Fuente: El Deber
Algunos reportajes de prensa se han referido a la migración de empresas de La Paz, Cochabamba y otras regiones de Bolivia al departamento de Santa Cruz. Y en efecto, esto es así. Se trata de una corriente iniciada en los años 80 y que parece haber tomado más impulso en los últimos 20 años.
El emplazamiento de negocios en Santa Cruz abarca un amplio espectro. Aún en los casos de empresas que mantienen oficinas centrales en las ciudades del occidente, son varias las que trabajan en planes de expansión en suelo cruceño. Sin duda, ello refuerza la imagen de Santa Cruz de locomotora de la economía nacional.
La economía cruceña, en efecto, actúa como aspiradora de iniciativas empresariales e inversiones privadas. Por cierto, paralelo al movimiento demográfico desde el occidente y al oriente boliviano en busca de oportunidades de trabajo y movilidad social.
La relocalización de empresas en Santa Cruz responde al fuerte atractivo que ejerce el mercado cruceño, además de un ambiente positivo para la iniciativa privada. En contraste, otras regiones del país resienten el estancamiento, incluso el retroceso económico, con sus mercados constreñidos, y un sinfín de barreras y restricciones para la actividad empresarial
El ambiente de negocios
Se sabe que el impulso al desarrollo empresarial puede ser potenciado o limitado por el entorno económico, social y político. Tal es el significado de la idea de “ambiente de negocios”.
Así, un ambiente favorable es el que permite disminuir los costos de transacción por menos regulaciones, trámites y controles; que facilita la asignación eficiente de recursos en un contexto de menos interferencias y presiones extraeconómicas; que se apoya en infraestructura caminera, servicios básicos y conectividad de calidad aceptables; que dispone de recursos humanos y asistencia profesional a las empresas; que da certidumbre y previsibilidad.
El mercado
Un sondeo de opinión con empresarios de varios sectores corrobora aquello que los indicadores socioeconómicos registran: un proceso de desarrollo desigual y combinado del mercado, que favorece ampliamente a la región de Santa Cruz y en desmedro de los mercados de otras regiones. Muchos hombres de negocios tienen muy claro que el mercado cruceño ha adquirido una dimensión y un gran dinamismo, atribuidos a las bondades del “modelo productivo cruceño” afincado en el agro, la agroindustria y la exportación de alimentos.
Ello marca diferencias con otras economías regionales, carentes de cadenas productivas que puedan articular la producción del agro con la industria, y la economía rural con la economía urbana.
La producción de manufacturas, que en algún momento exhibió potencial de crecimiento en La Paz y Cochabamba, se ha contraído a pocas industrias de mediana dimensión (sobre todo en medicamentos y alimentos), con problemas de provisión de materias primas y limitaciones para llegar a los mercados externos en condiciones competitivas. Por cierto, el declive de la minería explica, también, el estancamiento del occidente boliviano, cuyas economías locales están ahora dominadas por el comercio, el contrabando, la informalidad y la pequeña producción campesina; donde se concentra el empleo, pero de muy baja productividad. El auge inmobiliario de los años recientes, no ha cambiado este panorama.
La institucionalidad
La imagen que proyecta Santa Cruz, en cuanto a institucionalidad, es mucho más atractiva.
Hay factores objetivos que avalan esa percepción, incluso históricos. La región cruceña destaca por sus instituciones públicas y privadas más estables y robustas. Tradicionalmente, la sociedad cruceña ha dado pruebas de mayor cohesión y autonomía frente a las estructuras políticas y estatales.
Su propia historia regional, de lejanía del poder nacional, la indujo a valerse por sí misma y a crear sus propias organizaciones y estructuras de representación y de provisión de servicios colectivos.
No es casual que el movimiento por la descentralización echara raíces más fuertes en Santa Cruz, y que el régimen de autonomías territoriales hubiera arraigado mucho más que en otras regiones. De hecho, el gobierno departamental cruceño tiene niveles de legitimidad, implantación y capacidad institucional, que no se repiten en otros lugares.
Esta pulsión autonomista se entrelaza con la idiosincrasia cruceña, más pragmática y proclive a buscar riqueza personal y también menos dependiente de la política contingente. “Los cambas viven de espaldas a la política”, sostiene un empresario paceño.
Quizás estos mismos valores expliquen lo que empresarios “collas” perciben como una actitud de más colaboración y facilitación de los negocios por parte de las autoridades cruceñas. “En Santa Cruz todo se viabiliza; en cambio, en este lado del país todo se complica”, subraya un empresario cochabambino.
La estabilidad social es otro aspecto muy valorado. Si para las empresas paceñas o cochabambinas las relaciones laborales son un “sufrimiento”, en Santa Cruz el clima laboral (no exento de tensiones y conflictos) luce más armónico. Patrones y obreros pueden entenderse mejor y zanjar sus diferencias; el sindicalismo es menos beligerante y obstruccionista.
El capital social
Es interesante la percepción que sugiere la región cruceña de un medio social de mayor confianza interpersonal. “La facilidad para hacer negocios en Santa Cruz es grande: muchas veces basta la palabra empeñada, la gente confía más”, dice un empresario paceño.
“Sorprende la facilidad con la que se toman decisiones de negocios, a veces en charlas muy informales”, añade. Importa subrayar que la confianza, siendo un rasgo idiosincrático, es también un factor clave para el capital social; esto es, la capacidad de los individuos de cooperar, asociarse, trabajar en equipo y participar en emprendimientos conjuntos.
De ahí, también, que el capital social vaya de la mano con la institucionalidad: cuanta más confianza entre individuos y colectivos sociales, más posibilidades de cooperación y asociación y tanta más probabilidad de construir instituciones sólidas y duraderas.
Los servicios empresariales
También en este aspecto se advierten diferencias. Por ejemplo, sobresale Cainco como entidad de servicios, favorecida por la integración de los sectores industrial, de comercio y otros servicios -lo que no ocurre en otras regiones-, así como por su mayor número de afiliados (2.000 empresas) y su gama amplia de servicios de asistencia comercial, técnica y profesional.
Es cierto que el sector privado de La Paz y de Cochabamba no está desprovisto de servicios empresariales, pero dentro de las limitaciones propias de conglomerados empresariales de menor tamaño, y carentes de una masa crítica de empresas grandes y de mayor proyección internacional y potencial de crecimiento.
La infraestructura
Santa Cruz ha tomado clara ventaja con su red de carreteras, su aeropuerto internacional, los puertos pluviales de salida al Atlántico, el Parque Industrial de Santa Cruz que alberga a centenares de 650 empresas -muchas procedentes de otros departamentos-, con servicios financieros, estaciones de servicios, centros comerciales y otras facilidades.
Además, el proyecto del Parque Industrial Latinoamericano, en el municipio de Warnes, y próximo al Aeropuerto Viru Viru, diseñado para acoger 1.500 industrias en una superficie de 1.800 hectáreas.
Los recursos humanos
Por mucho tiempo La Paz y Cochabamba llevaron la ventaja de una mayor dotación de recursos humanos y capacidades empresariales.
Pero ello no es más así. Santa Cruz, una economía en rápido crecimiento, tiene ahora más capacidad de absorber mano de obra y recursos calificados de otras regiones. Sus propios recursos humanos se hallan mejor preparados y con estudios superiores y especializados, aunque sin llegar a cubrir todas las exigencias del mercado.
La innovación
En un medio escaso en innovación e investigación científica, como es Bolivia, Santa Cruz viene adelantando progresos de I+D y transferencia tecnológica vinculados a las faenas agrícolas y pecuarias y la industrialización básica de estos procesos.
Un caso de éxito es el mejoramiento genético en varias haciendas ganaderas, con productos de alta genética que se comercializan en el exterior; también es destacable el uso de semillas certificadas y de recursos biotecnológicos en la agricultura.
Un medio fértil en transformación productiva y en el know how aportado por las grandes compañías, así como en la competitividad internacional por el acceso a los mercados externos, ciertamente que favorece las posibilidades de progresos tecnológico.
“La exigencia por innovar es mucho mayor en Santa Cruz”, asevera un empresario instalado en esta región. “En mi rubro de la cadena del cuero, que vendemos a los grandes mercados, para poder competir tienes que innovar. Es que competimos con el mundo”, concluye.
La cuestión del equilibrio regional
El mundo empresarial comparte percepciones positivas de las oportunidades de la economía cruceña y su efecto de atracción en otras regiones del país. Se entiende así que cada vez más empresas vuelquen su mirada hacia el oriente cruceño, como “tierra de oportunidades”.
“Todos quieren poner un pie en Santa Cruz”, confiesa un empresario paceño. Una expresión muy gráfica del fenómeno que estamos viviendo, que, sin embargo, tiene una faceta preocupante.
La sociedad boliviana ha eludido hasta ahora ser un país macrocefálico, con un centro hegemónico unipolar. La columna vertebral de la República se ha conformado en dos siglos sobre tres regiones, más o menos equilibradas en términos demográficos, económicos, de desarrollo social y gravitación geopolítica.
Este núcleo triangular es necesario para la integración nacional y el desarrollo armónico de Bolivia.
Por ello, debe preocuparnos que los actuales cursos de localización productiva, de capacidades empresariales e inversión privada, se concentren en una sola región (Santa Cruz) en detrimento de las otras.
Si esta tendencia persiste, y se profundiza en el futuro, ello no será bueno ni para Santa Cruz (que eventualmente puede ver colmadas sus condiciones objetivas) ni para el resto de Bolivia. Y entonces, la fisonomía de la nación boliviana podría cambiar, quizá de manera irreversible.
A pesar de la pandemia, el sector agroindustrial se mantuvo trabajando y sosteniendo empleos.