimen de Arce, que la ha condenado a 10 años de cárcel por delitos no cometidos, violando su derecho constitucional a un juicio de responsabilidades. Fue juzgada en un espurio juicio ordinario.
Arce pretende consolidar la expropiación a la libertad ciudadana, a la verdad y a la memoria histórica, con una práctica que crea adictos/clientes del centralismo y va repartiendo prebenda, bonos y lotes urbanizables, en áreas rurales. Tiene un ministro al que no le importa que una carretera sea colindante al Parque Nacional Amboró, de exuberante biodiversidad, ya invadido por cocaleros y narcos, y que pase por un reservorio acuífero del área metropolitana de Santa Cruz.
Es la añeja triada: territorio, población y poder, como estrategia geopolítica de dominación, por su localización geográfica espacial en la Santa Cruz. Por otra, es la dominación territorial, es decir, el control político del territorio con población, sistema de actores, sus entornos, interrelaciones e intereses. Ese es el meollo de la controvertida carretera Buena Vista, Tres Cruces, Porongo, en sus tramos 2 y 3, que apuntan a la caótica ocupación de la tierra, a la violación de Planes de Uso de Suelo (PLUS) y a las competencias de la cernada autonomía departamental, con sus consabidos desastres ecológicos.
Pretenden expropiarnos las salvaguardas políticas del Estado de Derecho, y por eso siguen humillando a más de 270 presos políticos y perseguidos, entre civiles y militares, amén de exiliados, víctimas que reclaman el fin de la impunidad de un modelo vicioso de gestión pública y de una administración de justicia de panorama desolador. Van mancornados con la extorsión, la corrupción, omisiones y distorsiones del ejercicio de la doctrina del Derecho. Sus mentiras no echaron raíces, ni entonces ni ahora, gracias a que todavía existe la sociedad política y civil.
Pero hace falta más, mucho más. No solo seguir enrostrándoles sus mentiras y sus crímenes, sino un esfuerzo para un proyecto político que rescate a Bolivia de las garras del masismo post-estalinista, en cualquiera de sus versiones: evista, arcista.